Aportes del judaísmo en Latinoamérica y su relación con Israel | El Nuevo Siglo
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Sábado, 3 de Diciembre de 2022
David A.Rosenthal

ES uno de los intelectuales de mayor notoriedad y prestigio por su dedicado trabajado en pro de la sociedad, así como por sus aportes a la riquísima tradición judía, gracias a su amplio conocimiento filosófico y experticia para interpretar los problemas del mundo contemporáneo.

Es el galardonado nacional e internacionalmente Fishel Szlajen, el primer rabino en haber sido nombrado -en 2017- por el papa Francisco como titular de la Pontificia Academia para la Vida, quien en diálogo con EL NUEVO SIGLO destacó la importancia y aportes que la comunidad judía ha hecho a América Latina.

ENS.- Usted es un rabino ortodoxo moderno, ¿qué opina sobre las diversas denominaciones como los reformistas, conservadores, reconstruccionistas, etc.?

FISHER SZLAJEN. - Yo soy un rabino. Cumplo las funciones propias de estudiar, enseñar y asistir a la comunidad en todo lo que respecta a lo ministerial, desde lo espiritual hasta lo más práctico. No soy propenso a las etiquetas y mucho menos para con mi pueblo, que ya ha sido bastante etiquetado durante siglos. He estudiado en Yeshivot de diversas orientaciones, tanto lituanas como sionistas religiosas, Jabad y aprendí de todas. El judaísmo es una forma de vida por la cual se rinde culto a Ds, mediante el cumplimiento de sus 613 preceptos. Hay quienes cumplen más y hay quienes menos, pero eso no mella la condición de judío, que es dada matrilinealmente o por adopción mediante el proceso llamado Guiur. Desde hace al menos 3000 años el pueblo judío histórico no ha sido definido como raza, etnia, pueblo de un territorio específico o de un sistema estatal determinado, sino como el pueblo de la Torá y sus preceptos. Esta Ley, es el factor histórico constituyente de su unidad, conciencia y esencia nacional, la cual existió a lo largo de sus generaciones y resguardó la identidad como biografía a lo largo de los tiempos, sociedades, regímenes políticos, territorios, Estados, culturas, etc. Es nuestro deber asegurar la continuidad de la historia del pueblo judío. Es verdad que, por sobre todo a partir del siglo XIX, surgió una crisis que produjo una brecha profundizada y ampliada en cada generación hasta la actualidad. Crisis producida por la distinción entre judeidad y judaísmo, similar a la actual entre identidad y biografía. Mi deber, así como el de todo judío y judía de forma particular y colectiva, es hacer todo lo posible para que continúe existiendo este programa de vida específico judío.

ENS.- ¿Qué opina de la comunidad judía de Colombia y de A. Latina?

FS.- La comunidad judía de Colombia es la sexta más numerosa de Latinoamérica y una de las más antiguas, dado que la inmigración judía a esta región data del siglo XVI. Es una comunidad muy bien organizada, con cuatro colegios judíos muy reconocidos, sinagogas y clubes sociales en las ciudades más importantes, por supuesto con su centro demográfico en Bogotá. No huelga mencionar que cuenta con relevantes personalidades en la representación política comunitaria como Marcos Peckel, director de la Confederación de Comunidades Judías de Colombia y desde ya figuras en el liderazgo rabínico de la talla de Alfredo Goldschmidt. Sus intelectuales, periodistas y empresarios que aportan al sostén comunitario son reconocidos en Argentina, Israel y en toda Latinoamérica. Si bien por la situación económica y política durante los años 90 hubo una fuerte migración de la comunidad, actualmente con la estabilización y mejora de dichas condiciones, más la oportunidad de recibir a parte de la comunidad judía venezolana en búsqueda de refugio, la judería colombiana tiene todo el potencial para mejorar, siendo una de las más relevantes del cono sur. Actualmente los liderazgos y procesos políticos en Sudamérica están transitando polarizaciones, crisis y en algunos casos falta de representatividad. Por ello, es un momento clave para fortalecer el diálogo intercomunitario y con los gobiernos, como práctica cívica, es decir con una relación simétrica y sincera. Sólo así, el diálogo político se corporizará en acuerdos y soluciones, bajo la búsqueda de denominadores en común y en favor de la sociedad.

ENS. - ¿Cuál es su posición respecto al Estado de Israel?

