Efemérides, o el lío de las fechas | El Nuevo Siglo
Miércoles, 8 de Diciembre de 2021

Cuando cursaba la primaria, cuarto o quinto, a mediados de los 70, existía una actividad que se llamaba el Centro Literario. De Centro podría decirse que sí, que era correcto nombrarlo de esa manera, pero sería más preciso si dijera que más que centro, era al frente, en todo el centro. Y de Literario, pues algo, más bien pocón. Y sí, tocaba salir al frente, al centro y hacer “alguna gracia”. Algunos declamaban versos almibarados o coplas y retahílas populares. Alguien leía citas sacadas de la revista Selecciones y yo no fallaba con las Efemérides, las fechas notables. Y cuando llegaba el momento en que debía cubrir ese largo trayecto desde el pupitre hacia la tarima, no lo parecía tanto como el deseo de nunca llegar. Pero como tocaba, días antes buscaba en la pila de periódicos de casa (El Siglo), y escogía varios hechos que cubrían parte del mes de turno. La sección decía: Hace 25 años, sucedió tal cosa, Hace cincuenta años, tales otras, y leía ante mis compañeros, clavado en el papel: el 29 de febrero de 1975 -por decir una data inexistente- nació Nosequién, invadieron Quiensabedónde, encontraron Nosequécosa.

Y no Hace mucho, para saltar en el tiempo mas no en las angustias, fracasé llenando un formulario en Internet. Bueno, sólo por unos minutos, pero tuve que empezar de nuevo la tortura porque la web, con delicadeza, me dijo: “mijo, así no se pone la fecha”, y me sacó de una patada poco delicada del sitio, como a un vaquero borracho del saloon. No sé ustedes, queridas lectoras y queridos lectoros, pero la notación de las fechas a veces nos confunde, según en qué idioma, según la ISO, la RAE y otras sabiondas; o según el genio informático, a saber: 29 Feb 75, 29/02/1975, o sólo el mes y el año, o te ponen a escoger en un menú, o de un calendario que a veces se atasca como se nos atascan algunos días.

Y siguiendo con el tema pero cambiando, ignoro desde cuándo a ciertos acontecimientos se les arroga el número del día y la inicial del mes. Y sí intuyo por qué. Porque son días fundamentales, inolvidables o remarcables en el calendario de la humanidad. Verbi gratia (como decía el tícher de Castellano): el 11-S que es el 9-11 anglosajonamente escribiendo; ese día en que la televisión no paraba de repetir –como si fuera un gol inolvidable– el choque espantoso del segundo avión contra la torre gemela sur. Sí, fue terrible, pero también en un 11-S se inició la dictadura que duraría 17 años en Chile, o cayó Barcelona a manos borbónicas en 1714. Fechas globales que hacen olvidar fechas locales.

Sigo saltando en el tiempo, y como arribamos al último mes del año, esperamos la llegada del día señalado, que se pregona desde el 2-N, es decir, después del Halloween y del día de difuntos. El 25-D, jornada en que nació Humphrey Bogart, dueño de la peor mejor voz del cine y adicto al fijador Lechuga; la misma fecha en que fusilaron a Ceausescu, el peor mejor opresor rumano y adicto a sí mismo; o día en que Joan Miró llegó desde alguna constelación, empedernido del crear y del tabaco. Un 25-D para conmemorar entre el mundo cristiano (y los conversos porque es festivo) el nacimiento de un tal Jesús de Belén de Judea, o sea, de Nazaret de Galilea. Buena fecha para que el niño de entonces y el de ahora, les desee Feliz Navidad, cuando sea Navidad. Y un año superior, si no es mucho pedir.

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