Vértigo de irreversibilidad | El Nuevo Siglo
Martes, 22 de Noviembre de 2022

¿Qué haría EEUU si algún país lanzase un ataque contra Texas, New México, California o La Florida?

En la misma lógica, ¿qué haría Rusia si algún país lanzase un ataque contra Zaporiyia, Donetsk, Lugansk, o Jersón?

La cuestión es exactamente la misma desde hace solo dos meses.

Al anexarse tales espacios, mediante referendo, Rusia ha hecho que la geopolítica caiga en lo que llamaremos “vértigo de irreversibilidad”. 

En otras palabras, retornar al ‘status quo ante’ ya es imposible y cualquier acto violento contra esas regiones será considerado como ‘casus belli’, motivo de guerra abierta, convencional, interestatal, entre el agresor y Moscú.

Por supuesto, podría argumentarse que este nuevo escenario -establecido por el Kremlin en solo seis meses de invasión- es el fruto de una guerra irredentista.

Incluso, podría aseverarse que ha sido el fruto de una votación (no una elección) manipulada, fraudulenta e inmoral que no pasa de ser un execrable ejercicio anexionista, idéntico al de Hitler sobre Austria el 12 de marzo de 1938 (el ‘anschluss’).

Con todo, la realidad es la que es y no la que podría desearse, así que de poco o nada sirven los anacronismos y las ucronías.

Volviendo al punto, cualquier maniobra militar que se emprenda sobre el Donbass y que -como es obvio- sea gestionada por la OTAN, será considerada por Moscú como un acto de agresión que podrá ser respondido al amparo del derecho a la legítima defensa.

Legítima defensa que supondría el uso de armas hipersónicas (¿sobre Varsovia, Bonn, Edimburgo?).

Y adentrándonos en la ‘madman theory’ nixoniana (la de parecer loco para que el adversario evite una provocación con impredecibles consecuencias) todo esto podría terminar en un eventual ataque nuclear táctico.

En resumen, el problema no termina con esta ampliación sistemática y deliberada de la integridad territorial rusa.

Por el contrario, cada golpe propinado por Putin desde su acceso al poder en Año Nuevo del 2000 es la antesala de otro, cada vez más contundente.

En diversos textos anunciamos la adhesión de Crimea en 2014, la invasión a Ucrania del 24 de febrero, y la anexión del Donbass.

Hoy, podemos prever que la misma suerte podría correr Odessa, y luego un Estado soberano como Moldavia a partir de la punta de lanza que, de hecho, es Transnistria (el equivalente a Kaliningrado en el Báltico).

Con lo cual, el entusiasmo que en Occidente ha producido la llamada contraofensiva ucraniana sobre algunos poblados en el centro del país palidece frente a la verdadera dimensión estratégica del conflicto.

¿Se arriesgarán Biden, Scholz y Truss a seguir proveyendo a Zelenski de armamento con el que pueda disparar sobre Novotroitske, Makiivka, o Alchevsk?

¿O ha llegado el momento de que Biden y Putin negocien directamente el final de la guerra?

vicentetorrijos.com