“Bolillo” y la expiación social | El Nuevo Siglo
Miércoles, 10 de Agosto de 2011

En un mundo globalizado casos como el del “Bolillo” Gómez suelen tener mucho mayor efecto que antes. No era así hace un tiempo cuando no existían las redes sociales ni los meca-nismos de comunicación en tiempo real. Las noticias, entonces, no tenían el impacto inmedia-to de hoy y se tramitaban de modo diferente a los episodios prácticamente en caliente. Ello, claro, determina una reacción social de otra índole a la que podía generarse en décadas ante-cedentes.


De acuerdo con testigos, el “Bolillo” agredió alicorado a su acompañante el fin de semana anterior, a la salida de un bar, y cuando el tema llegó a los medios el debate se encendió de inmediato. Creyó Gómez que con un comunicado pidiendo disculpas era suficiente, pero la avalancha de críticas continuó y el técnico de la Selección Colombia de Fútbol hubo de renun-ciar en un lapso de horas. Dos, seguramente, fueron las presiones más determinantes, aparte de las opiniones de la gente: los patrocinadores no estaba dispuestos a continuar la financia-ción de la escuadra, e internacionalmente el “Bolillo”, de no dimitir, habría tenido que enfren-tar en las eliminatorias al Mundial 2014 el hecho de ser noticia de primera plana global, no como técnico de una seleccionado de fútbol, sino como paradigma de agresión femenina.


Ya el balompié colombiano había estado en el ojo del huracán, entrando a la historia por la peor de las compuertas, cuando el asesinato del inolvidable Andrés Escobar, mácula, desde luego, que Colombia no ha podido borrar. Directivos y árbitros, a su vez, han sido asesinados y en no pocas ocasiones jugadores han terminado de mulas o narcotraficantes. Hace poco, inclu-sive, un futbolista mató a patadas a la lechuza del estadio Metropolitano, de Barranquilla, en medio de un partido, y en las redes sociales quedó a la altura de Pablo Escobar. De otra parte, aún pervive la nostalgia de no haber sido capaces de organizar el Mundial de Fútbol de 1986 y cuando logramos realizar exitosamente el actual Mundial Sub-20, ¡zas!, viene el asunto del “Bolillo” y enloda lo que se había mostrado tan auspicioso.


La renuncia del técnico de la Selección aplacó el debate. Sin embargo, casi en paralelo al caso de Gómez, las cifras de las autoridades demostraron que en el país se han disparado las lesiones personales hasta cifras nunca vistas. Alrededor de 106.000 eventos notifican que en Colombia agresiones similares o peores que las del “Bolillo” hacen parte de la cotidianidad. Seguramente su situación personal ha servido para expiar las culpas colectivas. No obstante, los otros 105.999 episodios, si en un ejercicio alcanzara a descontarse el de él, no produjeron renuncias, ni las reacciones emocionales y determinantes que el país concentró en su caso. Sólo el día que cada uno de ellos despierte la misma indignación podrá hablarse de cambio. Es cierto que su dimisión deja un mensaje, pero no deja de ser también el chivo expiatorio de una sociedad cada día más hostil.