¿Qué se hizo la sensatez? | El Nuevo Siglo
Jueves, 21 de Noviembre de 2019

Son días de confusas confusiones.

Si hoy un ciudadano pacífico quiere marchar para protestar de manera legítima, puede poner en riesgo su integridad física. Si otro sobre informado superficialmente y violento, usa la marcha como desahogo de sus emociones, puede terminar incendiando los ánimos y enredando las motivaciones de las mayorías. Algunos pueden ser presa fácil de políticos oportunistas, que escudados en el empoderamiento de los estudiantes, sueñan con ideologizar la protesta y transformarla en un “paro cívico nacional”. Si alguien decide no marchar porque rechaza los postulados falsos, puede ser violentado por el que eligió creer en esos mismos postulados.

Vimos en las tensas vísperas del paro a las “fuerzas sociales” convocar a cada ciudadano, por redes, para pedirle que, si tenía inconformidades, de cualquier tipo, las usara como estímulo para desahogarse en las calles. Así motivado, se confundirá con las más enardecidas protestas, que lloverán en forma de piedra y papas explosivas. Quiera o no quiera quedará inmerso en el tumulto. Estará hipercomunicado, solo y vulnerable.

Las amargas experiencias demuestran lo inútil de esos desahogos, que algunos llegaron a llamar “retozos democráticos” y ahora quieren bautizar “protesta social”, retorciéndole el cuello al significado de este respetable término.

 

Por supuesto, nadie está en contra de  esa protesta. Pero  es algo muy distinto de lo que se está volviendo final recurrente de las marchas que están de moda. Al desfile tranquilo de los que protestan, así no tengan claro  por qué razón, se le agrega una fase violenta para terminar en las pedreas, incendios, agresiones y reclamos de los comerciantes que cierran sus vitrinas, de los transportadores que ven como rompen sus carros, de los particulares heridos y de  los policías a quienes les  han impuesto, como regla ineludible en el cumplimiento de su deber, dejarse apedrear, porque si reaccionan  se convierten en violadores de los derechos humanos.

Lanzados por ese camino, solo habrá disturbios para llegar a ninguna parte, porque el foco de atención mediática será la violencia y no las reivindicaciones.

Al día siguiente, solo  quedan los restos de piedras, vidrios, almacenes, sillas, automóviles, buses y camiones, y una legión de ciudadanos golpeados, frustrados y por supuesto descontentos, que recorren a pie kilómetros  para regresar a sus hogares porque destruyeron los medios de transporte. ¿Qué obtuvieron con la “protesta”?.

Claro que hay problemas e injusticias que claman al cielo, pero esta mezcla de marcha, disturbio y asonada empeora la violencia, divide la sociedad y siembra semillas azarosas,  que después germinan en todo género de desafueros y abusos individuales. En un país con las tasas de homicidios, feminicidios, abuso de niños y niñas y lesiones personales es una insensatez presentar la violencia como vía de redención social. Como lo justificó con descaro un encapuchado en el programa Séptimo Día. Tanto más si apenas estamos superando una época de brutalidad extrema, que al fin encuentra una rendija por donde filtrar la paz.

Ghandi logró liberar a la India predicando y aplicando la no violencia. Entre nosotros hay quienes piensan que se mejora la educación, graduamos más doctores y formamos más  científicos incendiando el Icetex.

Roguémosle a Dios que no nos deje perder la sensatez.