Álvaro Gómez: el gran estadista del siglo XX | El Nuevo Siglo
ÁLVARO GÓMEZ siempre buscó ofrecer a los colombianos la posibilidad de hacer una política limpia  
Foto archivo
Domingo, 8 de Noviembre de 2020
Alberto Abello

Tras 25 años del magnicidio de Álvaro Gómez Hurtado su cautivante talante de humanista, político y periodista crece en la memoria de los colombianos, en tanto sus ideas y principios cobran renovada vigencia.

Álvaro Gómez hizo por Colombia más que varios gobernantes juntos. Desde muy joven interviene en el Congreso y la política para ablandar al gobierno de coalición y abrir espacio a su candidatura. Lo mismo que contribuye con sus ideas a propiciar una reforma constitucional que fortalezca el Estado, apoya la creación de Ecopetrol y pretende que se empleen los recursos de las divisas cafeteras en desarrollar el comercio y la industria.

Al caer su padre del poder por la división conservadora, después se convierte en España en secretario del Frente Nacional. Regresa a Colombia y capitanea el “Batallón suicida”, con los jóvenes que instan a los estudiantes y trabajadores a derrocar al dictador. Salen del gobierno compartido con Alberto Lleras, por cuenta del triunfo electoral del ospino-alzatismo; confronta a Carlos Lleras Restrepo al discrepar de la reforma agraria, defiende una política agraria que respete la propiedad rural y estimule a los agricultores y ganaderos. Apoya diversas reformas constitucionales y es tres veces candidato presidencial. Es una ardorosa lucha desigual, reducido a una bicicleta estática, puesto que cada vez que es candidato sus contendores le dividen el partido Conservador, alientan a los godos populistas de la Anapo, en tanto la izquierda y los liberales se unen en su contra y los medios de comunicación de sus adversarios lo condenan. Por el contrario, cuando en 1995 convoca a derrocar el Régimen tiene el apoyo o el respeto de la gran mayoría de colombianos”.

El anterior texto hace parte del borrador que elaboré para la intervención en la conmemoración que hizo esta semana la Universidad Sergio Arboleda del magnicidio. Se trató de un foro organizado por el rector Rodrigo Noguera Calderón, acompañado por el presidente Iván Duque, unidos en la voluntad de esclarecer el magnicidio y castigar a los culpables. Crimen, que, como sostiene el jurista y exfiscal general Néstor Humberto Martínez, por ser delito de lesa humanidad no es competencia de la JEP.

También participó la familia del inmolado líder conservador reclamando justicia. Hablaron su hijo, Mauricio Gómez Escobar, y su sobrino, Enrique Gómez Martínez, junto con investigadores insobornables. Se conocieron los testimonios de las víctimas y se rememoró su trabajo en EL NUEVO SIGLO, diario que por tantos años dirigió Álvaro Gómez, donde hizo sus grandes planteamientos, elaboró sus persuasivas tesis y convocatorias políticas y en el que colaboró para denunciar una y otra vez el Régimen. Gómez Hurtado decía que la más noble de las profesiones es la de periodista.


El legado

Es de notar que si el país hubiese puesto en práctica las propuestas de Álvaro Gómez, en su Acuerdo sobre lo Fundamental (plan nacional de desarrollo; inversión en tecnología de punta y creatividad; seguridad política; inversión extranjera, rebaja de impuestos, reducción del tamaño del Estado y sembrar millones de hectáreas de bosque en la Amazonia) Colombia estaría hoy a la cabeza de las naciones hispanoamericanas.

El estadista conservador mantuvo desde muy joven un compromiso histórico con la sociedad y el mundo, que denota un sentido político aristotélico del cual sacó su consigna vital en torno a servir con fundamento en el bien común.

Por eso, en su famosa intervención sobre el reto de aprovechar “una posibilidad de hacer política limpia”, se fundamenta en el pensador griego para convocar, puesto que considera que “el hombre como ser social, debe reconocer el ámbito en el que le ha tocado vivir; y porque es racional, debe reaccionar frente a él, tener una posición frente a su circunstancia”. Eso significa estar en algo y motivarse para hacer política limpia. 

Por tener una jerarquía en la vida pública e intelectual del país, Gómez Hurtado estima un deber insoslayable de conciencia y de amor a Colombia denunciar el Régimen. En esa noble misión lo acompañamos. Lo hizo con grandeza y como medida profiláctica para comenzar la lucha por limpiar la política, en el año de 1995, apenas a unos meses de su magnicidio. Allí denuncia que, a su juicio, la política se ensució de manera grave veinte años antes. Así que vamos para el medio siglo de desafío e imperio saltuario del Régimen en el país.

