La antipolítica se vive en Venezuela | El Nuevo Siglo
Foto Agence France Press
Miércoles, 6 de Diciembre de 2017
Pablo Uribe Ruan
A medida que la crisis empeora, algunos venezolanos han ido adoptando una posición de total incredulidad. Con una dirigencia opositora que no los convence, la esperanza de cambiar de régimen vuelve a ser la misma que al principio de año: poca, baja, casi no existe.

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En navidad, los venezolanos solían beber colas negras, igual que en cualquier parte de Latinoamérica, del mundo.  Ahora, como el pan, escasean en las estanterías.

Un trabajador -de un mercado de Caracas- le dijo hace unos días a un medio local  que “no ha llegado refresco desde hace varias semanas, supuestamente es por la falta de azúcar” (El Estímulo). Aunque el problema no sólo es de insumos para producir la cola.

Después de meses de escasez, se rumora que tampoco hay plástico para hacer botellas. La opción, entonces, ha sido fabricarlas de vidrio, a la vieja usanza -una alternativa ambiental-, pero de esta manera no se alcanza a abastecer la demanda, despoblando las estanterías donde solían ubicar las gaseosas.

Crisis: como la quieran llamar

En su visita a Caracas esta semana, Alfredo de Zayas, delegado de la ONU, coincidió con “la FAO y Cepal  que no existe tal crisis humanitaria en Venezuela, aunque en algunos sectores hay escasez, desabastecimiento, demoras en la distribución, etc”.

Pero la crisis -como la quieran llamar- se manifiesta en todos los niveles; es un monstruo de mil cabezas. Conocidas por todo el mundo, las cifras son aterradoras. El país tiene las mismas tasas de desnutrición que algunos países de África. Y la hiperinflación sube al ritmo de la deuda pública.

Las marchas de mitad de año, que recuperaron el espíritu de cambio, terminaron generando un efecto adverso: desolación absoluta. Incredulidad. Ahora, nadie cree en nadie.

A cinco días de las elecciones municipales y de alcaldes, no existe una gota de ambiente electoral, algo que se parezca a las regionales de hace dos meses. Es notorio el rechazo hacia los líderes de la oposición.

La “democracia boba”, término que usó alguna vez Guillermo García Ponce, fallecido chavista, es para algunos la mejor forma de describir el sombrío momento venezolano. Férreo doctrinante de Hugo Chávez, García Ponce decía que el modelo ideal era una democracia formal  con blandenguería. Un aparente modelo democrático, un espejo democrático, para lograr, poco a poco, la prevalencia del autoritarismo “revolucionario”.

La “democracia boba” triunfa en la medida en que la oposición pierde su vocación de prevalencia. La dirigencia opositora poco a poco va mostrando, por ella y por el chavismo, que sus deseos de prevalencia se pierden en medio de un mar de contradicciones.

El chavismo sistemáticamente ha bloqueado a sus principales líderes. Inhabilitó a Henrique Capriles, Antonio Ledezma huyó y Freddy Guevara se exilió en la embajada de Chile. En las voces que quedan  hay una mezcla de tradicionales políticos con jóvenes promesas.

Golpeada, la oposición no ha sido capaz de unirse. Por el contrario, cada vez está más dividida. Y las elecciones de este domingo serán una bofetada más en su intento por acabar con el modelo hegemónico que gobierna en Miraflores.

La oposición, después del domingo, se enfrentará a su segunda derrota en línea. Es así porque la mayoría de la dirigencia llamó a la abstención, luego de comprobar que en algunos estados se presentaron irregularidades durante los comicios regionales.

Algunos opositores, sin embargo,  han decidido participar motivados por el mismo argumento que Henry Ramos Allup, líder de Acción Democrática, defendió hace dos meses: no participar es dejarle la puerta abierta al chavismo para que domine todo el escenario político.

Golpeada, la oposición no ha sido capaz de unirse. Por el contrario, cada vez está más dividida. Y las elecciones de este domingo serán una bofetada más.

La validez de ambos mensajes es innegable, pero su ambivalencia confunde a los opositores, que prefieren, más bien, no participar en política. Dicen los politólogos que hay momentos en que el ciudadano se hastía -literal- del sistema político y prefiere no participar.

Esta disconformidad también es conocida como la “antipolítica”. Una suerte de antítesis del ciudadano, comprometido con la comunidad política, que Platón destacó en sus teorías.

Los medios locales suelen escribir sobre lo difícil que es apartarse de la realidad cotidiana. A diferencia de otros países, en Venezuela no es opcional la posibilidad de no ser parte de la comunidad: es que toca. La variopinta subida de los precios, día tras día, hace que el compromiso por saber qué se decide en el alto gobierno sea una tarea obligatoria y se tomen medidas de acuerdo a ello para conseguir alimentos, por ejemplo.

Hasta ahí. A la hora de elegir, el venezolano se llena de decepción, de desespero. “La sociedad civil desconfía de los partidos políticos y viene jugando a la anti-política”, dice el portal Efecto Cocuyo, para referirse a este incómodo escenario.

Y, entonces

Lento, pero con elecciones, termina el 2018 en Venezuela, un país que ha entrado en default e intenta luchar contra la hiperinflación con “petro” monedas. La esperanza, de unos pocos, está en las negociaciones que algunos delegados de la oposición adelantan con miembros de la cúpula chavista, que, luego de meses, no han dado ningún resultado. El 15 de diciembre vuelven a Santo Domingo para seguir estos diálogos exploratorios.

En el entretanto, el chavismo toma aire y aguarda por su segundo triunfo electoral de 2017, para cerrar un año en el que estuvo acorralado, pero se mantuvo gracias al régimen militar que mantiene con generosas dádivas.

Según Eurosia Group, consultada por la AFP, es posible que el oficialismo adelante las elecciones presidenciales al primer trimestre de 2017 ante la “"profundización de las divisiones" en la MUD (oposición).

Otros creen que el reagrupamiento de la oposición será inminente el próximo año ante la reelección de Nicolás Maduro. La posible unidad se puede dar en torno a María Corina Machado o Julio Borges, dos líderes opositores que gozan de algún respeto entre los venezolanos.
Sin colas negras (y muchos productos más), Venezuela tendrá unas elecciones llenas de apatía este domingo. Y de antipolítica, que es la antítesis a las elecciones.

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