El expresidente Belisario Betancur, quien acompañó al escritor Gabriel García Márquez a recibir el Premio Nobel de Literatura en Estocolmo, en 1982, sostuvo una amistad de más de medio siglo con el famoso novelista. Afirma con conocimiento de causa que su gran ambición que compartía con él era la de alcanzar la paz para Colombia. Por desgracia en esos tiempos cuando la subversión era más débil en el país, los sectores delirantes de la misma se lanzaron al asalto del Palacio de Justicia y frustraron una paz temprana para el país.
Cuánta sangre se ha derramado en esta tierra desde entonces, que se habría podido evitar si el M-19 y otros agentes del terrorismo, no hubiesen interpretado como debilidad del Gobierno sus esfuerzos por la paz. Esa nostalgia de no haber conseguido su objetivo convivente con Gabo, lacera el ánimo del expresidente que le duele que todavía en pleno siglo XXI los colombianos se sigan matando, sin darse cuenta de que esa es una guerra macondiana que nadie recuerda cómo comenzó, cómo ha proseguido, sin rumbo fijo y no se sabe cuándo va a culminar. Para que en vez de sepulcros blanqueados, como decía Gabo, broten flores en nuestros campos.