Aprendizaje institucional | El Nuevo Siglo
Viernes, 15 de Noviembre de 2019

Es un ideal y pensaría uno que es un imposible, al menos como están planteadas las cosas en las democracias actuales, que el Estado sea un aparato perfecto. Un sistema que no falle jamás y que se limite a administrar y resolver los temas de una sociedad. Casi que no tuviera la necesidad de interactuar con nadie. Pero funciona perfecto. Si fuera posible alcanzar ese nivel no sería necesario elegir a una persona en la cual la sociedad deposita su confianza como si se tratara de un ser superior que todo lo puede y lo va a resolver.

La realidad es otra muy distinta. Muchas veces el Estado no sabe nada y no tiene experiencia y sus instituciones, manejadas por seres de carne y hueso, pareciera que no tienen un norte, pero necesitan aprender y su conocimiento lo van adquiriendo vía prueba y error, de los administrados.

El problema de este último escenario que nos plantea la realidad son los peligros que representa que el Estado aprenda a través de la experimentación con los gobernados ante la imposibilidad de alcanzar la perfección. Es así como ordenan un buen día, transitar vehículos por las calles a 20 km/h o el pico y placa, y a veces hasta los mismos impuestos. Medidas sin ninguna ciencia e inteligencia, y que obedecen más a la incapacidad del Estado de generar confianza en el gobernado, ser autosostenible por medio de industrias, exportaciones y más empleos dignos.

Preocupa muchísimo, que algunas entidades estén dedicadas a la experimentación con los administrados. Inventándose infinidad de procedimientos y requisitos que a veces solamente dejan ver la necesidad lambona del funcionario público de quedar bien con su jefe, llámese algún ministro o el mismo presidente.

El mundo de los negocios no espera ni está para servir de conejillo de indias de ningún Estado. No tiene por qué ayudar en la curva de aprendizaje de ninguna entidad. Lo que se espera es ese ideal que mencionaba arriba y que sí debe llegar a la perfección. No es inteligente regular un sector y aplicarle la ley partiendo del desconocimiento mismo del sector. La preocupación en el mundo de los negocios es siempre la misma. El gran desorden e inseguridad jurídica y las cargas económicas que pueden generar.  No es inteligente el cambio de reglas tributarias cada año o menos. Eso espanta lo poco que hay y hace huir a los que tenían algún interés. No es inteligente tratar de mostrar resultados a costas de la industria.

El Estado parece es estar incrementando su intervencionismo cuando debería hacer todo lo contrario. No hay derecho a que las compañías estén todo el tiempo paranoicas de qué les espera, qué cambio viene, qué es lo que tienen que cumplir, qué quiso decir la entidad “x”, qué necesitan, de cuánto es la multa y etcétera.

Llegará el día en qué se aburran y se vayan y no solo se queda el Estado sin con quien experimentar sino sin la plata que dejan.

@ReyesJuanfelipe