Banderazo con Vargas y "el de Uribe" | El Nuevo Siglo
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Sábado, 5 de Agosto de 2017
Redacción Política
Es claro que mientras no se defina el candidato del Centro Democrático y el exvicepresidente, que lidera los sondeos, se lance oficialmente al agua, el ajedrez de la contienda es muy ambiguo y gaseoso. ¿Qué pasó en anteriores campañas? ¿Cuándo se destrabará la actual? 

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¿Por qué no arranca si falta tan poco tiempo? Hay varias razones que explican esta circunstancia política. En primer lugar que en esta ocasión, a diferencia de las últimas tres elecciones para la Casa de Nariño, no está de por medio la posibilidad de la reelección presidencial.

Antes de ello la situación era muy parecida a lo que se está ocurriendo hoy. Una prueba es lo que pasó en 2002, cuando los hechos que definieron el panorama de la campaña presidencial se registraron apenas faltando dos meses y medio para la primera vuelta.

Como se recuerda, la campaña para la sucesión de Andrés Pastrana estaba signada por el accidentado rumbo del proceso de paz con las Farc en el Caguán. Casi todos los precandidatos y candidatos de entonces se mostraban a favor de la continuidad de las tratativas, empezando por el liberal Horacio Serpa, el izquierdista Luis Eduardo Garzón, la excanciller Noemí Sanín y la excongresista Ingrid Betancourt. También estaba en la competencia, a nombre del conservatismo, el exministro Juan Camilo Restrepo. Serpa encabezaba las encuestas hacia diciembre de 2001 y los aspirantes que proponían mano dura contra la guerrilla, Álvaro Uribe y el general (r) Harold Bedoya, estaban en el sótano de los sondeos.

Vendría, entonces, la crisis en el proceso del Caguán por el secuestro de un avión y un senador en el Huila, por lo que la negociación se rompió un 20 de febrero de 2002. En cuestión de días, Uribe, que se presentaba a nombre de Primero Colombia, se disparó en las encuestas de forma sustancial, a tal punto que faltando pocas semanas para el 26 de mayo, fecha de la cita en las urnas, la disyuntiva no era tanto si ganaría, sino si podría hacerlo en primera vuelta, algo inédito desde que este esquema de dos rondas fue creado por la Carta del 91.

Al final de cuentas, el exalcalde, exgobernador y excongresista barrió en los comicios de primera vuelta, sumando el 53% de los votos, con Serpa en segundo lugar, con 31%.

 

El factor reelección

Sin embargo, la siguiente campaña presidencial cambió debido a que en 2004 el Congreso, en una accidentada votación que incluso dio origen al escándalo judicial conocido como la “yidispolítica”, derogó el “articulito” constitucional que prohibía la reelección, que venía rigiendo desde hacía muchas décadas.

En pleno pico de la Política de Seguridad de Democrática, gracias al Plan Colombia aprobado en el mandato anterior, Uribe tenía una altísima popularidad, por lo que el escenario para la siguiente campaña se mostraba con un Presidente-candidato que apostaba a ganar en primera vuelta y los otros partidos y aspirantes pujando por evitar ese triunfo en mayo y abrir así la posibilidad de que el rival que pasara a la segunda vuelta  pudiera liderar una coalición antiuribista con mayor opción para arrebatarle la Casa de Nariño.

Sin embargo, la campaña no fue larga ni tan competida como se esperaba, porque varios partidos prefirieron no jugarse e irse a la segura respaldando a Uribe. Solo el liberalismo, con Serpa a la cabeza de nuevo, y el Polo, con el exmagistrado Carlos Gaviria Díaz, se le midieron a la contienda proselitista.

Sin embargo, la estrategia de la oposición, por más batalla que trató de dar, simple y llanamente no funcionó. Uribe se impuso en la primera vuelta, en mayo de 2006, con un contundente 62% de los votos, con el candidato izquierdista muy lejos (22%) y el liberal de tercero (11,8%).

Foto ENS

 

Otra campaña corta

 

Paradójicamente cuatro años más tarde, el panorama definitivo para la contienda por la Casa de Nariño también se definió faltando pocas semanas para la cita en primera vuelta.

¿La razón? Sencilla: Uribe. Cuando no iba a la mitad de su segundo mandato empezó a tomar fuerza entre los uribistas la tesis del “irremplazable” y desde varios sectores afines al gobierno comenzó a abrirse paso la posibilidad de buscar una fórmula para una segunda reelección. El Jefe de Estado no se definía al respecto, diciendo incluso que el tema le generaba “un dilema del alma”, pero como nunca se opuso radicalmente, pues ello fue entendido como un aval indirecto a la iniciativa.

