El bárbaro atentado de que fue víctima en la mañana del 15 de mayo de 2012 el ex ministro Fernando Londoño, es un acto altamente repudiable no solo por lo que él representa políticamente sino porque se trata indudablemente de un ataque frontal a la libertad de prensa.
Hombre de combate. Fernando Londoño Hoyos es un gladiador de la palabra. No se le conocen esguinces. Es franco hasta el extremo dialéctico, arrollador, vertical e intransigente en la defensa de sus principios, que cultiva con inteligencia y elocuencia. Los enemigos de la paz se la ingeniaron para perpetrar la terrible explosión mediante el uso de una exótica bomba adhesiva que no se conocía en los anales de la refinada delincuencia colombiana.
“La cierta mesura". La vida de Londoño Hoyos se salvó milagrosamente, pero quedan heridas incurables en el alma de la patria; cualesquiera hayan sido los autores del macabro acto no cabe duda que se trata de peligrosísimos enemigos de la civilidad. Aunque todas las autoridades con "cierta mesura" se niegan a reconocer la identidad de sus autores, es presumible el origen del atentado.
Sus ángeles de la guarda: Rosemberg y Ricardo. De nada valió el blindaje del carro en que se transportaba el ex ministro, ni mucho menos la escolta que lo acompañaba, la muerte de sus ángeles de la guarda es un hecho luctuoso que lamentamos de veras.
Inexplicable. En la mañana de ayer y como un homenaje a la forzada ausencia del Director, su equipo de trabajo se presentó a las instalaciones de Radio Súper a transmitir normalmente el programa La Hora de la Verdad. Cual no sería nuestra sorpresa cuando pudimos verificar que la sede de la estación radial estaba totalmente desprotegida por las autoridades encargadas. No obstante que el gerente de la emisora Juan Carlos Pava Camelo le había solicitado al ministro del Interior y de Vivienda Vargas Lleras la debida protección, entre otros varios temas.
El misterio. Cuando llegaba a la calle con 74 con Caracas en compañía de sus dos escoltas, se arrimó al vehículo una motocicleta con su respectivo parrillero, le ubicó en el capo un objeto, como suelen hacerlo en los semáforos los vendedores ambulantes; uno de los escoltas reaccionó e inmediatamente manifestó que ese era un paquete bomba. Londoño chateaba con su esposa y celebraba el éxito de su hijo en la universidad. Llevaba la cabeza inclinada hacia adelante en el momento en que le escribía a su señora que la invitaba a almorzar. En la Black Berry de doña Margarita Espinosa de Londoño eran las 11 a.m. en punto. La posición en que tenía la cabeza le salvó los ojos de las esquirlas, pero lo misterioso del hecho consistió en que su maletín con libros y documentos quedó completamente consumido por las llamas, sus teléfonos achicharrados, la silla donde venía sentado fue consumida también. Al llegar los escoltas del otro vehículo, se confundieron cuando observaron que en el carro algo se movía, pues los cuerpos de los dos escoltas acompañantes se habían desintegrado completamente y Fernando Londoño salió caminando. "Todo se destruyó menos él", los salvaron definitivamente sus dos ángeles de la guarda, Rosemberg y Ricardo.