A una semana de que se reanuden las sesiones del Congreso, esta vez por la vía de las extraordinarias, la movida en los distintos partidos está muy candente.
En La U, por ejemplo, hay dos fenómenos claros. De un lado, un gran número de senadores y congresistas parecen impulsar una especie de conato de rebelión frente a la Casa de Nariño, al considerar que no se han equilibrado las cargas burocráticas y de cuotas de poder en el Gobierno. Aunque hablan de romper la coalición, no hay chance real de ello.
Lo cierto es que no sólo quieren que se les amplíen los cupos en el gabinete, sino que defienden el derecho a que el próximo Fiscal o Procurador sea de esa divisa política. Incluso se ha escuchado, en privado, a varios parlamentarios sosteniendo que La U, por ser el “partido de gobierno”, debería tener la posibilidad de que el vicepresidente de la República, una vez renuncie Germán Vargas Lleras en menos de un año para lanzar su candidatura presidencial, sea uno de los suyos. Hasta manejan nombres como los del exministro Sergio Díaz-Granados o el actual titular de Agricultura, Aurelio Iragorri.
El segundo pulso se refiere al remezón de la cúpula. Más allá de los contradictores y partidarios de la gestión del senador Roy Barreras, lo cierto es que en la próxima asamblea partidista se definirá si se opta por mantener un directorio colegiado o virar hacia la figura del jefe único. No se trata de una decisión menor pues a la sombra de la misma se empieza a mover el posicionamiento de la baraja de precandidatos presidenciales en un partido que, a hoy, no tiene todavía una ficha fuerte para jugarse por la sucesión de Santos en 2018.
No menos movida está la situación en las toldas liberales. Allí no sólo persisten las voces que consideran que el Gobierno debe darles más juego burocrático, empezando por proyectar una terna de tonalidad roja para el Fiscal General, sino incluso asignarles carteras con más margen de maniobra presupuestal y mediático en el próximo revolcón ministerial. Pero también crecen las posturas de quienes advierten que si el liberalismo quiere mantener opción de Presidencia para 2018, debe marcar distancia a temas polémicos gubernamentales como la reforma tributaria estructural, tal como pasó con su férrea oposición a la venta de Isagen.
Para varios analistas es claro que en el partido se empiezan a notar tres vertientes: la serpista, la gavirista y una de tendencia más de corte santista, que tendría en cabeza al hoy ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, de quien se dice que si sale del gabinete en los próximos meses buscaría ser el jefe único del liberalismo, pese a liderazgos emergentes como los de Luis Fernando Velasco o el propio Juan Manuel Galán.
Pulso por la vice
En cuanto a Cambio Radical, allí el orden interno se impone alrededor del liderazgo de Vargas Lleras. Sin embargo, ya hay alerta temprana ante los rumores que de La U considera que ese partido debería ser el relevo en la Vicepresidencia, algo que Cambio Radical no aceptaría. Es más, para reemplazar al hoy segundo a bordo ya están en el sonajero la exalcaldesa de Barranquilla, Elsa Noguera, y el actual ministro de Vivienda, Luis Felipe Henao.
Por igual se afirma que ese partido considera que tiene derecho a que uno de los suyos sea el próximo Fiscal General, y para ello el primero en la lista de posibles ternados continúa siendo el exministro Néstor Humberto Martínez.
Sin embargo, hay voces que, en privado, consideran que Cambio debe tener cautela con dos situaciones puntuales. En primer lugar, la evolución del proceso de paz con las Farc y hasta qué punto el desarrollo del mismo se cruce con la antesala de la campaña presidencial, obligando a los aspirantes a fijar posturas más específicas al respecto, con todo lo que ello implica en un país político polarizado. Y, como segundo término, si temas como el escándalo de Reficar o el coletazo político impopular de la reforma tributaria estructural pueden terminar afectando el arranque de la aspiración de Vargas Lleras.
Pasando a las toldas conservadoras, allí el panorama es el siguiente: la bancada prácticamente tiene definido el reingreso a la coalición de Unidad Nacional, con la salvedad de que mientras algunos congresistas y dirigentes dicen que debe hacerse ya y sin más peros, otros sostienen que debe condicionarse, ya sea a que el Gobierno prometa que mantendrá las cuotas ministeriales al Partido y la sucesión en la Procuraduría, o que se acuerden, además, con la Casa de Nariño algunos puntos programáticos en materia de programas sociales y cierto margen de independencia crítica frente a temas como el proceso de paz o la reforma tributaria estructural.
Es claro que los sectores antisantistas del conservatismo han perdido espacio tanto en el Directorio como en la propia bancada, en tanto que la división de criterios en torno a cuál será la estrategia para la carrera presidencial aumenta días tras día, aunque sigue ganando espacio la posibilidad de tener candidato propio de nuevo en la primera vuelta.
Toldas amarillas
En el Polo, de otra parte, cada día es más evidente el pulso entre los sectores de la excandidata Clara López y el senador Jorge Enrique Robledo, más aún frente a los acercamientos de la primera con otros partidos y sectores de izquierda, así como ante la posibilidad de que ella ingrese al gabinete ministerial.
Esta última opción parece que se dilató, pues se le habrían ofrecido las carteras de Agricultura y Relaciones Exteriores, pero en la primera La U no aceptaría ceder ese cargo y en la segunda ya está claro que Ángela María Holguín se quedará, por lo menos, hasta octubre, una vez se firme el proceso de paz, sea refrendado y comience a operar la “misión política” de la ONU para verificar el cese el fuego y de hostilidades.
De igual manera, es claro que el acercamiento del petrismo al proyecto de un nuevo intento de coalición de izquierda tiene defensores y críticos en el Polo, sobre todo cuando la baraja de presidenciables aumenta semana tras semana, empezando por Robledo, Iván Cepeda, Petro y la propia López.