El presidente Duque, en franca y positiva intervención en el mencionado foro, exigió que se esclarezca el magnicidio de su maestro, con el que mantuvo un diálogo constante hasta el día de su muerte, convencido de que es preciso seguir la lucha por limpiar la política. Pidió acabar la impunidad en este caso y renovó su absoluto compromiso con las ideas de Álvaro Gómez, como aquella de abolir el Régimen.



El régimen amorfo

Entre tanto, hacemos memoria de que en otras instancias judiciales se da el escándalo de una juez a cargo del sonado caso de Reficar, de donde desviaron a las alforjas de la corrupción una cifra billonaria. Se han detectado 4 mil millones de dólares en sobrecostos. 

Cuando se creía que la investigación avanzaba por buen camino la sorpresa de la sociedad es mayúscula: resulta que la juez del turbio caso judicial, junto con la empresa familiar, es vieja y millonaria contratista de Ecopetrol, la compañía matriz de Reficar.

La mayoría de los responsables del escándalo fueron absueltos por la Procuraduría y la investigación está en el aire y de pronto condenan a ‘la de los tintos’. Con el caso perturbador de la juez, ahora pretenden que se reinicie la investigación de cero para que prescriban los cargos y la impunidad sea total. Se cancelarían los contratos por inhabilidad sobreviniente de la juez contratista.

Es el Régimen de los negocios sucios y la impunidad que denunciaba Álvaro Gómez, un Régimen cuyo imperio en gran medida hace inviable el desarrollo.

Casos escabrosos en los cuales el Tesoro Público pierde miles y miles de millones de pesos siguen en la impunidad, mientras el Régimen se fortalece.



Se da la paradoja de tener un presidente incorruptible como Iván Duque, que sigue a su maestro y está de frente contra la corrupción y por limpiar los establos de la política, pero sin poder intervenir contra una funcionaria judicial que procede de manera dolosa y ensucia la majestad de la toga en un carnaval de impunidad.

La debilidad del Estado, pese a la creación de la Fiscalía, gracias al empeño de años de Álvaro Gómez, como la reforma de la justicia en la Carta de 1991, no han conseguido su elevado propósito de consagrar una justicia eficaz y ejemplar. Apenas el 5% de los delitos que se comete cada año en Colombia reciben sentencia y se aceptan tutelas impensables. La justicia continúa siendo morosa y distante, como la inseguridad judicial, en gran medida por cuenta de la complicidad del Régimen. Rescatar el imperio de la ley, como proclamaba Álvaro Gómez, debe convertirse en propósito nacional. Sería conveniente reducir las Cortes y fortalecer la Corte Suprema como propone el expresidente Álvaro Uribe.

Como lo demostramos en un escrito que se publicó bajo el título de “Colombia Irredenta”, Álvaro Gómez siempre defendió la Constitución de 1886. En el ejercicio político y como experto en derecho público, colabora en varias reformas constitucionales. Cuando César Gaviria invita a demoler la Carta de Núñez, escribí un artículo para El Tiempo, defendiéndola. Entonces, recibí una llamada de Raimundo Emiliani Román, que me invitó a almorzar con Álvaro Gómez, al Club San Andrés. Allí hizo grandes elogios de Núñez y su Constitución. Insistió en señalar que ninguno de sus artículos impedía gobernar, más el gobierno de turno tenía acordado el escenario para la Constituyente y debíamos participar para evitar que, de improviso, hundieran el sistema.

Tenía razón. Su triunfo en esa elección fue espectacular y preside el triunvirato. Navarro es seducido por un ministerio y una lotería, para cortarle las alas a Álvaro Gómez y que no fuese candidato. Se exilia en la diplomacia, como en otras oportunidades. Regresa a Colombia, en el gobierno de Ernesto Samper, y ya en ese tiempo el pueblo colombiano entendía que su mayor frustración era no haber seguido al dirigente conservador en sus esfuerzos por alcanzar la primera magistratura. Es cuando el estadista indignado por el malestar general decide denunciar y derrocar el Régimen, con la finalidad de depurar la política nacional y ofrecerles un nuevo amanecer a los colombianos con la posibilidad de hacer política limpia, desafío que le cuesta la vida.