Caída de otro Minjusticia. En 1976, el director de El Siglo, Álvaro Gómez Hurtado, propuso en asocio de algunos compañeros de la “tenaza” del “Mandato claro” una gran reforma a la Justicia por considerar que los males que padecía Colombia se debían a la corrupción en esta rama del poder.
Nuevo ministro. El entonces presidente López Michelsen designó ministro de Justicia al senador Víctor Renán Barco, su excompañero en el MRL. Inmediatamente se produjo su posesión, el fogoso parlamentario conservador Jesús Jiménez Gómez planteó que “Barco no tenía autoridad moral para defender el proyecto de reforma a la justicia” y lo citó a una plenaria de la Cámara.
Insistencia. El barquero presenció la visita que a su curul en la Cámara le hizo el insistente ministro Cornelio Reyes al corajudo Jiménez para que desistiera de la idea. El neirano le contestó: “Usted a mi esas propuestas no me las puede hacer”. El ministro valluno le suplicaba que no hiciera el debate ya que estaba de por medio la reforma a la Justicia que era una iniciativa muy grande para el país y a cuya cabeza estaba el doctor Gómez Hurtado, desde las páginas de El Siglo.
Barco, el breve. Jiménez se mantuvo y radicó la citación a Barco ante el presidente de la Cámara, Alberto Santofimio. El debate se realizó el 16 de noviembre de 1976. El congresista caldense dijo, refiriéndose a su coterráneo: “Si el ministro de Justicia está escuchando lo que yo estoy diciendo aquí, entrará a este recinto y presentará renuncia de su cargo”. Y así fue. El ministro pidió la palabra contra el querer de Abelardo Forero y de Luis Guillermo Giraldo, y se limitó a decir que se ponía a disposición del Congreso de la República, pues acababa de presentar renuncia de su cargo, después de 19 días de ejercicio.
Al otro día, Gómez Hurtado llegó al Capitolio de la mano de Jiménez, a quien felicitó, tras insistir en la reforma judicial que nunca se ha dado.
Historia repetida. El presidente Santos y el ministro Vargas presentaron otro proyecto de reforma a la Justicia y para el efecto aceitaron las Cortes con el 12-70 (doce años de permanencia y 70 para el retiro). Los “doce apóstoles” de la conciliación, con todo el respaldo del Ejecutivo central y el beneplácito de las Cortes, le metieron el acelerador al proyecto. Conciliaron con el visto bueno del Gobierno, pues el otro ministro, Federico Renjifo, no dijo ni mú.
Esguerra solitario. Esguerra, con el respaldo del Gobierno, le dio su beneplácito a la conciliación. Dicen que es total la desilusión del exministro con la actitud presidencial. La Barca supo que una vez se conocieron los conciliadores, Esguerra le pidió a Santos que se reuniera con ellos. Al final, el Presidente canceló la reunión y le endosó el problema a Esguerra, después de que un parlamentario verde llamó a Palacio a prevenirlos sobre el plan que se fraguaba en el piso 32 del Club de Ejecutivos entre los conciliadores. Le contestaron que el Gobierno no interferiría en la labor de los congresistas; Santos no pasaba al teléfono, pero la orden perentoria era defender la reforma, dejando al Minjusticia colgado de la brocha.