Si bien las últimas no han sido semanas fáciles para el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, lo cierto es que los analistas políticos insisten en que la mitad de este 2015 sí se puede considerar como una de sus mejores etapas gubernamentales en los seis años que lleva en la Casa Blanca.
Lo anterior porque las encuestas señalan que su índice de aprobación de gestión se puso, de nuevo, por encima del 50 por ciento, un indicador que no alcanzaba desde el primer trimestre de 2013, apenas unos meses después del arranque de su segundo mandato y cuando esa popularidad se consideraba normal para un presidente recién reelecto.
¿Por qué se recuperó la imagen del titular de la Casa Blanca? Hay varias razones que ponen sobre el tapete los analistas. De un lado, el triunfo logrado por la Presidencia en la Corte Suprema de Justicia que avaló la reforma al sistema de salud que impulsó la administración demócrata y que tuvo no pocos contradictores políticos, económicos e institucionales.
De otro lado, al tenor de las encuestas, existe coincidencia en muchos de los estadounidenses en torno a que Obama ha sabido manejar con objetividad los problemas y tragedias que se han presentado por cuenta de las tensiones raciales, que han incluido desde asesinatos de personas de raza negra por parte de agentes de Policía blancos hasta la masacre días atrás en una iglesia de Charleston, en donde un joven caucásico asesinó casi una decena de afrodescendientes.
Sin apartarse de ser el primer mandatario estadounidense de raza negra y con la presión de distintos movimientos étnicos que le piden acciones extremas, Obama ha condenado drásticamente estos crímenes de odio, sin importar el color de la piel de los agresores o las víctimas.
Por igual, la Casa Blanca ha logrado mantener un ritmo lento pero sostenido de crecimiento de la economía, pese a los altibajos de los indicadores macro y micro.
Contrario a lo que años atrás se pensaba, lo cierto es que la opinión pública mayoritaria no ha castigado a la Casa Blanca por el descongelamiento de las relaciones con Cuba y el rápido proceso de las negociaciones entre ambos gobiernos, que ya tiene un compromiso de reapertura de embajadas a corto plazo e incluso la petición de Obama al Congreso de su país para que comience a instrumentar la posibilidad, a mediano plazo, de levantarle el embargo económico a la isla. Algo que no será fácil, dado que los Republicanos dominan ambas cámaras legislativas.
Tampoco ha sido fácil para el presidente norteamericano tener que ponerles la cara en las últimas semanas a los nuevos coletazos por el espionaje a nivel mundial que realizaron las agencias de seguridad estadounidenses. Tanto con Francia como con Brasil, le tocó al propio Obama salir a dar las respectivas explicaciones y tratar de disminuir las tensiones geopolíticas derivadas.
Otros temas como las fallas en la estrategia internacional para enfrentar la arremetida del “Estado islámico” o las siempre tensionantes relaciones con Rusia, o incluso el engorroso proceso de la negociación nuclear con Irán, así como la accidentada situación en Medio Oriente entre palestinos e israelíes, le han acarreado al mandatario norteamericano no pocas críticas, pero aun así ha logrado mantener indicadores internos muy potables en materia de imagen, gestión y popularidad.
Por ahora es claro que tener a un presidente reelecto que a mitad de su segundo mandato tiene una popularidad por encima del 50 por ciento, marca un precedente bastante significativo cuando ya arrancó la campaña para su sucesión y el pulso con los Republicanos, en especial con la casa Bush, apunta a tener a la Casa Blanca y a su más segura candidata, Hillary Clinton, como una dura contraparte.