Con el pasar de los meses esa idea inicial desembocó en una campaña de recolección de firmas para citar un referendo en el que los colombianos se pronunciaran sobre un tercer mandato consecutivo. El Congreso, en septiembre de 2009, aprobó el respectivo proyecto de ley, pese a que existían dudas sobre su constitucionalidad e incluso un error en la redacción de la pregunta.

Ese hecho, como era apenas obvio, dejó toda la campaña presidencial en suspenso, porque si bien ya había varios precandidatos y candidatos arrancando giras, era apenas obvio que si la Corte Constitucional avalaba la ley de convocatoria al referendo, la posibilidad de que ganara el Sí era muy alta, por lo menos al tenor de las encuestas de finales de ese año, aunque el antiuribismo y los vientos de cambio político eran más fuertes que años atrás.

Pasaron y pasaron las semanas, y mientras algunos partidos lanzaron precandidatos para consultas internas, otros ya perfilaron sus respectivos aspirantes. Arrancó el 2010 y el escenario de la contienda continuaba en una especie de ‘suspensión activa’ en espera de que la Corte diera su fallo sobre el referendo reeleccionista.

Eso sólo ocurrió el 26 de febrero, es decir unos días antes de los comicios parlamentarios y a dos meses y medio de la primera vuelta. El alto tribunal, por una mayoría de 7-2, concluyó que la ley era inexequible por vicios de forma y fondo.

Así las cosas, sólo a partir de esa fecha el escenario de la campaña presidencial se pudo empezar a clarificar, porque Uribe quedaba fuera del partidor y ahora la competencia era por quién tendría su guiño.

Como se recuerda, inicialmente el Presidente apostaba por la precandidatura conservadora de su exministro Andrés Felipe Arias, pero como este perdió la consulta interna con Noemí Sanín (votada el día de las elecciones a Congreso), entonces no tuvo opción distinta que respaldar al candidato en ciernes de La U, su exministro de Defensa, Juan Manuel Santos.

Vendría, así, con muchas definiciones de última hora, en donde los resultados de las parlamentarias fueron determinantes, una campaña corta pero competida hacia la primera vuelta. Santos-La U casi gana, al sumar 46% de los votos, seguido por el verde Antanas Mockus (21%), Germán Vargas-Cambio Radical (10%), Gustavo Petro-Polo (9%), Sanín-conservatismo (6%) y Rafael Pardo-liberal (4%).

Siendo tan claro el favoritismo de Santos, la mayoría de los partidos se alinearon con el exministro uribista que en junio siguiente, sin mayor problema, sumando el 69% de los votos, ganó contra 27% del exalcalde capitalino.

 

Vuelve y juega

 

Ya para 2014, de nuevo la posibilidad de reelección marcó los ritmos de una campaña que se presumía la más competida desde 2002, no sólo porque Santos y Uribe habían partido cobijas y ahora el segundo era el principal opositor al primero, sino porque el país se encontraba polarizado alrededor del acuerdo de paz con las Farc, que por entonces estaba a medio camino de negociación en La Habana.

"La inexistencia del factor reelección  no aceleró la actual campaña”

Aunque en el tercer trimestre de 2013 muchos dudaban que Santos, con una popularidad inferior al 20% se lanzara, sobre todo después de la debacle gubernamental en medio del paro agrario, el 20 de noviembre el Jefe de Estado anunció que buscaría repetir mandato. Ese hecho se constituyó, de entrada, en el banderazo de la campaña, dando lugar a seis meses de contienda para que se definieran las cargas políticas y electorales.

Los uribistas, mediante convención a finales de octubre, ya habían elegido a Óscar Iván Zuluaga como candidato. Los conservadores, en enero de 2014, en una agitada convención terminaron por elegir a Marta Lucía Ramírez como candidata, pese a que las toldas gobiernistas pujaban por respaldar la reelección de Santos. Desde finales de 2012 ya se sabía que Clara López sería la aspirante del Polo, en tanto que liberales y Cambio Radical decidieron apoyar al Presidente-candidato, siendo incluso escogido Germán Vargas como fórmula vicepresidencial de la coalición La U, Cambio y liberales. Ello mientras el conservatismo se dividía entre Ramírez y el ala gobiernista.

Tras una campaña muy álgida y accidentada, el día de las urnas Zuluaga ganó sorpresivamente con el 29% de los votos, Santos quedó segundo con 25%, en tanto que Ramírez y López, cada una con 15% de los sufragios, se convirtieron en la sorpresa de los comicios.

Ya de cara a la segunda vuelta, las coaliciones empezaron a definirse. Santos sumó a un sector del Polo y de los verdes, en tanto Zuluaga a Ramírez, todo ello en medio de una ‘guerra política’ en todas las instancias, incluso con escándalo a bordo por el espionaje al proceso de paz que golpeó fuertemente al Centro Democrático.

Como se sabe, finalmente se dio el balotaje y Santos ganó su segundo mandato con el 50% de los votos, en tanto Zuluaga perdió con el 45%.

