¡Oh là là, se le paró! | El Nuevo Siglo
Miércoles, 27 de Noviembre de 2019

El hijo, engendrado a consecuencia de la relación sexual compartida por la pareja unida en virtud del carismático matrimonio se calificaba, hasta hace poco tiempo, como legítimo y, por el contrario, el parido sin esa condición moral era descalificado y denominado como espurio o bastardo. En síntesis, se trataba de una predica psico-religiosa que se sostenía para “maldecir” amancebamientos, coitos tramposos o arbitrarios.
Un estudio acerca de la doctrina que desheredaba al hijo ilegítimo por esa restricción religiosa o civil tuvo una explicación que se fundaba en la vinculación amorosamente libidinosa: la hembra atraía al padre de manera ineludible y de ahí que la separación o divorcio nunca tendría posibilidad. Contrariamente, si el coito era el resultado de una violación o un engaño, no del amor puro, esa señuela los atropellaba a los tres caóticamente: adulterio.
Una interpretación antropológica de esa regeneración instintiva, aparecida cuando se derrumbó el matriarcado instituyéndose el matrimonio cultural y económico - San Mateo 19- 9 y 10- se tradujo luego en la estructura del poder político -Max Weber- exigiéndosele al detentador no seducir a sus gobernados valiéndose del engaño o la violencia, pues de ser así tarde o temprano surgiría el desacato, la desobediencia y la revolución, a causa de la ilegitimidad.

La familia patriarcal es la célula del Estado predica la antropología. Un ejemplo elemental del análisis en la historia de este pueblo, es la llegada ilegítima al poder del señor Rojas Pinilla, utilizado como marioneta por parte de los titiriteros de la época que lo aplaudieron primero y después lo descalificaron.
Estudios de la relación libidinosa -sexual- inspiran a comprender la afiliación de los adeptos: Hendrih van de Velde y a Wilhelm Stekel: “Matrimonio perfecto” y “La mujer frígida”. Tienen  que ver con  la imagen del candidato en las campañas del poder, especialmente en  épocas de atracción demagógica. Quien ocasionalmente es elegido para derrotar a su competidor, pero no porque instintivamente seduzca al pueblo esto, naturalmente, se convierte políticamente en un trastorno eréctil, ya no excita y como no se para el instrumento, ya no hay derrame ni orgasmo, sino una frigidez que conduce de una u otra manera a un divorcio, desviación, por ilegitimidad y onanismo político. Se provoca la derrota.
El episodio político conduce, hipotéticamente, a suponer una decepción posterior a la luna de miel. El macho escogido no sedujo y todo por cuanto se advirtió que su deseo no era convencer sino vencer, es decir, imponer la pericia de la razón de la fuerza esmad y no que la estrategia es amar la fuerza de la razón; violar para engendrar bastardos que siguiendo la tradición política están descalificados.

Seguramente es el motivo por el cual  muchos de los voceros del disturbio presenciado, cuando querían hacer un discurso agresivo, aludían a los H.P., imputación genérica considerada no un insulto vulgar sino un desenlace instintivo ideológico para anular la voluntad de quienes supuestamente ejerce una autoridad ilegitima y arbitraria.