Desde que se entregó a Scotland Yard en diciembre de 2010, el fundador de WikiLeaks, una web especializada en filtraciones, siempre se presentó como víctima de "persecuciones" en su combate para "liberar a la prensa" y "desenmascarar los secretos y abusos de Estado".
Se declaró "amenazado de muerte", denunció un "boicot económico", habló de un complot urdido por las autoridades estadounidenses para deportarlo a Guantánamo, vía Estocolmo.
¿La razón? WikiLeaks es la pesadilla de Washington desde la difusión de cientos de miles de documentos estadounidenses, mensajes militares secretos sobre las guerras de Irak y de Afganistán y cables diplomáticos confidenciales.
Assange, de 40 años, se dice "abandonado" por su país de origen, Australia. Critica la constancia de los tribunales británicos en querer enviarlo a Suecia para responder a las acusaciones-infundadas según él- de violación y agresión sexual denunciadas por dos mujeres.
Desde hace tres semanas, sin embargo, el carismático comunicador parecía haber dejado el primer plano. No asistió a la vista en la que la Corte Suprema británica rechazó su última apelación el 14 de junio, perdiéndose de paso una cita con la prensa y un puñado de admiradores.
Su última aparición pública se remonta al 25 de mayo. Extrañamente, apareció con la cara oculta bajo una máscara de Anonymous. Con este comentario sibilino: "Más vale que os acostumbréis. Es tal vez mi última aparición pública".
Assange también puede contar a priori con el respaldo del presidente ecuatoriano. Cuando lo entrevistó en abril, Rafael Correa, dijo estar ante un hombre "perseguido, calumniado, linchado mediáticamente" después de haber puesto "en jaque" a Estados Unidos.
Recluido en la embajada de Ecuador, el australiano de pelo blanco y sonrisa a menudo sarcástica vuelve a una cierta clandestinidad. Como cuando evitaba dormir dos noches consecutivas en el mismo lugar, o cambiaba continuamente los 'chips' de su teléfono para borrar su rastro.
Fue "Hombre del Año" para la revista norteamericana Time, y recibió premios de defensores de los derechos humanos. Pero hoy, el hombre que presume de haber inventado "el primer servicio de inteligencia del pueblo al mundo" parece estar muy solo.