- La justicia de Sancho Panza
- Modelos neoyorkino y bonarense
El modelo de ciudad hispánica de los fundadores de Bogotá desde sus inicios contempló el tema de la seguridad: el Alcalde dependía de los alguaciles. Uno de los ejemplos de cómo administra la justicia un Alcalde es el famosísimo de Sancho Panza. Resulta que se le presentó un caso de denuncia de género. Una mujer robusta alegaba que una noche de juerga un tunante caballero le había robado una bolsa de oro, además de abusar de ella. El caballero sostenía lo contrario y la acusaba de haberlo despojado de su bolsa de morrocotas. Como no había testigos Sancho estaba ante un dilema casi diabólico. Hasta que ordenó que se devolviera a la “dama” la bolsa. La señora salió como alma que lleva el diablo por la plaza. Acto seguido le dijo al caballero alcáncela y la bolsa es suya. Este salió tras ella, la abordó y trató de apoderarse de la bolsa. El sexo débil demostró ser más fuerte que el masculino y ella no se dejó quitar el botín, Sancho mando a los aguaciles para que le trajeran a los dos a su despacho y en su presencia dirimió el pleito: La bolsa se le devuelve a su legítimo dueño. Si la señora hubiese defendido sus virtudes y la bolsa como lo hizo en campo abierto era imposible que dicho caballero hubiese yacido con ella y menos despojarle de la bolsa.
Por supuesto, en la aldea como en la megalópolis la seguridad depende hoy del Alcalde, de la Policía, y el gobierno central, que debe, también, apoyar los esfuerzos de la administración citadina por mejorar la calidad de vida de los habitantes, en particular el tema de la seguridad. Los bogotanos viven agobiados por el temor que los asalten en sus viviendas o al salir de ellas, ya sea de la casa al trabajo o al cumplir con las actividades cotidianas. En los barrios de mayor hacinamiento, a sus moradores para salir a entrar a sus viviendas, las bandas de jovenzuelos armados les cobran “peaje”. En otras zonas, donde residen gentes más pudientes, la inseguridad campea por igual: una dama embarazada que se sentía segura al intentar ingresar a su vivienda en Los Rosales, fue seguida y atacada por motorizados armados que le propinaron un disparo, mostrando su vil peligrosidad y aleve agresión contra una persona indefensa por despojarla de su camioneta.
La anécdota de Sancho Panza y el caso de la señora agredida en Los Rosales, muestran que la delincuencia siempre acecha para sorprender no sólo al ingenuo, al desprevenido o al débil, ya que en Bogotá ocurren también asaltos a carros blindados, entidades bancarias, comercios y particulares. Por fortuna la eficacia policial es positiva.
El presidente de la República, Juan Manuel Santos y el Alcalde Mayor, Enrique Peñalosa informaron de la recuperación en horas de la camioneta y la captura de uno de los criminales, lo que deriva en el cerco a los cómplices. En este mismo caso de Los Rosales, los vecinos se agruparon, protestaron y se movilizaron en las calles frente a los medios de comunicación, lo que produjo la efectiva reacción de las autoridades.
Como ya no existen alguaciles de la época colonial y republicana, habría que recurrir a modelos recientes como el de la ciudad de Buenos Aires o el de Nueva York, los cuales se ha conseguido meter en cintura al hampa citadina. El sistema de comisarías en Buenos Aires determina que el juez esté a cargo de la seguridad de amplias zonas de la ciudad, auxiliado por agentes de civil y policías que conocen el terreno, quienes se familiarizan con los habitantes y las actividades locales para conocer quienes viven en los edificios y casas del entorno. No sólo les prestan seguridad, sino que capturan a los delincuentes que se internan en la zona, siempre con la ayuda de los vecinos. En tanto, en New York, el hoy ex alcalde Giuliani, con un presupuesto multimillonario que le permitió aumentar el parte automotor, instalar cientos de cámaras y dispositivos tecnológicos, logró acotar la delincuencia y bajar a seis minutos, como máximo, el tiempo de respuesta de la Policía ante cualquier emergencia en la ciudad.
El sistema bogotano de los CAI policiales resultó desbordado por los delincuentes, quienes también conocen la rutina de los cuadrantes. Es por ello que se requiere repensar la seguridad y fomentar una sociedad organizada que colabore con las autoridades. De igual forma impulsar modelos como el de Buenos Aires o Nueva York para resolver, con mayor eficacia, el creciente accionar de la delincuencia.