Mayor presencia de la Policía o militarización de los lugares en que se concentran seguidores de Millonarios y Santa Fe o restricción de ingreso a El Campín, algunas de las medidas a implementar
Los enfrentamientos entre hinchas de los dos equipos tradicionales de Bogotá, Santa Fe y Millonarios o entre estos y los de Nacional o América, han sido una gran preocupación para las autoridades, pero hasta el momento las medidas adoptadas no han rendido los frutos esperados.
A lo anterior se suma que las trifulcas se están dando entre seguidores de un mismo elenco, como ocurrió el domingo en la noche en el clásico, cuando los aficionados de los celestes se enfrentaron dentro del estadio, lo que llevó al alcalde Enrique Peñalosa y a su subsecretario de Seguridad, Daniel Mejía, a anunciar que, si es necesario, cerrarán El Campín o, en su defecto, prohibir el ingreso de integrantes de las barras que protagonizan los desmanes.
La situación se tornó más complicada con los choques entre hinchas azules y rojos, ya fuera del escenario de la calle 57, con saldo de cuatro heridos y 59 detenidos.
La Policía, que tiene a su cargo el control en El Campín y sus alrededores, cumple con su función y cuando ha sido necesario, las autoridades han decretado la ley seca. Sin embargo, los enfrentamientos han ido cambiando de escenario y se dan en lugares como el Parque de Lourdes, en Chapinero, en el sector de Banderas, en Kennedy o en La Rebeca, por solo citar tres.
Cada vez que ocurren estos hechos surge la pregunta: ¿qué hacer? Y la respuesta inmediata es incrementar el pie de fuerza de la Policía cuando los partidos son de alta tensión, como el clásico capitalino.
Pero el problema más allá, es de más fondo y requiere decisiones drásticas, como la de imponer la biometría para impedir el ingreso al estadio de los hinchas que han sido detectados como revoltosos o propiciadores de desmanes.
También está la opción de militarizar los lugares donde normalmente se dan los enfrentamientos, esto es las cercanías a El Campín y los lugares de concentración de las barras, que es a donde llegan los adversarios, bien sea porque saben que están allí o porque se citaron y, ante todo, volver a programas con Goles en Paz, que dirigió el padre Alirio López, quien hizo un trabajo al que no se le dio el reconocimiento que mecería, pero que sí logró apaciguar ánimos.
Valdría la pena volver la mirada, además, a lo que hizo Clara López cuando estuvo encargada de la Alcaldía de Bogotá, que sancionó a los Comandos Azules con dos meses sin derecho a ingresar a El Campín y los convocó a trabajar por la paz y la convivencia entre barras. Con la Blue Rain lo logró.
¿Qué pasa en Comandos?
Los Comandos Azules, barra brava ubicada en el sector norte del Campín, llevan cerca de ocho años en disputas internas, según fuentes consultadas por EL NUEVO SIGLO. Si se repasa el historial durante este tiempo, se encuentra que en la barra se han presentado reiteradas peleas tanto en la tribuna como a las afueras del estadio.
Según la fuente, en un partido entre Millonarios y Argentinos Juniors, por Copa Cafam en 2009, ambos bandos se enfrentaron por el poder, dejando un saldo de varios heridos. Otras personas consultadas dicen que las diferencias empezaron unos años antes durante un partido que disputaba Millonario y Quindío por Copa Mustang, cuando varios integrantes se acuchillaron en plena tribuna sur.
Desde entonces, la guerra ha sido el pan de cada día en las tribunas. Dividida por policías acompañados de miembros del Esmad, la tribuna norte estuvo partida en dos cerca de un año. Como si fueran enemigos acérrimos, los integrantes de cada bando entraban por diferentes puertas, se ubicaban en su sector y evacuaban el estadio en tiempos diferentes.
Unos año más tarde, las cosas parecían tomar un nuevo rumbo. Los integrantes de ambos bandos se reconciliaron el día del clásico contra Atlético Nacional, ante la mirada atenta del público capitalino. Pero el malestar generalizado volvió a explotar unos meses después y la tribuna norte de nuevo fue víctima de la violencia de los hinchas.
De ahí en adelante la tribuna norte ha estado dividida en algunas ocasiones y unida en otras. Pero es claro que las diferencias entre los líderes de ambos bandos persisten, tal como se vio en el clásico capitalino la noche del domingo pasado.
¿Faltan medidas?
Pero aparte del choque entre integrantes de los Comandos Azules por el poder, no se ha tenido en cuenta a ese recambio generacional de seguidores de los dos equipos tradicionales en Bogotá para involucrarlos en programas que los incentiven a portarse bien dentro de un escenario deportivo.
La mayoría de jóvenes tiene la imagen de los hinchas revoltosos, que van a los estadios a pelear o a la salida de los mismos a agredir al de los equipos rivales solo porque no comparten su gusto y es necesario emprender programas de formación de respeto a los demás o, porque detrás suyo están los cabecillas de algunas barras bravas que consideran que la mejor forma de hacerse sentir es formando desorden.
El futuro secretario de Seguridad, Daniel Mejía, dijo ayer que “vamos a trabajar con las barras, ya tenemos unos acercamientos iniciales con Idepac y Secretaría de Gobierno, pero si no funciona tomaremos medidas drásticas”.
Así mismo, el funcionario anunció que se revisarán los procesos que realizó la anterior administración con los barristas porque, al parecer, no se cumplió con el objetivo. “Debemos revisar la intermediación con las barras, el tipo de convenios o contratos de algunas barras de fútbol. No creo que era para ayudar al comportamiento y prevenir la violencia en los estadios, sino que tenían otros objetivos”.
Uno de los problemas que ha tenido el trabajo con las barras es el cambio de administración cada cuatro años debido a que las políticas implementadas son diferentes, es decir, cada vez comienzan nuevos programas.
Por ejemplo, la anterior administración manejó el programa “Goles y Territorios de Vida y Paz”, por parte de la Secretaría Distrital de Gobierno-SDG donde se reenfoque el programa porque los mayores índices de violencia entre barristas no se registraban dentro de los escenarios deportivos, sino fuera de ellos: en las localidades, donde unos y otros se agredían y mataban, con el agravante de que 'marcaban territorio', el cual era vedado para los miembros de otras barras, que no fueran de los suyos.
Es importante aclarar que no todo el que tenga puesta una camiseta es un barrista, sino que puede ser un hincha que no milita en ninguna de las siete barras más grandes de Bogotá que congregan unos 60.000 hinchas.
Los barristas de Santa Fe son de Disturbio Rojo, Bogotá y Guardia Albirroja; Millonarios Comandos Azules Izquierda, Comandos Azules Derecha y Blu Ray; Nacional Los del Sur, Bogotá y La Nación Verdolaga.