Homenaje a la caleña Luz Stella Rey: la Señora del Teatro | El Nuevo Siglo
RETRATO de Luz Stella Rey, por Hernán Duaz
Foto cortesía de Rafael Moure.
Miércoles, 17 de Noviembre de 2021
Emilio Sanmiguel

Luz Stella Rey es caleña de profesión. Tan caleña que no lo puede, ni lo quiere disimular. Como muchas de sus paisanas del medio cultural es francota, directa, habla sin rodeos y tiene autoridad. No por ser tan caleña es provinciana; por eso su caso recuerda la célebre frase de Tolstoi Describe tu aldea y serás universal.

Al contrario de algunas, y algunos, de sus colegas no es de roscas. Si ocupa un lugar de preminencia en el ámbito cultural es porque sinceramente ha creído en su trabajo, posee una curiosidad insaciable, es seria, tiene sentido del deber y ha sabido ganarse el respeto del medio. De sobra está decir que no es, ni ha sido una estrella del famoseo.

Decía que su curiosidad por todas las manifestaciones de la cultura es insaciable. Pero, lo más suyo es la danza. En todas sus manifestaciones: el Ballet, la moderna, el Folclor, la contemporánea. El suyo no es el caso de afición sino de profesión. En su juventud fue bailarina, de hecho, hasta hace muy poco, su postura y ademanes la delataban. En su conversación con inusual frecuencia se desliza el nombre de Giovanni Brinati, su maestro en Cali, el nombre que representa el auténtico inicio del movimiento dancístico del Valle. Desde entonces, hasta hoy, ha estado vigilante de todo lo que ocurre en la danza en el país y en el mundo y, caso raro, siempre ha estado dispuesta a apoyar y respaldar en la medida de sus capacidades a todos sus colegas. En el medio así se lo reconocen.



Además de ese rol, nadie le desconoce su condición de directora de teatros. Si hacemos de lado los nombres de Ramiro Osorio y Fanny Mickey, Rey se da el lujo de haber sido la única profesional que en la materia ha habido en el país: no bien terminó de bajarse de las zapatillas de punta, se convirtió en directora del Municipal de Cali. Luego fue directora del Municipal de Bogotá, el Jorge Eliécer. Cornò esa trayectoria durante los años que estuvo al frente del Colón de Bogotá.

Su paso por el Colón dejó huella. Por la seriedad de su gestión primero y por el profundo conocimiento de la vida y rutinas tras las bambalinas, donde ocurre el milagro de los espectáculos. Los festivales de danza que organizó allí hicieron época. También apoyó todas las empresas nacionales; sin distingos, por igual desfilaron por el coliseo de Cantini compañías como Incolballet de Gloria Castro o la Academia Pavlova de Ana Consuelo Gómez.

No vaya a creerse que sólo protegió la danza. La ópera, el teatro, la zarzuela, todas las artes escénicas y muchas actividades académicas tuvieron durante su administración cabida en ese escenario. El suyo fue un reinado glorioso.

Porque si el Teatro Colón está en pie, lo está por su actitud vigilante y obsesiva, que se manifestaba hasta en mínimos detalles, como evitar el uso de ceras sobre los enmaderados de la zona de camerinos para evitar incendios. Logró, después de una insistencia de años, la instalación del sistema contra incendios, que salvó al Colón de desaparecer bajo las llamas, como tantos teatros en el mundo, cuando a finales de octubre de 1999 se desató uno en los altos del teatro.

Tras su retiro quedó demostrado que su amor por el espectáculo es absoluto y más allá del deber, porque esta alerta de todo lo que pasa, su presencia es casi sabida en todos los grandes espectáculos y, lo más importante, se mantiene al tanto de todas las movidas del medio cultural.

Por todo eso que ella representa, la noche del pasado jueves 4 de noviembre su paisana, en su momento primera bailarina de Incolballet, Alicia Cajiao, resolvió rendir homenaje a la gran Señora del teatro en la sede de la Compañía Colombiana de danza, que ella dirige.

Lo hizo con algo que alguien como Luz Stella sabe entender y valorar, con el trabajo de su academia en una selección ambiciosa de grandes momentos del repertorio, con sus discípulos. Rey, rodeada de unos pocos amigos que la quieren y admiran, presenció en ese homenaje el arduo trabajo de Alicia como maestra, en Pas de Deux, Variaciones y Solos del gran repertorio: Quixote, Flammes de Paris, Diana y Acteón, Esmeralda, Lago de los cisnes, Bella durmiente, Corsaire, Bayadera, hasta algo contemporáneo con música de Piazzolla y, hay que decirlo, la coreografía de Cajiao que bailó Nicolás Espinosa, con la música del Cisne de Saint-Saëns. Sergio Suárez, Matilde López, Juliana Poveda, Salomé Farieta, Mariana Moreno, Sofía Novoa, Luisa Suárez, Catalina Suárez, Paula Figueroa, María José Pretel y Sara Arenas fueron los encargados de protagonizar el sentido homenaje.

Caso inédito este, de una bailarina homenajeando a otra. De eso se trató el sencillo pero sentido tributo a Doña Luz, como le decían sus subalternos del Colón. Alicia agasajó a Luz Stella como lo hacían unas y otras bailarinas en el Grand Pas de quatre de Perrot del siglo XIX.

Nada más merecido.

Cauda.

Sólo por ser la madre de Sandro Romero ya ameritaría un homenaje.