Inflación, enemigo a vencer | El Nuevo Siglo
Lunes, 5 de Diciembre de 2022

Duro coletazo del imparable costo de vida  

* Panorama para 2023 se ve muy complicado

 

La inflación es la nueva pandemia. Esa premisa nadie la discute ya que el aumento del costo de vida a nivel global se muestra tan imparable que, incluso, es uno de los factores disparadores del riesgo recesivo hoy en todo el planeta y que será la nota predominante en 2023.

Colombia no es la excepción. En el último año el Índice de Precios al Consumidor (IPC) ha crecido de manera sustancial. Las cifras son evidentes: mientras que entre enero y noviembre del año pasado la inflación era del 4,86%, en el mismo periodo de este 2022 ya llega a 11,72%. El panorama se torna más crítico si la comparación se hace sobre un periodo anualizado. De esta forma, mientras que entre noviembre de 2020 e igual mes de 2021 el valor de los productos, bienes y servicios se encareció un 5,26%, en los últimos doce meses ese indicador alcanzó un 12,53%. Es decir, se triplicó el techo del 4% que el Banco de la República había fijado como máximo crecimiento del costo de vida este año.

La situación es más que complicada. Colombia soporta hoy la inflación más alta en lo corrido de este siglo. Habría que remontarse a mayo de 2000, cuando se ubicó en un 10%, para encontrar la última vez que el IPC estuvo por encima de los dos dígitos. Ya en julio pasado (10,21%) rompió esa barrera de nuevo y en los últimos cuatro meses no ha parado de crecer.

Este pico de carestía tiene causas externas e internas. Dentro de las primeras está la escasez de materias primas y la afectación de la cadena logística global que se profundizó a comienzos de este año por cuenta de la reactivación pospandémica. Un fenómeno que desde febrero se agravó por cuenta de la invasión de Rusia a Ucrania, que no solo afectó el suministro mundial de alimentos y agroinsumos, sino que impactó el mercado internacional de petróleo y gas, con un efecto transversal sobre el aparato productivo del planeta.

En lo que hace a incidencias internas se puede mencionar un consumo de hogares disparado, el efecto desacelerador de la crisis sanitaria sobre el ciclo normal de cosechas, el impacto de los altibajos cambiarios en la rentabilidad de importaciones y exportaciones, los incrementos récord en las tasas de interés de referencia del Banco de la República (de 1,75% en septiembre de 2021 a un 11% hoy) y, más recientemente, el efecto de la drástica ola invernal así como el incremento en el precio de la gasolina para empezar a subsanar el déficit billonario del Fondo de Precios de los Combustibles.

La mezcla de ese cúmulo de circunstancias foráneas y locales es lo que ha disparado la inflación, sobre todo en los precios de productos básicos de la canasta familiar. Según el reporte ayer del DANE, lo que creció en noviembre más allá del 0,77% promedio de carestía, fue, precisamente, los alimentos y bebidas no alcohólicas –que duplicaron ese porcentaje–, seguidos de transporte, restaurantes y hoteles así como bebidas alcohólicas y tabaco, principalmente. Todos estos son rubros que tienen que ver con el consumo masivo por parte de las familias.

Lo más preocupante es que, de acuerdo con algunos analistas, diciembre será un mes caro, no solo porque se aplicó un tercer aumento en línea en el precio de la gasolina, sino porque hay un pico de la demanda relacionado con las festividades navideñas y de cambio de año.

Para el próximo año la cuestión tampoco pinta fácil. A factores externos como el clima recesivo y la incertidumbre por la prolongación de la guerra en Ucrania, hay que sumar a nivel nacional el impacto de la reforma tributaria, un drástico decrecimiento productivo a niveles PIB del 1 o máximo 2%, más alzas en las tasas de interés que determine el Emisor para atajar el consumo, el efecto de un reajuste salarial por encima del 14% y el encarecimiento general de productos, bienes y servicios cuyo valor está indexado al IPC… No en vano, el propio Banco de la República prevé que la inflación en 2023 sería del 7% y solo en 2024 se podría retornar a tasas promedio de 3%.

Como se ve, el incremento del costo de vida es, hoy por hoy, la mayor amenaza a la economía colombiana, pero su efecto se siente en mayor dimensión en los hogares de menores ingresos, cuyo poder adquisitivo ha caído de forma alarmante, lo que aleja la posibilidad de que abandonen las franjas de pobreza y pobreza extrema.