Calentamiento global: la bomba biótica | El Nuevo Siglo
Domingo, 10 de Noviembre de 2013

He tenido el honor de venir trabajando con el profesor Peter Bunyard, un hombre completamente coherente en su actuar con el discurso que maneja sobre el medio ambiente; el catedrático, ciudadano inglés, científico reconocido, coeditor y fundador de la prestigiosa revista The Ecologist y ecólogo de profesión, viene periódicamente a Colombia y efectúa sus desplazamientos en bicicleta, procurando de ésta forma contribuir en la lucha contra el calentamiento global. No sobra aclarar que el profesor cuenta con 73 años de edad.

Sin embargo en días pasados me sorprendí profundamente al saber que el profesor Bunyard, quien tanto se preocupa por el calentamiento del planeta, está tratando de demostrar una teoría que achaca los problemas del clima a un fenómeno completamente distinto a la producción de gases de efecto invernadero. Una teoría que, de demostrarse, cambiaría todos los modelos actuales de predicción del clima y nos llevaría a otros paradigmas de supervivencia en el planeta. Él está trabajando en la “BPT” o mejor conocida como “Biotic Pump Theory” o teoría de la bomba biótica.

 

¿Qué es?

 

La teoría en mención fue expuesta inicialmente por dos ciudadanos rusos de mediana edad, físicos de profesión y egresados de la Universidad de San Petesburgo; y ha dado mucho de qué hablar en el mundo científico asociado a la climatología.

Los científicos Victor Gorshkov y Anastassia Makarieva llevaron a cabo una serie de correlaciones físicas y ecológicas de donde concluyeron que “la evotranspiración de los bosques naturales influye en el clima local, además de servir como atracción y distribución para la lluvia”.

El clima en el mundo, según la teoría, depende de los vientos alisios que se originan en el desierto del Sahara y llegan a América a través del océano atlántico entrando por la Amazonía Brasilera; la presión generada por la humedad que transportan los vientos y que se  combina con la temperatura de la selva, genera una presión que forma nubes, nubes que van siendo llevadas por los vientos a los páramos con el fin de surtir las fuentes de agua que dan origen a nuestros ríos; la presión generada es la que los científicos han dado en denominar “la bomba biótica”.

 

Investigación de Bunyard

 

El estudio que ha venido realizando lleva tres años y es previsible que tarde otros tres. Básicamente ha recogido datos que correlacionen la deforestación con los regímenes de lluvias en Costa Rica y en la Amazonía, calculando las variaciones que se han venido produciendo en el clima y correlacionándolas, además, con los principios expuestos en la teoría. También ha construido un modelo a escala que permite medir la presión que genera la bomba biótica.

El profesor Bunyard calcula que la energía acumulada del fenómeno en la Amazonía superaría la que generan doscientas bombas atómicas en su explosión y, hasta el momento, todo apunta a confirmar que la teoría es cierta; además se espera poder correlacionar este fenómeno con la aceleración de los vientos, lo cual podría ser la causa de grandes fenómenos naturales que afectan hoy por hoy al planeta.

Si bien en los inicios de la “Teoría de los rusos”, como la llama el profesor Bunyard, la comunidad científica la desechó, también es cierto que hoy por hoy se la da credibilidad y genera profunda preocupación en la comunidad científica ambiental; si se llegara a demostrar que la teoría de la bomba biótica es cierta, no solo se cambiarían los modelos climatológicos de la civilización occidental sino que habríamos perdido siglos en el proceso de controlar el daño causado.

 

¿Qué estaría pasando?

 

La acelerada deforestación de la Amazonía estaría bajando la presión ejercida por la bomba biótica y esto redundaría en una menor producción de lluvias y en una mayor distancia de recorrido de las mismas, llevando las lluvias a sitios diferentes, generando grandes inundaciones y profundas sequias a lo largo y ancho de América.

De seguir el ritmo de deforestación, según se desprende de la teoría, Suramérica acabaría convertida en un desierto por la falta de presión que genere lluvias y por el cambio de dirección de los vientos alisios, que no encontrarían barreras que los detengan; no estamos hablando de un futuro muy lejano, al ritmo actual el fenómeno se vería a un horizonte de 50 a 60 años y la desertización total estaría a menos de un siglo.

 

¿Qué hacer?

 

La respuesta obvia seria reforestar, la desagradable sorpresa es que reforestar no sería muy útil y no ayudaría a la recuperación, dado que el proceso de reforestación en bosques primarios requiere de preparaciones del terreno que debilita su resistencia a los vientos; lo que en verdad se debería hacer sería facilitar la auto-recuperación de los bosques, con ello se podría menguar el impacto y aspirar a que en 100 o 150 años estemos en lo que deberíamos estar hoy si hubiéramos tenido la información y la cordura requeridas. Sin embargo si comenzamos a recuperar los bosques, en algunas décadas podremos empezar a tener resultados palpables en la recuperación de los ciclos climáticos y quizá podremos prolongar la habitabilidad de nuestra región.

 

Una reflexión

 

Es posible que tanto los rusos como el profesor Bunyard estén en un error, pero no hay manera de asegurarlo y la historia de la humanidad está llena de ejemplos de paradigmas que  se consideraron inútiles o falsos y que, a la postre, llevaron al fracaso a los descreídos; en este caso no deberíamos correr el riesgo, quizá en el momento en que nos demos cuenta de que la teoría es cierta ya sea demasiado tarde para corregir el rumbo y estemos yendo hacia un abismo que podría significar el principio del fin.

No significa, de ninguna manera, que se deba terminar con la lucha contra el calentamiento global; significa simplemente que además de esa lucha, el planeta deberá aunar esfuerzos para proteger los bosques primarios de la deforestación masiva a la que están siendo sometidos y, sobre todo, para impulsar aceleradamente la auto-recuperación de los mismos. Es posible que nosotros no logremos palpar los resultados, pero nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, estarán agradecidos de poder habitar el planeta.

 

* Director Maestría en "Gestión y evaluación ambiental". Escuela de Ingenierías. Universidad Sergio Arboleda. alsanchez2006@yahoo.es  @alvaro080255