- Baja inflación, factor clave
- Una economía desacelerada
A dos meses y medio de que termine el año, ya comienza a calentarse lo que será la negociación del aumento del salario mínimo para 2018. Y, como siempre ocurre, las posturas no oficiales de empresarios y sindicatos se avizoran muy lejanas en cuanto al porcentaje en que debería ser reajustada la remuneración básica, que marca también lo que deben subir otras escalas de sueldos.
Es claro que la inflación ha estado todo este año en cintura, a tal punto que para septiembre la variación mensual del Índice de Precios al Consumidor fue de 0,04 por ciento, la del año corrido (los primeros nueve meses de 2017) se ubicó en 3,49 por ciento y la anualizada (septiembre 2016-septiembre 2017) quedó en 3,97 por ciento.
Lo anterior quiere decir, a menos que se presente una cresta de carestía atípica este último trimestre, que la meta de inflación se va a cumplir este año, pues estaría alrededor del 4 por ciento, que es el techo máximo fijado por el Banco de la República.
Ese 4 por ciento, entonces, sería la base para definir el aumento salarial del próximo año. No hay que olvidar que en 2016 la inflación creció un 5,75 por ciento y al final el Gobierno decretó un reajuste del sueldo básico de 7 por ciento, quedando en $737.717 pesos, más un auxilio de transporte de $83.140.
¿Qué podría pasar este año? De entrada se puede advertir que la negociación será bastante compleja, toda vez que difícilmente los empresarios aceptarán igualar el porcentaje del incremento de 2016, pues serían casi tres puntos por encima del resultado inflacionario.
Los sindicatos ya comenzaron a poner sobre la mesa algunas propuestas extraoficiales, según las cuales el porcentaje de aumento salarial no debería ser inferior al 8 por ciento, toda vez que es necesario sumar no sólo el factor de productividad sino también la necesidad de que los trabajadores con más bajos ingresos puedan recuperar algo del poder adquisitivo perdido en los últimos años por cuenta de un mayor costo de vida y, para el caso de este 2017, el impacto de la nueva reforma tributaria que, por ejemplo, aumentó en 3 puntos porcentuales el Impuesto al Valor Agregado (IVA).
Los empresarios, a su turno, ya comenzaron a advertir que ‘el palo no está para cucharas’, puesto que ha sido un año muy difícil toda vez que la economía atraviesa un periodo de desaceleración muy preocupante, como lo prueba el hecho de que el promedio de crecimiento del primer semestre fue apenas de un 1,2 por ciento. Si a ello se suman otros problemas como bajas ventas, altos inventarios, desempleo del 9,1 por ciento y una mayor carga tributaria, entonces es lógico vislumbrar que, en el mejor de los casos, no ofrecerían un aumento que vaya más allá de un 5,5 por ciento.
Semanas atrás la Asociación Nacional de Instituciones Financieras (Anif) ya había dado un primer campanazo sobre este tema, al indicar que el reajuste salarial para 2018 no debería estar más allá del 4,5 por ciento.
Si bien es cierto que la Comisión de Concertación Salarial debe citarse en las próximas semanas, desde ya se vislumbra que no serán nada fáciles las tratativas y que la opción de un nuevo reajuste fijado por decreto en la agonía de diciembre toma cada vez más fuerza. El Gobierno, como el tercero en la mesa, en realidad no tiene mayor margen de acción, pues sabe que un reajuste salarial más allá de las realidades objetivas de la economía y de la coyuntura financiera empresarial, tendría efectos perjudiciales a corto y medianos plazos.
Se viene, pues, el nuevo pulso salarial. Serán varias semanas de discusiones y de la siempre desgastante oferta y contraoferta de propuestas, así como de ultimátum de las partes. Todo ello, muy probablemente, para desembocar en la ruptura de las tratativas y el decreto salarial en las postrimerías del 2017.
Lamentablemente siempre que se acerca la negociación sobre el sueldo básico se pone sobre la mesa la necesidad de cambiar la metodología para fijar el incremento, teniendo en cuenta otra multiplicidad de factores estructurales y coyunturales que tienen impacto directo o indirecto sobre el escenario laboral. Incluso hay expertos que consideran arcaico el sistema que se aplica en el país sobre esta materia. Sin embargo, pasan las discusiones y el tema vuelve al congelador hasta un año después, cuando asoma de nuevo el pulso salarial, como ahora...
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