En Segovia el oro atrae por igual a multinacionales, grupos armados y a mineros ilegales: el boom minero muestra el difícil tránsito de una economía de guerra a una economía de paz en Colombia, previo a la elección presidencial del domingo.
A 200 metros bajo tierra y a 50 grados, Anderson Gómez lanza un estertor asmático mientras carga 70 kilos de roca. A diario desciende hasta un yacimiento ilegal en la localidad de Segovia, en el departamento de Antioquia.
"Este trabajo es muy duro pero es una aventura. Aquí un descuido uno lo puede pagar muy caro", dijo a la AFP este joven minero de 21 años.
Gómez, que por su trabajo recibe unos 627 dólares mensuales, asciende hasta 12 veces por día por una pronunciada pendiente desde el fondo de la mina. "Hay partes que toca pasar agachado, prácticamente gateando", explica.
En Colombia, donde la minería contribuyó un 2,3% al PIB en 2012, el 63% de las minas no tiene licencia.
En la mina legal Primavera, de propiedad de trabajadores, la misma actividad que realiza Gómez está mecanizada. Para entrar es obligatorio el uso de casco, botas y guantes, y antes de bajar los mineros se someten a una prueba de alcoholemia.
El 50% de la producción va a Gran Colombia Gold, una multinacional de capital canadiense que opera en la zona.
"Ellos ponen las reglas del juego, ellos nos dicen que de esa tonelada se sacan entre 5 y 6 gramos de oro, pero nuestros laboratorios nos dicen que el material que les entregamos tiene el doble", lamenta un responsable del socavón bajo condición de anonimato.
Según la Agencia Nacional de Minería, Colombia produjo 55,7 toneladas métricas de oro en 2013, cerca de un 2% del total mundial en relación a datos del Servicio Geológico estadounidense (USGS).
Pero en Segovia no solo conviven multinacionales con pequeños mineros artesanales. También hay bandas armadas que utilizan la minería para lucrarse y lavar dinero.
Colombia, que negocia un acuerdo de paz con la mayor guerrilla izquierdista del país, las FARC, atrae desde hace varios años millonarias inversiones a raíz del incremento de la seguridad en medio del conflicto armado de 50 años.
El ministro de Hacienda colombiano, Mauricio Cárdenas, dijo días atrás a la AFP que un acuerdo de paz beneficiaría a la economía. "En vez de crecer 5% como crecemos hoy anualmente, creceríamos 7% (...), es un cálculo conservador de lo que podría llamarse el dividendo económico de la paz", afirmó.
- El motor de la violencia -
En el centro de Segovia, una estatua dorada representa a un minero que cava el vientre de una mujer desnuda, encadenada de pies y brazos, con la boca abierta en una mueca de dolor. A pocos metros, un memorial recuerda a 43 civiles que murieron masacrados por paramilitares en 1988.
"Hemos sido un municipio castigado por la violencia", cuenta a la AFP el alcalde de Segovia, Johny Castillo, un exminero de 45 años.
Para el alcalde, la economía boyante también ha atraído a las guerrillas de las Fuerzas Armadas Revolucionas de Colombia (FARC), el Ejército de Liberación Nacional y a grupos narcotraficantes y de ultraderecha.
Castillo estima que en Segovia un 70% de la actividad minera es ilegal. "La minería criminal es el nuevo motor de la ilegalidad. El narcotráfico ya no es tan próspero por la interceptación en el Caribe y además la minería sirve a las bandas armadas para lavar activos", dijo a la AFP Ariel Ávila, investigador de la Fundación Paz y Reconciliación.
- Seguro funerario -
Para el alcalde, la formalización de las minas ilegales traería más inversión.
Hernando Jaramillo, dueño de la mina donde trabaja Anderson y otros 20 trabajadores, comparte este anhelo.
"Uno quiere legalizarse (...) llevamos siete años en esas y no nos dan respuesta. Eso pasa cuando la mina es baja en valores (tiene poco rendimiento)", dijo a la AFP este minero robusto de 38 años.
Jaramillo intenta imponer ciertas medidas de seguridad: su padre, de 60 años, trabaja todo el día en el fondo de la mina para apuntalar los cimientos.
Pese a no tener título de explotación pagan rigurosamente la seguridad social y un seguro funerario para sus trabajadores, asegura.
"Aquí nunca ha habido accidentes, hay más accidentes en minas tirando a empresarial que en minas artesanales, pero como son empresas grandes no pasa nada, se quedan callados", afirma.
En Segovia rige actualmente una tregua entre bandas armadas que alienta la vida nocturna, en un poblado en el que pululan casinos y prostíbulos. Los mineros se juntan allí con los obreros de la multinacional para consumir los restos de la bonanza.