Los estragos de la pandemia del Covid en la niñez mundial | El Nuevo Siglo
EN un 30% de 140 países estudiados por Unicef, se registra al menos una caída de 10% en temas como vacunaciones, atención ambulatoria de enfermedades y servicios de salud materna.
Foto Unicef
Domingo, 29 de Noviembre de 2020
Giovanni Reyes

DE nuevo se ha lanzado un llamado de atención por parte de la Organización de Naciones Unidas en general y el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) en particular. Una organización vital en todo el orbe que, desde su fundación, el 11 de diciembre de 1946, aboga por condiciones de vida mínimamente atendibles en los niños del mundo.

Este reiterado anuncio sobre la condición de la niñez no es excepción. Se trata de algo recurrente ante el cual puede observarse una actitud de indiferencia bastante generalizada en muchos sectores sociales y en muchos países.

Ahora con la pandemia, las condiciones de vulnerabilidad y muerte se han exacerbado.  De manera cotidiana, aún sin la embestida del Covid-19, las cifras ya eran dantescas.  A partir de ese escenario previo, se estimaba que en el mundo morían cada día unas 100.000 personas.  De ellas, unas 19.000 eran niños que pierden la vida cada 24 horas.  Las causas de esta tragedia se refieren en particular a trastornos totalmente controlables, que vienen desde la Alta Edad Media -del 476 al 1095 D.C.- problemas digestivos, diarreas, problemas pulmonares. 

Se trata de alterados procesos fisiológicos que son fácilmente tratables con la ciencia que tenemos ahora, al culminar la segunda década del Siglo XXI.  Todo esto, se reitera, se ha visto desbordado por la pandemia de este nuevo Coronavirus y sus variantes de última generación. 



Esa es la verdad, por más negacionismo que sea exhibido, por ejemplo, en el país con el peor récord de tragedias: Estados Unidos con sus 250,000 muertos, estimándose que para inicios de la primavera entrante -uno desea equivocarse- ese monto puede llegar a ser de 400,000 fallecimientos. Téngase presente que el comportamiento de la pandemia es exponencial, no obedece a tendencias lineales.

Todo ello ocurre por más que estas cifras -si es que todavía se publican- vayan siendo parte rutinaria, más propias de los boletines meteorológicos, que de portada en los diferentes medios. Por más que la tragedia galopante sea negada por dirigentes como Trump: el mismísimo jefe de jauría, de 72 millones de votantes que activamente lo apoyan.  No es de olvidar que, a pesar de ser derrotado, este mandatario estará en el Ejecutivo hasta el 20 de enero entrante. Dada la evidencia, muchos pueden ser los desastres que todavía pueden acumularse en medio de la salida.

En términos actuales de la niñez mundial, se ha pronunciado Henrietta Fore (1948 - ) actual directora de Unicef. La funcionaria insiste en señalar con vehemencia que “existe el mito de que los niños apenas son afectados por la enfermedad.  Nada podría estar más lejos de la verdad”.  

Este argumento se basa en que el impacto sería dramáticamente notable en un número no menor de 356 millones de niños; es decir uno de cada seis en el ámbito mundial.  Se trata de niños que viven en condiciones de pobreza extrema en el mundo. 

Como resultado de la pandemia, a ese número se pueden agregar otros 150 millones de infantes más. Serían los nuevos empobrecidos siguiendo los criterios de la pobreza multidimensional: sectores sin acceso a educación, salud, vivienda, saneamiento, agua potable, ni nutrición básica. El más reciente llamado de atención al respecto está contenido en la reciente publicación de Unicef “Evitar la Generación Perdida del Covid-19”.

Sin embargo, no son esas las únicas bases para las alertas que se lanzan en nombre de la protección y rescate de los niños más vulnerables del mundo. Si bien es cierto que el Covid-19 afecta relativamente menos a los niños, de manera directa, las infecciones que propicia en los sistemas fisiológicos se están aumentando. Con ello, los daños pueden ser a largo plazo, en particular en términos de educación, alimentación y bienestar general. 

Es indiscutible que las condiciones de mayor desempleo abierto, de choque simultáneo de oferta y demanda en los sistemas económicos, impactan significativamente, aunque quizá sea menos evidente en lo inmediato, en la funcionalidad familiar y por ende en los niños y adolescentes.  Henrietta Fore insiste en que “cuanto más persista la crisis, más profundas serán sus repercusiones y el futuro de toda una generación en riesgo”.



El referido documento de Unicef, dado a conocer el 3 de noviembre pasado, puntualiza que “en 87 países, los niños y adolescentes menores de 20 años representaban uno de cada nueve infectados por Covid-19, eso equivale al 11% de los 25.7 millones de notificadas en estos países”.

Se ha hecho por demás evidente que la actual pandemia ha conllevado interrupciones en los sistemas sociales y de salud.  Componentes que son críticos para los niños.  Se reporta que en un 30% de 140 países estudiados por Unicef, se registra al menos una caída de 10% en temas como vacunaciones, atención ambulatoria de enfermedades y servicios de salud materna.

No es de olvidar que en especial en países en desarrollo la vulnerabilidad es mayor.  El entramado institucional ha sido entusiastamente desmantelado por las políticas económicas neoclásicas o neoliberales.  Se percibía que “la eficiencia del mercado y las privatizaciones resolverían todos los problemas”. 

Nada conveniente es continuar creyendo en diversas mitologías, cuando esta condición excepcional, este “cisne negro”, prosigue con su embestida mortal.  De nuevo se impone hoy en día, el requerimiento de instituciones incluyentes, de efectivas organizaciones en relación con procesos inclusivos en la eficiencia económica, la equidad social y la sustentabilidad ecológica.

*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor Titular, Escuela de Administración de la Universidad del Rosario.

(El contenido de este artículo es de entera responsabilidad del autor por lo que no compromete a entidad o institución alguna).