Ruta crítica de la seguridad | El Nuevo Siglo
Domingo, 24 de Octubre de 2021

* La operación ‘Otoniel’

+ Mantener ofensiva en todos los flancos

 

La captura de “Otoniel” es la demostración de que en los últimos meses se han venido templando los resortes de la seguridad para convertirla en un propósito indeclinable del Estado. No en vano, este criminal venía ocupando el olimpo patibulario del país, hasta convertirse en el heredero intocable de la delincuencia de mayor calado, producto de los vasos comunicantes subversivos, paramilitares y narcotraficantes, y su proterva alianza con los carteles mexicanos.

En el caso del denominado ‘Clan del Golfo’, que dirigía, es claro que la captura de “Otoniel” con fines de extradición se dio como resultado de una de las operaciones policiales y militares de más largo aliento, desvertebrando previamente su entorno. En ese sentido, la Fuerza Pública, en especial el Ejército, la Policía y la Fuerza Aérea, así como las ingentes labores de inteligencia, merecen todo el reconocimiento de los colombianos, bajo las directrices efectivas del gobierno y la atención permanente del propio presidente de la República y el ministro del ramo.     

Pero no solo es el caso de la ofensiva contra dicho clan criminal. A mediados de este año, tras neutralizar a varios de sus principales cabecillas, las autoridades anunciaron igualmente el desmantelamiento casi total de otra banda de similar espectro, como ‘Caparros’, mientras que una de la misma índole, como ‘Pelusos’, también ha sido afectada de forma decisiva. Lo cual sigue señalando el rumbo a seguir con el objeto de lograr la soberanía plena sobre el territorio, en veredas, pueblos y ciudades, y cumplir los fines esenciales del Estado descritos imperativamente en los primeros artículos de la Constitución.  

De otra parte, en los últimos meses se han asestado lo más duros golpes contra el Eln en los pocos más de tres años que van corridos de esta administración. Para el caso, en septiembre fue abatido alias ‘Fabián’, en Chocó, máximo cabecilla de uno de los principales bloques insurgentes, considerado su mando más alto en el país, ya que el resto de la cúpula permanece escondida o refugiada en Cuba, Venezuela y otras partes del mundo. Incluso la semana pasada se dio de baja a su mano derecha, alias ‘El Viejo’.

Del mismo modo, las disidencias y reincidencias de las Farc son perseguidas de forma cada vez más sustancial por la Fuerza Pública. Varios de sus cabecillas regionales han sido capturados en semanas recientes e incluso a finales de septiembre se bombardeó un campamento de alias ‘Iván Mordisco’, abatiendo a 10 de sus integrantes. Ciertamente el país espera más resultados al respecto, puesto que, como se sabe, el proceso de paz con las Farc resultó en buena medida parcial frente a quienes no se desmovilizaron o reincidieron, incluyendo a los máximos negociadores del propio acuerdo. Facciones que gozan de contingentes en ascenso a partir del terror y el nefando reclutamiento de menores que, a su vez, usan de escudo contra los bombardeos.

La captura de “Otoniel” es demostrativa, en efecto, de que objetivos de alto valor estratégico, en cualquier flanco de la delincuencia organizada, deberán hacer parte de la agenda cotidiana de las fuerzas del orden. Así como se hace necesario mantener la denuncia por parte del Estado y del pueblo colombiano a la protección de las guaridas terroristas, típicas de la conducta seguida por el infausto régimen dictatorial venezolano en su territorio, frente a lo que no puede haber sino una sola voz nacional de condena en vez de caer en las lesivas y truculentas trampas de abrir diálogos díscolos, como hubo una intentona fallida en el Congreso la semana anterior.           

En la misma dirección, tras el pico de inseguridad urbana, derivado en parte de la ola de vandalismo de abril y junio pasados, la Fiscalía ha podido capturar y judicializar con éxito a varios integrantes de las operaciones vandálicas sistemáticas, responsables inclusive de homicidios, ataques a la Fuerza Pública, bloqueos viales y destrucción de propiedad pública y privada, en asociación con los agentes terroristas de la anarquía, como ha quedado comprobado en muchos casos. Incluso el plan de seguridad, con la asistencia militar autorizada por la Constitución y solicitada por los alcaldes, ha permitido desmantelar tres de las bandas delincuenciales más peligrosas de Bogotá. Igual ha ocurrido en Cali, Medellín y Barranquilla, en donde se activó la misma estrategia en los últimos meses.

Hacía tiempo el país no tenía conocimiento de una operación tan certera como la que llevó a la captura de “Otoniel”. Tras de ella es válido hacer este recuento de los últimos meses, siempre a sabiendas de que la seguridad no es cosa de un solo día, o una sola acción, sino que es el corazón en el cual se sustenta la democracia y tranquilidad de todos los colombianos. Aunque nos falta mucho, se va en la dirección correcta.