Cónclave del salario | El Nuevo Siglo
Miércoles, 1 de Diciembre de 2021

* El eje empresarios-trabajadores

* Una concertación impostergable

 

 

Para nadie es secreto que las variables cruciales de la economía nacional, en la etapa actual de la pandemia, son la reactivación económica, la inflación, el empleo y el aumento del salario mínimo. Son temas inseparables que interactúan permanentemente dentro del sistema de mercado y tienen consecuencias directas en el conjunto económico.

En ese escenario, mañana comienzan las sensibles discusiones para obtener el aumento de un salario mínimo concertado. Se espera, en esta ocasión, que se pueda llegar a un consenso y se evite la mala práctica habitual de que se extinga la concertación como mecanismo idóneo. Y que, como casi siempre, termine emitiéndose el incremento salarial por decreto, a gusto de una sola de las partes. Sería una muy mala señal.

Muy pocas veces, como en estos momentos, el diálogo eficaz entre las centrales obreras, los empresarios y el gobierno es un imperativo categórico. No solo porque las circunstancias así lo exigen, sino porque es una fórmula que debe mostrarse positiva para la resolución de muchos de los problemas del país.

En esa dirección, es fundamental que las partes lleguen con una actitud acorde con el espíritu del consenso. Es decir, que no se use la mesa de concertación como un simple trámite y una coyunda. Que es, justamente, lo que suele ocurrir. De esta manera, los convocados se dividen en posiciones irreconciliables, evitando los puntos de encuentro. Y en lugar de evaluar los temas del disenso se opta, en vez de consensuarlos, por botar todo por lo borda, dando al traste con las posibilidades de un acuerdo.

Desde luego, sopesar las múltiples aristas del tema no es fácil. Pero bien podría decirse, en principio, que la reactivación económica, aun por encima del llamado fenómeno del rebote a raíz de la estruendosa desaceleración del año pasado, permite avizorar unos excedentes económicos que, si bien no demuestran un crecimiento superlativo, sí resultan favorables frente a otros países y dejan entrever que la economía va en la dirección correcta. Lo que permite inferir, igualmente, un ajuste salarial en consonancia con esos esfuerzos mancomunados.

En esa medida, sería un despropósito desconocer que parte considerable de esa reactivación ha sido fruto del buen ánimo que, en general, ha permitido activar un eje indisoluble entre empresarios y trabajadores para enfrentar conjuntamente los estragos de la pandemia. Por supuesto, todavía pervive la mácula anarquizante que llevó al país al escenario caótico y vandálico de mayo y junio de este año. Lo cual de inmediato hace pensar que, de haberse mantenido la protesta dentro de los cauces constitucionales, la economía no hubiera sufrido los irrecuperables trastornos de entonces y se hubiera crecido en mayor medida. Pero, a decir verdad, tanto los empresarios como los trabajadores, en su inmensa mayoría, han trabajado unidos para salvar las empresas y retornar o superar los indicadores previos. Y sobre todo recuperar el empleo perdido a partir de un crecimiento económico entre el nueve y el diez por ciento para finales de 2021.

 Por otra parte, una de las preocupaciones globales radica hoy en las ingentes presiones inflacionarias. En no poca medida, fruto de las políticas monetarias expansivas en casi todas las naciones. Pero también por cuenta de las anomalías en las cadenas de producción y de suministro, llevando los precios a incrementos inverosímiles, muchos de los cuales han impactado sobremanera a la economía familiar. Está claro, en esa vía, que el ajuste salarial, en el país, no podrá hacerse exclusivamente sobre la variable de la inflación causada en 2021 (alrededor del 5 por ciento), sino que deberá contemplarse la creciente curva inflacionaria que de antemano se vislumbra para 2022.        

Otra gran fuente de preocupación radica en que muchas de las economías mundiales, como la colombiana, aun andan en muletas, por decirlo así. O sea, que permanecen aparentemente vigorosas, pero raíz de los alivios estatales en los que, por ejemplo, el gobierno colombiano ha sido diligente y que han permitido el desarrollo de una política social ampliada. Es, pues, un dato para tener en cuenta, ya que cuando los alivios terminen, el próximo año, es probable una regresión de muchos indicadores económicos. Entre ellos, el índice de desempleo que, si bien todo apunta a un registro favorable cercano al 10 por ciento a fines de 2021, puede dispararse en el término de la distancia por presiones inflacionarias de toda índole.

En todo caso, el aumento del salario mínimo debe tener una magnitud suficiente, no solo para reconocer los esfuerzos de empresarios y trabajadores, sino para fomentar el ahorro, el consumo y la calidad de vida. Tiene Colombia un salario mínimo similar al de Brasil, México, Argentina y Perú, los países más grandes del área. Están bien aspiraciones más altas. Siempre teniendo en cuenta, como hemos reiterado, que la inflación es el peor de los impuestos. Ante todo, para los más pobres.