¿Qué va de Thatcher a Merkel? | El Nuevo Siglo
Viernes, 3 de Diciembre de 2021

* El hábito del liderazgo femenino

* Una campaña presidencial masculina

 

 

No estaría demás reiterar que la salida voluntaria de Angela Merkel del poder, en Alemania, ha dejado una sensación de orfandad política en el mundo. Lo mismo que ocurrió, en su momento, con Margaret Thatcher, con la diferencia de que a esta le corrieron sorpresivamente la butaca los miembros de su propio partido en el Reino Unido. En efecto, dos mujeres conservadoras de una trascendencia sin igual en la historia contemporánea, que además dejaron una huella indeleble.

De otra parte, también podría afirmarse que cada una fue símbolo de la política que les tocó en suerte, hasta llegar a ejercer un liderazgo europeo y mundial indiscutibles. Sin embargo, dos épocas bastante diferentes, aunque determinadas por el hecho de representarse en ellas la impronta femenina que, hasta ese instante y con muy contadas excepciones en naciones de rango intermedio o menor, no contaba increíblemente con participación, ni membresía alguna, en la residencia del poder universal.

Bajo esa perspectiva, si bien ninguna de las dos quiso respaldarse en lo que después se conocería como la política de género, lo cierto es que el hecho de ser mujeres concentró la atención mundial y lograron demostrar, bajo un rasero doblemente exigente, que estaban más que preparadas. Y no por el prurito de hacerlo, puesto que ese nunca fue su propósito. Fueron los resultados, la manera de enfocar los problemas, el sentido de la democracia y las libertades, el lenguaje y el tono utilizados en su forma de mandar, la capacidad de trabajo, el método para tomar decisiones sobre las políticas públicas y las reflexiones producto de estudiar los temas a consciencia, los elementos que preponderaron. En suma, una serie de aspectos originales, incluso podría decirse que intrínsecos a los insumos femeninos, lo que sin duda alguna llevó a ambas dirigentes a ocupar la primera plana global.          

La inglesa Thatcher, asimismo, fue mal designada con un apodo tan inapropiadamente alemán como “la dama de hierro”. Tal vez en la idea de que era una excepción dentro del concepto aún muy arraigado entonces de las mujeres como el sexo débil. No en vano era la punta de lanza contra el comunismo y la Unión Soviética, y líder occidental por excelencia en la guerra fría, pero de allí a exaltar sus condiciones por esa vía hay mucho trecho. A fin de cuentas, no era para nada comparable en sus maneras y costumbres con íconos británicos como Churchill. Ni tampoco con figuras, inclusive femeninas, que pudieran sacarse del viejo y rico portafolio histórico de su país. Tan solo los publicistas de su partido quisieron ponerle collar de perlas, para acercarla al carácter nacional derivado del imaginario de la reina Isabel en la mente del pueblo. Pero Thatcher siempre fue Thatcher: sobria, perseverante, por fuera de toda razón diferente a ser guía de su nación con sus convicciones irreductibles.   

La alemana Merkel, por su parte, huyó siempre de que la pudieran diferenciar por el hecho de ser mujer. Incluso, algunos la criticaron por ello. El caso es que, desde siempre, se fraguó un liderazgo muy personal a raíz de dos circunstancias poco comunes en la política de su país: no hacerse notar y solo hablar de últimas. Le huía, pues, a las gesticulaciones (tan supremamente emblemáticas de Hitler, por ejemplo). Y no le gustaba imponer, ni tampoco hablar, sino escuchar. De hecho, en las reuniones de las principales economías del mundo, le dejaba ese rol de la conversación permanente a su colega, el presidente francés Emmanuel Macron. Con humor se ufanaba de esto. Pero a la hora de las decisiones, y después de haber escuchado con atención, ella era la que por lo general tenía la última palabra. Y de ese modo también solía actuar con los heliotropos de su partido, a quien domaba dejándolos hablar para luego tomar ella las disposiciones pertinentes.

Habrá mucho más para decir en este paralelo. Pero el punto radica en que, con ellas, el mundo se acostumbró, no solo a que las mujeres estuvieran en el poder, sino que a actuaran con sumo acierto y bajo un liderazgo ampliamente reconocido. No fue buena la salida de Thatcher en Inglaterra, en su momento. Ojalá no ocurra lo mismo con el retiro de Merkel, en Alemania.

En tanto, no deja de sorprender que, en Colombia, justo cuando Merkel se retira y Thatcher ha pasado a ser un símbolo histórico, la campaña presidencial se desenvuelva con cerca de 30 precandidatos hombres y las mujeres tengan una participación asaz reducida. Durante décadas esto casi nunca fue así… Ahora resulta que la masculinización impera. ¿Será bueno eso para el país?