Las Primera Damas, entre lo social y lo político | El Nuevo Siglo
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Jueves, 24 de Noviembre de 2022
Redacción Política

SI bien es cierto que el estatus de Primera Dama de la Nación fue por muchas décadas una de las dignidades simbólicas más tradicionales dentro de la política colombiana, el rol que desempeña la esposa del Presidente de la República es cada vez más activo y foco de especial atención.

A diferencia de otros países en donde la cónyuge del Jefe de Estado de turno tiene asignadas de forma permanente y por mandato legal funciones, dependencia y hasta ordenación del gasto, en Colombia ello no ocurre. De hecho, aunque se habla comúnmente del “Despacho de la Primera Dama”, no se trata de una instancia formal y oficial en el sentido estricto de la palabra.

Sin embargo, como se dijo, en la política colombiana siempre ha existido una atención especial a lo que haga o no haga la esposa del Presidente. De hecho, con el pasar del tiempo, claramente su perfil ha ido más allá del meramente protocolario y, por el contrario, en muchas ocasiones ha ganado protagonismo en materia de símbolo de política social y defensa de los derechos de la mujer y la niñez, pero también en los aspectos políticos, ya sea como integrante del primer círculo de asesores y consejeros presidenciales, o como la persona que, dado su carácter de compañera de la carrera política, esposa, madre y profesional, tiene toda la capacidad para acompañar al mandatario en los momentos más personales del ejercicio del poder.

Como todo en política, es claro que las Primeras Damas no escapan a la polémica y la polarización, que son características intrínsecas del día a día gubernamental. Su nivel de influencia sobre el mandatario de turno, sus relaciones familiares y partidistas, así como el perfil y rol que cada una desempeña, las tienen constantemente bajo la lupa mediática y el escrutinio público…



Un largo camino

En nuestro país no ha ocurrido que alguna Primera Dama haya llegado al poder, como sí ocurrió en Argentina con Cristina Fernández (esposa del fallecido expresidente Néstor Kirchner) o con la actual presidenta hondureña Xiomara Castro (esposa del derrocado Manuel Zelaya). Tampoco se ha registrado un caso similar al de Nicaragua, en donde la controvertida Rosario Murillo, esposa del jefe del régimen autoritario, Daniel Ortega, es hoy la vicepresidenta, tras los últimos y espurios comicios…

Los historiadores colombianos suelen traer a colación el caso de Bertha Hernández de Ospina, cónyuge de del presidente Mariano Ospina Pérez (1946 y 1950), como la Primera Dama más activa en materia partidista y política del siglo pasado.

En el resto de los casos, las Primeras Damas tuvieron un papel menos protagónico en la política partidista pública pero sí muy clave y creciente en el desempeño gubernamental.

Por ejemplo, en el gobierno de Andrés Pastrana muchos recuerdan el papel de su esposa, Nohra Puyana, al convertirse en el símbolo del plan de asistencia para socorrer a los miles y miles de damnificados por el terremoto del Eje Cafetero. Sus fotos en la zona de la tragedia, ayudando a los heridos, repartiendo mercados, pidiendo al resto de país solidaridad urgente, fueron clave para dinamizar la movilización pública y privada en ese momento tan difícil.

Ya en los dos mandatos de Álvaro Uribe (2002-2010), su cónyuge Lina Moreno siempre fue considerada como una consejera muy cautelosa pero frontal de su esposo. Algunos le atribuían una especial cualidad para contener el beligerante estilo político del Jefe de Estado y pieza clave dentro del sanedrín presidencial. Su opinión serena pero enfática era muy respetada por el primer mandatario.

En los mandatos del presidente Juan Manuel Santos, la primera Dama fue María Clemencia Rodríguez, quien ejerció un rol principal en la política de mujer y niñez, liderando varias de las iniciativas gubernamentales al respecto. Los allegados a la Casa de Nariño por ese entonces también señalaban que “Tutina”, como se le conocía, era confidente y consejera de primera línea del Jefe de Estado, sobre todo en los momentos más complicados del proceso de paz así como en la definición y campaña de la reelección en 2014.

En 2018 la llegada de Iván Duque a la Casa de Nariño (hasta hoy el presidente más joven en asumir a sus 41 años) llevó a la Casa de Nariño a su también joven esposa María Juliana Ruiz. Ella tuvo un protagonismo principal en las políticas sociales y de educación del Ejecutivo, tanto a nivel local como externo, con iniciativas de alto calado. 

Último relevo

Desde el pasado 7 de agosto, Verónica Alcocer es la Primera Dama. En la campaña estuvo permanentemente en el foco mediático, más aún en medio de un ambiente político y electoral tan polarizado.

Tras la asunción de Petro al poder, ha tenido un creciente rol, sobre todo en política social, de equidad de género y niñez. Pero también ha sido designada, mediante decreto presidencial, como “Embajadora en Misión Especial” para asistir a eventos como la asamblea de la ONU, los funerales de la Reina Isabel de Inglaterra o del ex primer ministro japonés, Shintzo Abe.

También se le vio recientemente en el Congreso reunida con una senadora del Pacto Histórico que organizaba un cónclave de parlamentarias iberoamericanas. Incluso, esta semana su nombre volvió a la primera plana por cuenta de la polémica formada alrededor de los diez documentales que el Gobierno contrató para dar a conocer el balance de los primeros 100 días de mandato. Esto porque el capítulo 6 se titula “Verónica Alcocer, la Primera Dama que rompe esquemas”.

Todo ese rol, como en su momento llegó a ocurrir con algunas de sus antecesoras, ha llevado incluso a que se especule hasta con una eventual candidatura presidencial suya en 2026…

Como se ve, la figura de la Primera Dama continúa siendo un elemento vital dentro del día a día de los gobiernos en Colombia. Es claro que ninguna de las esposas de los últimos Jefes de Estado se ha limitado al mero y pasivo papel protocolario. Por el contrario, siendo todas ellas profesionales y con experiencia en lo público o privado, han tenido un perfil más decisivo en la marcha de la gestión, superando la esfera tradicional de la política de mujer y niñez. No son, en modo alguno, elementos decorativos ni simbólicos, como es propio de un género cada vez más activo y determinante en la política.

En casi todos los gobiernos colombianos siempre hay debate sobre lo que puede o no hacer la Primera Dama y las funciones atinentes a lo que comúnmente se denomina “Despacho de la Primera Dama”.

De hecho, en un concepto del Departamento de Función Pública, del año 2020, en torno a la figura de la Primera Dama de la Presidencia de la República, se recalcó que la Corte Constitucional, mediante sentencia C-089 de 1994, reafirmó que la “Primera Dama de la Nación no ostenta el carácter de servidor público, y, por tanto, solamente puede desempeñar las atribuciones públicas que la ley específicamente le confiera, en virtud de lo dispuesto en el artículo 210 de la Carta, que faculta a los particulares para cumplir determinadas funciones administrativas”.

En ese orden de ideas, la Primera Dama, según el citado artículo constitucional, puede realizar actividades que normalmente le corresponden como cónyuge del Presidente de la República, Alcalde o del Gobernador; tales como colaborar en el desempeño de tareas protocolarias, o tener iniciativa en materia de asistencia social, o en labores de beneficencia pública… En esos términos, el papel que cumple la Primera Dama es meramente particular frente a la administración pública y con ello no está facultada para realizar algún tipo de contratación, supervisión o manejo de personal.