Cercado, prácticamente acorralado, se encuentra el actual gobierno brasileño encabezado por Michel Temer (1940 -); es evidente que el mandatario que ocupa en la actualidad el centro de poder desde Planalto, está deambulando precisamente en la senda que lo aproxima a una dictadura de hecho: la represión del ejército y de los cuerpos policiales contra las manifestaciones civiles.
Temer hace algo que hasta antes de agosto de 2016 –desde la oposición, naturalmente- había señalado como elemento de deslegitimación por parte de la Presidente Dilma Rousseff (1947 -). Por supuesto que en ese entonces el objetivo operativo -el cual se logró el 31 de agosto del año pasado- era tomar el Poder Ejecutivo de Brasil con toda la cauda de consecuencias que ello conlleva. Tómese en consideración en relación con ello, que el gigante latinoamericano es la séptima economía del mundo.
La erosión de legitimidad que debe enfrentar Temer ahora, se nutre consistentemente de su propia gestión y los proyectos de ley que trata de impulsar. Entre esas iniciativas, apropiado es reconocerlo, se asoman los intentos de aumentar los impuestos indirectos -que terminan siendo pagados con mayor intensidad por los sectores asalariados y más pobres- además de disminución en los montos de pensiones, que constituye una amenaza contundente a los ingresos de las clases pasivas.
Lo que enfrenta el actual mandatario brasileño es una evidente erosión de la legitimidad concreta de su gobierno. Es decir que puede tener la legitimidad legal, formal; no de las urnas de manera directa, sino el nombramiento que -ante el vacío de haber destituido a Rousseff- se requería por parte del poder Legislativo. De acuerdo. Esa legalidad la tiene Temer, pero la legitimidad concreta se refiere a la generación de beneficios para la población. En efecto, la legitimidad concreta o real para las sociedades se establece aquí, siguiendo los postulados publicados por Jürgen Habermas (1929 -), en 1971 en la obra: “Crisis de Legitimidad”.
Se trata con esto último, de abrir las oportunidades para las personas mediante facilitación al emprendimiento y al empleo, a la vez que se amplían los aspectos de capacidades, mediante la capacitación, la educación y la formación en general del talento o capital humano. En esto último los aportes decisivos se le deben de manera actualizada a Amartya Sen (1933 -) el economista indio que ganó el Premio Nobel de economía de 1998.
Temer enfrenta ahora no sólo esa carencia de legitimidad concreta cuando amenaza con comprimir, disminuir aún más la demanda agregada interna de Brasil, sino también por lo que serían elementos de corrupción. Algo que evidentemente, tiene más que desencantada a la población de ese país.
Y ello repercute en la dinámica económica, y en el consumo interno de la sociedad. Tómese en cuenta que para Brasil, con una economía grande, de gran influencia en los mercados internacionales, el consumo interno es muy importante. El componente de exportaciones e importaciones constituye cerca de un 12 por ciento de la producción anual total.
En todo caso, las voces más incisivas ante la dinámica actual que tiene Brasil enfatizan el historial de golpes de estado que se han ido tejiendo en América Latina. Se puntualiza la situación de Rousseff, pero también la tendencia que se puede ver desde 2009 en Honduras, cuando Roberto Micheletti quedó como presidente interino luego de que literalmente se enviara al extranjero, a San José de Costa Rica, a Manuel Zelaya, el 14 de junio de ese año. Luego vinieron como gobernantes de ese país centroamericano, uno de los más violentos del mundo, Porfirio Lobo y Juan Orlando Hernández.
La dinámica brasileña sería también parte de la tendencia, a raíz de lo ocurrido en Paraguay en 2012, cuando Federico Franco se hizo interinamente con el cargo de encabezar el Ejecutivo en substitución de Fernando Lugo. A continuación, mediante elecciones llegó el candidato más conservador de Paraguay, Horacio Cartes; es evidente que en este país la estabilidad conservadora y del crecimiento económico excluyente se ha afianzado de manera significativa.
Reformas y economía
No es que Temer no haya respondido a los intereses de los grandes grupos económicos del país. Lo ha hecho al parecer con diligencia. En todo caso, allí están los procesos de privatización, por ejemplo. Esto contrasta con una presidencia de transición, en la cual se supone no se toman decisiones que van a ser estructurales. Es cierto que Temer fue vice-presidente de Rousseff, pero en todo caso, las medidas deben centrarse -tomando en cuenta el escenario político actual- más en función de coyuntura.
No obstante, procesos de privatización se han adelantado. Y todos sabemos que las empresas en las cuales los inversionistas están interesados son las que constituyen el lomito de las entidades públicas. Aquí se traslada “llave en mano” entidades que han costado muchos años en llegar a constituir, que forman parte del patrimonio económico del país y que por lo general están relacionadas con bienes públicos.
A partir de esas condiciones, se puede llegar a trasladar empresas públicas constituidas plenamente y con capacidad productiva, de naturaleza de monopolios naturales, a manejos privados. Un ejemplo de esto se tuvo precisamente con la constitución originaria de la fortuna de Carlos Slim en México, uno de los personajes más ricos en el mundo. La riqueza se la debe a la privatización de una empresa pública, como monopolio natural, ahora como medio de acrecentar riquezas; fue el caso de Telmex, la gran empresa de teléfonos y telecomunicaciones, en un país que tiene 120 millones de habitantes.
Sea como fuere, los grandes sectores sociales de Brasil le dan a Temer sólo un 10 por ciento de aprobación. Una de las expresiones de ese descontento es la presencia pública en la calle, son las protestas y el pedido de renuncia ya no solo a Temer. La ola de indignación amenaza con que “se vayan todos”. El problema aquí es que es muy difícil, aunque muchas veces más que deseable, el reemplazo con motosierra de toda una generación política.
Existe, además, por si no fuera poco lo anterior, otra dimensión de la crisis en Brasil, es el conjunto de repercusiones externas. Brasil con su gran tamaño de economía -2.4 trillones de producto interno bruto, es decir millones de millones- genera una influencia notable en los socios, especialmente si estos últimos tienen un tamaño relativamente pequeño en sus mercados. Por ejemplo, Bolivia es un país que tiene mayores vínculos culturales con los andinos -conformaba un solo país con Perú, era el Alto Perú- pero tiene mayores nexos comerciales con Brasil y en general el Mercado Común del Sur (Mercosur).
Argentina en todo caso, está ya sintiendo los efectos de la crisis de Brasil. El 24 de mayo pasado, oficialmente se reconoce en Buenos Aires que en el primer trimestre de este año, las exportaciones argentinas a Brasil en función del total argentino, fueron de 16 por ciento, cuando en el mismo período del año pasado esas exportaciones fueron de 21 por ciento. Las consecuencias de la crisis con epicentro en Brasilia, pueden empeorar.
(*) Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor de la Escuela de Administración de la Universidad del Rosario.