El presidente estadounidense Barack Obama sufrió el martes pasado su más grande derrota electoral desde que llegó a la Casa Blanca y, de paso, puso en gran duda la posibilidad de que el Partido Demócrata pueda seguir en el poder dentro de dos años.
En un resultado en las urnas sin atenuantes, el Partido Republicano no sólo amplió su dominio en la Cámara de Representantes sino que también obtuvo las mayorías en el Senado. Es decir, faltando aún dos años para terminar su segundo periodo, Obama tendrá un Congreso dominado por la oposición. A ello se suma, que los Republicanos también ganaron los comicios en varios estados que eran de predominio de los Demócratas.
Aunque al titular de la Casa Blanca aún le queda la opción de legislar por la vía del decreto así como el de vetar leyes aprobadas por el Congreso, lo cierto es que el margen de maniobra político de Obama se redujo ostensiblemente, poniendo en evidencia que la ciudadanía está decepcionada en forma sustancial con su gestión, tanto en lo que tiene que ver con la resolución de problemáticas internas como frente a las crisis geopolíticas a nivel internacional.
La gran oportunidad es ahora para los Republicanos, que tendrán que saber administrar su victoria y mantener un mapa político favorable que los lleve a ganar los comicios presidenciales en dos años. Para ello cuentan por ahora con el liderazgo de Jeb Bush, del mismo clan político que puso dos presidentes en las últimas dos décadas.