Del ahogado, el sombrero (II) | El Nuevo Siglo
Sábado, 24 de Octubre de 2020

Creamos o no creamos, en nuestra querida Colombia, nuestro gobierno tiene por oficio apagar incendios: el arte  de la polis -pensar en grande, pensar a largo plazo, pensar en el progreso de todos, como iguales-  no se ve por ninguna parte. Pareciera que la improvisación es la ley, empezando por el señor Ceballos de la paz: que no sabe que la Constitución de los Estados Unidos de América nació de encerrarse los constituyentes hasta llegar a un acuerdo: esta sigue siendo la misma; igual pasó con la paz del Presidente Santos, gústenos o no nos guste. ¿Qué tal echarle leña a la hoguera en vez de sentarse en una mesa con el “enemigo” hasta encontrar lo común”?

Pero el reto, hoy, es más de fondo, nuestras mayorías están en una ignorancia supina (a pesar de la ciencia que memorizan), no tienen criterio, no entienden que la libertad o la madurez política es necesaria para elegir sus gobernantes: desde los alcaldes y concejales, hasta el presidente. De aquí el desastre que estamos viendo: la improvisación es el orden del día, solo nos falta que declaremos que somos un estado más de los Estado Unidos.    

 Y la ministra de Educación, por más inteligente y pilosa que es, se está ahogando en un vaso de agua: pareciera que “los maestros son el enemigo”. No ha entendido que la educación está pidiendo cambios radicales, si queremos sacar a nuestra amada Patria del mar de miseria que elige gobernantes igualmente improvisados. No ha entendido que una educación integral y culta, especializada en concordancia con las riquezas y vocación geográfica local es la única salida del hambre y subdesarrollo económico. No ha entendido que esta es la respuesta natural a la injusticia social -que nos tiene al borde de explotar- y a la mediocridad de las mayorías.

 La ministra de Educación debería privilegiar la enseñanza que lleve a buscar la verdad (la realidad), la libertad y la solidaridad: los principios, valores y virtudes; la paz, la creatividad, el criterio recto, el trabajo en equipo, la investigación, la honestidad: en procura del bien común y valore la dignidad humana. Vale la pena insistir, al hablar de educación, la propuesta del maestro José Mario Molina Pasquel, Mexicano, Premio Nobel de química, quien, a la vez, dedicó su vida a la educación, “promoviendo un desarrollo integral solidario y sustentable” (desde preescolar hasta el doctorado). Partiendo de “una educación integral en procura del desarrollo humano y solidario”…     

Este sabio veía la educación como el fundamento del desarrollo de las naciones y de las personas: “una educación lúdica” -nunca la memoria o tareas sin esfuerzo creativo original de los alumnos o imposición de ideas- lo interesante, lo importante, lo agradable: cuestionando, fracasando y levantándose con constancia hasta el logro de los sueños, construyendo futuro, según los intereses y habilidades de cada estudiante”.

Claro que a esta fórmula se le debe añadir -necesariamente- el deporte competitivo como complemento prioritario de la educación, considerando que este forma en carácter, sentido de pertenencia; contrarrestando los vicios y la soledad. Evitando, además, la amargura que lleva a recordar que del ahogado el sombrero (el marxismo), de mi articulo anterior.