FS.- Soy profundamente sionista. Como ciudadano israelí serví militarmente durante la primera intifada, en 1987, y parece absurdo que en el siglo XXI haya quienes discutan el derecho a la existencia de Israel, salvo que se trate de un antisemitismo encubierto. Después de 2000 años de diáspora y cuyos únicos antecedentes de un Estado Judío fueron del siglo X al VI a.e.c. y desde el VI a.e.c. al I e.c., ambos regidos en lo público y privado por la Halajá o corpus jurídico judío, se funda el Estado de Israel definido en sus leyes fundamentales como Estado Nación del Pueblo Judío y Democrático. Es decir, Israel es un Estado democrático, único en Medio Oriente, nutriéndose del judaísmo en su simbología, tradiciones y cultura. es un ejemplo para el mundo, donde la religión es considerada una necesidad humana básica y sostenida por un Estado secular, logrado por mutuas cesiones. Allí es donde se equilibra el carácter judío del Estado con su condición de Estado de Derecho, garantizando el balance entre la identidad judía del Estado en la vida y cultura pública, fundamento de su existencia, y un estado de naturaleza democrática asegurando la igualdad y libertad de sus ciudadanos. De hecho, Israel es un ejemplo de la tan en boga separación entre religión y Estado, porque su significado no es la anulación de la primera en la esfera pública, como en los Estados laicistas. Y su relación tampoco implica una teocracia. En este Estado judío y democrático, su carácter judío material y cultural, originalmente religioso, no socaba ni mella su calidad democrática ni republicana en sus principios de igualdad, derechos humanos, limitación y control de poderes. Por ello es imposible separar el carácter judío del Estado de Israel, quien lo increpe o detracte por dicho carácter no lo entiende o brega por su desaparición. 

ENS.-¿Confluyen en su trabajo lo rabínico, lo académico y el servicio social?

FS.- Claramente. Todas estas áreas las concibo como una sola, resumida en un grave sentido de servicio a la comunidad y a la sociedad. Existe una muy estrecha relación entre el contenido de mis actividades, más la enérgica dedicación a éstas. Por ejemplo, siempre que publico un paper académico o un libro lo acompaño de artículos de difusión en los periódicos más importantes. Mis actividades rabínicas y culturales también tienen esa impronta, adicionándole incluso algún detalle para que resulten atractivas dada la vertiginosa vida que llevamos.

ENS.- ¿Cómo se definiría?

FS.- Por mis labores, que es por lo que me conocen. Soy un rabino y académico argentino-israelí especializado en la filosofía judía aplicada. Esta disciplina se basa en el erudito y metodológico análisis del acervo cultural judío, instrumentándolo para la lidiar con las principales problemáticas contemporáneas en el campo de la bioética, ética, derecho, política, gobernanza, educación, interreligiosidad e interculturalidad. Conjugando mi formación religiosa y científica me desempeño como profesor titular de posgrado e investigador en varias universidades. En el área comunitaria y desde el 2015 soy el director de Cultura en la Asociación Mutual Israelita Argentina.

ENS. - ¿Dónde se formó y cuáles sus tareas comunitarias?

FS.- Si bien mis primeros estudios fueron en disciplinas técnicas, habiendo trabajado varios años en ingeniería de procesos, luego me dediqué, por vocación, a la filosofía donde obtuve la maestría en filosofía judía en la Bar Ilán University de Israel y posteriormente me doctoré especializándome en bioética, ciencia sobre la cual basé también mi posdoctorado. Paralelamente obtuve mi ordenación rabínica en la Yeshivá Maalé Gilboa en Israel, luego de haber cursado también como becario un programa de posgrado en educación judía llamado Jerusalem Fellow en el Mandel Leadership Institute. En términos comunitarios, mi labor dirigiendo el área cultural de la comunidad judía argentina se basa en generar, planificar y lleva a cabo innovadores proyectos para facilitar los procesos de desarrollo formativo en todos sus integrantes. La misión es básicamente fortalecer y vivificar la vida judía en Argentina. Durante este año la agenda cultural incluyó más de 200 actividades con la participación de más de 100 mil personas, del país y del exterior.

ENS. - Los premios que ha recibido ¿cómo impactaron su trabajo?

FS.- Estoy convencido que cada uno de nosotros debe actuar y concebirse para ser un modelo que inspire y guíe conductas, mejorando así la calidad de nuestros líderes y por ende nuestras sociedades. Y todo ello en un diálogo constructivo. Desde el judaísmo en este sentido hay mucho para aportar a la sociedad en general. En mi caso y por la difusión de mi trabajo académico y socia, el proceso ocurrió desde lo internacional a lo nacional. Tras mi designación papal en la Pontificia Academia para la Vida, el consejo bioético más prestigioso del mundo, he tenido varios reconocimientos que refuerzan mi compromiso académico y cultural. El que más me sorprendió fue el del Ministerio de Asuntos para la Diáspora en el Estado de Israel, en 2020, por mi labor en bioética frente a la pandemia del covid-19. Esta distinción fue por el protocolo bioético realizando para el triage y la asignación de recursos vitales en plena pandemia, resolviendo diversos temas de vida o muerte respetando las normativas éticas internacionales. Podría resumir que el impacto de mi trabajo es cognitivo y conductivo asistiendo desde el judaísmo a toda la sociedad para la construcción de un ser humano con mayor dignidad, una sociedad con mayor justicia y por ende un mejor mundo.