 

 

Y ahora…

 

Como en la llamada reforma al “equilibrio de poderes”, aprobada a mediados de 2015, el gobierno Santos incluyó la prohibición de la reelección, se pensaba que la campaña presidencial para los comicios presidenciales de 2018 arrancaría no sólo de forma más tempranera, sino que, además, tendría un escenario mucho más despejado, sobre todo faltando nueve meses para la cita en las urnas en primera vuelta.

Sin embargo, esa previsión no se ha cumplido. Prueba de ello no sólo es el hecho de que todavía existen más de 15 precandidatos y candidatos, lo que evidencia que todavía se está en una etapa preliminar, sino porque las encuestas sobre preferencias electorales muestran escenarios muy ambiguos.

A ello se suma, que la mayoría de los partidos no ha definido ni siquiera las reglas del juego para escoger a su candidato único. El liberalismo sólo lo hará en su congreso de septiembre y aunque los precandidatos Juan Manuel Galán y Viviane Morales son partidarios de una consulta popular interna este año, se dice que al exjefe negociador en La Habana, Humberto de la Calle, la idea no le suena mucho y preferiría ser aclamado o una decisión convencional.

 

El Partido Conservador tampoco ha dicho cómo escogerá su aspirante, ya que mientras algunos piensan que debería ser por consulta interna, en donde compitan Marta Lucía Ramírez y Ubeimar Delgado, otros sostienen que es mejor citar lo más rápido posible un congreso o una convención para escoger a la dirigente, y luego sí pensar en si es mejor irse directo a la primera vuelta o pensar en una alianza multipartidista que escogería su candidato único en una consulta el mismo día de los comicios parlamentarios, el 11 de marzo.

La Alianza Verde, con Claudia López y Antonio Navarro como precandidatos, dice que podría irse a una consulta popular, pero en realidad tiene sus ojos puestos en una coalición con Sergio Fajardo (Compromiso Ciudadano) y Jorge Enrique Robledo (Polo), que escogería su aspirante en una consulta interpartidista también en marzo. Coalición a la que aspirarían sumar a la exministra Clara López o al mismo Gustavo Petro, que también piensan en alianzas pero no necesariamente con los tres primeros.

 

Pero, sin duda, una de las mayores incógnitas que tiene frenado el despeje del escenario real de la campaña presidencial está en cuándo el Centro Democrático definirá su candidato único. Si bien hay cinco precandidatos (Iván Duque, Paloma Valencia, Carlos Holmes Trujillo, María del Rosario Guerra y Rafael Nieto) ninguno de ellos marca bien en las encuestas, pero la opción “el que ponga Uribe” sí ocupa los primeros lugares en los sondeos.

De allí que se considere que una vez, antes de dos meses, el exmandatario y senador señale a su escogido (ya sea por mecanismo de consulta, encuesta o consenso entre los propios aspirantes), el uribismo empezará a subir en las encuestas y la posibilidad de una coalición con miras a una consulta interpartidista, a la que podrían acudir el exprocurador Alejandro Ordóñez (prencandidato por firmas) y hasta la propia Ramírez, empezará a tomar cuerpo.

 

El otro gran detonador de la verdadera campaña será el lanzamiento del exvicepresidente Vargas Lleras, quien si bien lleva muchos meses encabezando las encuestas, desde que dejó el cargo, en marzo pasado, ha mantenido un silencio político y electoral muy marcado, salvo por aislados pronunciamientos.

Mientras el resto de candidatos y precandidatos ya hablan como tales, incluso en plaza pública, redes sociales, recogiendo firmas y hasta planteando posibles alianzas, Vargas no ha descansado de giras por todas las regiones, está montando la estructura de su campaña y definiendo su plataforma programática, pero siempre alejado de la prensa y los debates políticos mediáticos del día a día.

Es apenas claro, entonces, que el ajedrez de la campaña es uno y previo con uno de los favoritos sin lanzarse oficialmente, y será otro muy distinto y con más sentido definitivo cuando finalmente oficialice su candidatura. De allí la importancia de lo que pase con Vargas Lleras.

Todo lo anterior es lo que explica por qué, pese a faltar nueve meses para la primera vuelta, la campaña presidencial en Colombia todavía es muy preliminar, con escenarios demasiado provisionales y sujetos a muchos cambios en el corto y mediano plazos…

Faltan, como se dijo, las definiciones de conservadores y liberales, así como la hoja de ruta para la coalición de verdes, Fajardo y Robledo. También es clave saber cómo van a moverse López y Petro, que suben en las encuestas. Pero el verdadero banderazo será, sin duda, cuando el uribismo defina su nombre y Vargas se ubique en el partidor. Allí el ajedrez político y electoral empezará a mostrar, verdaderamente, hacia quién se inclinará la balanza… antes no.

 

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