Inspirar | El Nuevo Siglo
Domingo, 17 de Noviembre de 2019

Es mucho más interesante Inspirar que dar ejemplo. Inspirando alentamos a otros a dar lo mejor de sí. Dando ejemplo apostamos por sociedades de clones.

Por ratos, a veces largos, se nos olvida que somos únicos e irrepetibles. Ello, lejos de ser gratuito, es el resultado de modelos educativos que uniforman, desconocen los contextos, miden a las personas y las estandarizan, pues los espacios pedagógicos tradicionales son en realidad fábricas con líneas de producción, en las que la calidad se garantiza por la homogenización de los procesos y por ende de los resultados. Se niega la individualidad, la singularidad de cada persona, su unicidad. A ello nos acostumbramos quienes pasamos por la educación tradicional basada en la enseñanza o en el mejor de los casos la enseñanza-aprendizaje; casi todos quienes por fortuna hemos tenido acceso a las aulas, en medio de la inequidad y de la iniquidad.

En esos modelos funcionan a la perfección los ejemplos a seguir, el deber ser que pasa por encima del derecho a la diferencia. Se moldean vidas, personas, familias, relaciones, que como piezas de rompecabezas encajan en mundos perfectos, ideales. Por ello a quien se sale de la norma se estigmatiza y subvalora, pues se atreve a no seguir las normas, que no son otra cosa que acuerdos culturales, generalmente impuestos por hegemonías de pensamiento que retroalimentan la supuesta perfección del sistema.  No hay lugar para el disenso, para pensar distinto, para salirse de la caja.

El ejemplo se construye deshumanizando a personas y relaciones, pues ningún humano es perfecto. De esos seres y relaciones perfectas nos hablan de sus luces, pero nunca de sus sombras, cómo si no existiesen. Y si se llega a hablar de ellas se les minimiza, se trivializan como gajes de la vida, como si no fuesen claves para descifrar la existencia. En los sistemas cerrados todo debe ser perfecto. La vida es lineal: naces, creces, te casas, te reproduces, haces dinero -muchas veces no importa cómo-, te pensionas -si se logra-, y mueres, prolongando en los hijos la existencia. Por supuesto nada de ello es reprochable y para quien le funcione será maravilloso. Lo que sí resulta nocivo es hacerlo general a todo el mundo, con etapas que deben cumplirse en tiempos determinados, so pena de no parecer exitoso.

Otra cosa sucede con los sistemas abiertos. En ellos resulta inevitable abrazar a la incertidumbre, reconocer todas las posibilidades de vida, expandirse hacia más allá de las fronteras conocidas. Por estos motivos no caben los ejemplos a seguir, pues no se trata de estandarizar, sino de que cada quien brille con su propia luz, a su manera. Se trata de inspirar, de alentar a las otras personas a dar lo mejor de sí mismas.

Ser inspiración es diferente a ser ejemplo. En esta sí caben las sombras, pues de su reconocimiento e integración se han generado aprendizajes que pueden compartirse.  No sé trata ser infalible, sino de encontrar formas de resolver los entuertos y de que más personas se animen a encontrar sus propias soluciones vitales. De seguirse a sí mismo y construir la propia senda, en fidelidad y armonía interior. Ahí hay inspiración.