Luego de una larga espera, Bernie Sanders respaldó la campaña de Hillary Clinton y se sumó a la lista de posibles vicepresidentes que acompañan a la candidata. En ella hay senadores de Virginia y New Jersey, secretarios de ministerios y ahora ex candidatos a la nominación demócrata. Un panorama similar vive Donald Trump, quien busca su segundo entre viejos conocedores del congreso norteamericano hasta una veterana de la guerra de Irak.
Las cartas de Clinton
En menos de tres semanas, cuando se realice la Convención Demócrata en Filadelfia, Hillary Clinton tendrá que elegir su vicepresidente. La candidata ha dicho que necesita alguien cercano a las minorías, lo que significa, poniendo las cartas sobre la mesa, que privilegiaría la elección de alguien que tenga un perfil cercano a los afroamericanos, latinos o grupos religiosos minoritarios.
Aunque quizá optará por una persona que tenga amplia trayectoria en el congreso para lidiar con la maquinaria republicana que gobierna por mayoría el recinto. Ante este horizonte de incertidumbre, ya empezaron a sonar algunos nombres en los medios locales. ¿Quiénes son?; ¿Cuáles son sus pros y sus contras?
Por el fenómeno en que se ha convertido, Bernie Sanders es el primero en la lista de vicepresidenciables. Su amplio caudal electoral, en el que se destaca una alta población de jóvenes, lo hace un candidato fuerte para el cargo. Además le pone una cuota de socialdemocracia a la campaña de Clinton, quien es vista como una aspirante neoliberal alejada de las políticas sociales, pese a reivindicar habitualmente el legado de Barack Obama.
Sanders, sin embargo, puede apoyar a la ex Secretaria de Estado, pero su fieles y contestatarios seguidores tal vez optarán por votar en blanco o abstenerse, antes que votar por ella. Si bien el ex candidato ha reiterado que comparten las mismas ideas frente a temas como el salario mínimo, la salud, el medio ambiente y la desigualdad, la sensación es que esta alianza no logra cuajar.
"Juntos, continuamos la lucha para crear un gobierno que nos representa a todos, y no sólo el uno por ciento”, dijo Sanders desde New Hampshire. Pero sus seguidores ya lanzaron la campana “Nunca Hillary”, demostrando su desacuerdo con esta alianza ¿Si no es por sus votantes, habría motivo para sellar esta alianza? A su favor está que no son todos, sino pocos los seguidores del socialdemócrata que están detrás de la iniciativa.
Si no escoge a Sanders por su “exagerado” perfil contestatario, Clinton puede optar por alguien que represente todo lo contrario: el establecimiento. Tim Kaine, senador por el estado de Virginia, es aquella persona que conoce como nadie la política en Washington y representa la comunidad católica de su estado, que es vecino de Pensilvania, uno de los lugares donde se va presentar el mano a mano entre demócratas y republicanos; no es azul, ni rojo.
Kaine, no obstante, representa la línea conservadora de los demócratas y se opone al aborto y el matrimonio homosexual, dos banderas importantes de la campaña de Clinton. Y tampoco suena tanto como Julián Castro, aquel texano de origen latino que desde el comienzo de la campaña ha sido una pieza imprescindible para ser candidato a la vicepresidencia.
Castro es secretario de vivienda y desarrollo urbano. Desde que fue elegido alcalde de San Antonio, en 2009, se ha creído que va llegar, por lo menos, a ser vicepresidente. De hecho su nombramiento como secretario se entendió como el primer paso para llegar a un alto cargo.
De Castro se habla mucho en los medios locales. Los Ángeles Times, medio de influencia nacional, dice que es el que tiene mayor opción por ser latino, una población que será juez y parte en la elección presidencial de noviembre. Pero el secretario aún es muy joven, tiene 41 años, y no es un gran orador que mueva masas.
Clinton, entonces, puede irse por un vicepresidente afroamericano. El más opcionado según la BBC es el senador por Nueva Jersey, Coory Brooker, quien anteriormente fue alcalde Newark. Éste también tiene la posibilidad de convertirse en juez del Tribunal Supremo.
Trump: mano dura o lobby
Donald Trump tiene menos tiempo para elegir su vicepresidente que Clinton. El Partido Republicano le exige que antes de que se realice la Convención, que será en dos semanas, debe tener su número 2. Hasta el momento se sabe que el multimillonario desea alguien que conozca de política exterior o sepa manejar el congreso. Con ese perfil, hay muchos opcionados.
Más que aspirante, Chris Christie parece un escudero. El día que renunció, EL NUEVO SIGLO dijo que iba aspirar a la vicepresidencia. Desde entonces no ha dejado de cuidarle la espalda a Trump; está bajo la nieve, en las torres de Manhattan, no lo desampara.
Pero no es simple fanatismo, Christie quiere ser vice. Y tiene condiciones para serlo. Fue gobernador de Nueva Jersey, un estado de tendencia demócrata, demostrando su capacidad para manejar y llegar acuerdos con los opositores del otro partido.
Trump necesita acuerdos en el congreso. Christie puede lograr varios de ellos. Aunque él está implicado en un proceso sobre el carril de cierre del puente George Washington en su ciudad, que puede afectar su aspiración.
Pero Trump sabe que necesita robarle votos a los demócratas. A estas alturas está a dos puntos por debajo de Clinton, con 40%. Esta situación lo obliga a perfilar una candidata mujer como posible opción. Dentro de la baraja de candidatas la que más suena según The New York Times es la senadora de Iowa, Joni Ernst.
Veterana de guerra de Irak y retirada de la Guardia Nacional, Ernst tiene una amplia experiencia en política exterior y representa esa mano dura en la que ha hecho énfasis el multimillonario. A nivel nacional, sin embargo, no tiene recorrido, ya que fue elegida senadora hace tan sólo dos años.
Finalmente dentro de la baraja está el candidato de los cálculos electorales: Mike Pence. Gobernador de Indiana, uno de los estados claves en las elecciones presidenciales.
En elecciones anteriores, Indiana ha tenido los resultados más cerrados entre candidatos. Por ese motivo, necesitaría alguien que le diera fuerza para ganar allá. Aunque Pence tiene la desventaja de haber apoyado a Ted Cruz en las primarias, uno de los mayores contradictores de Trump.