Museo Nacional de Taiwán, una maravilla para disfrutar y aprender | El Nuevo Siglo
Foto El Nuevo Siglo - Carlos Higuera
Sábado, 12 de Octubre de 2019
Carlos Higuera
Una colección de casi 700 mil piezas y más de seis millones de visitantes al año lo convierten en uno de los cinco más importantes del mundo y alberga obras de los cinco mil años de historia china

_________

LA imponente edificación da la bienvenida a lo que se anuncia será una experiencia inolvidable, tanto por las piezas que observará, como por lo que aprenderá y ayudará a comprender la historia, contada a través de casi 700 mil obras.

Allí, en el Museo Nacional de Taiwán, creado en 1925, cuya edificación data de 1954 pero fue  inaugurada oficialmente en 1965, están las colecciones más impresionantes de las dinastías Song, Yuan, Ming y Qing, de pintura, caligrafía, y todo tipo de objetos artísticos que muestran la riqueza y belleza de la cultura y el arte de China, lo que lo convierte en uno de los cinco más famosos del mundo.

Localizado en un lugar estratégico de Taipéi, alberga obras de arte de casi todas las épocas de los cinco mil años de historia de China. Sus obras únicas sumergen el visitante en una aventura de la que termina haciéndose parte y de la que no quiere desprenderse hasta no ver la última pieza de la colección, lo que resulta imposible porque el tiempo no alcanza para recorrer las 20 salas.

Construido al estilo de los palacios de Pekín, su fachada es majestuosa, imponente y deslumbrante para los turistas y una invitación a adentrarse en un recorrido guiado, en el que cada uno de los encargados de contar la historia, la conoce cual más, sin importar su edad.

Para recorrerlo, solo por algunas de las salas de exhibición, hay que armarse de la paciencia que caracteriza a los taiwaneses porque se requiere tiempo, mucho tiempo. Cada una de las piezas tiene su historia, anécdotas y hay que escucharla para comprender por qué está allí.

 

Su joya más preciada

 Tan pronto se ingresa al recinto, la guía empieza a hablar de la joya más valiosa que hay en el museo: una figura de un repollo. Sí tal cual, una col de jadeíta que al detallarla se le pueden apreciar insectos y que, según cuenta la guía Mónica, fue un regalo que le hizo el emperador a “su concubina”.

¿Pero qué es? Es un trozo de jadeíta tallada con la forma de una cabeza de col china, con una langosta y un catídido camuflados entre sus hojas.

El repollo de Jadeíta es una escultura pequeña, que mide tan solo 18,7 centímetros de largo por 9,1cm y 5,07centímetros, “poco más grande que una mano humana” y que por ser la reliquia del museo, están exhibida en una gran foto cerca a la entrada y más adentro en una vitrina está expuesta la figura.

ENS

Los rizos semitransparentes, explica Mónica, con apariencia de hojas se deben a la combinación de varios colores naturales del jade que la hacen ver como una col real.

La figura fue esculpida de una sola pieza, mitad blanca, mitad verde, de jadeíta que contenía numerosas imperfecciones como grietas o zonas descoloridas. Estos defectos fueron incorporados a la escultura y se convirtieron en los tallos, venas y hojas de la col. Es considerada una alegoría de la virtud femenina. El tallo blanco simboliza la pureza, las hojas la fertilidad y abundancia y la langosta y el saltamontes a los hijos.

Sobrevivió a la Segunda Guerra Sino-Japonesa (II Guerra Mundial) y a la Guerra Civil China, y finalmente fue reubicada en el Palacio Museo Nacional de Taiwán.

La Col de Jadeita es denominada la “más famosa obra de arte" de todo el Museo del Palacio Nacional, y conjuntamente con la Piedra con forma de carne y el Mao Gong

 

Otras piezas

Nada más después de detallar el repollo y la piedra con forma de chicharrón, se encuentra la figura de una mujer, cachetona que contrasta con lo que debe ser la hembra asiática: frágil, delgada, discreta y noble.

Además se encuentran otras piedras, algunas con forma de hacha y las que simbolizan lo que el emperador de la época quería resaltar.

Adentrándose un poco más se encuentran los recipientes de cerámica de la dinastía Yuan, que se incluyen en la exhibición de cerámica blanca con ilustraciones azules y Mónica se detiene para contar una anécdota. “Se le pidió a un diseñador que hiciera un catálogo para una exposición y al ver la foto del jarrón vino y dijo: esa foto está borrosa. No le contestaron, esa es la sensación que da. Cuando trajo el catálogo le señalaron que la foto se veía borrosa. No, respondió, está bien, solo es la sensación que da”.

También hay campañas de diferentes formas, ollas e infinidad de objetos que para verlos y aprender algo de su historia y comprender porque están en este museo que alberga joyas milenarias se requeriría de horas y horas. Es un día es imposible recorrerlo todo, aunque para los turistas es más que suficiente con observar algunas de las más destacadas piezas de la colección.

ENS

“Esto solo se ve una vez en la vida. No es fácil venir al museo a menudo a pesar de que a lo largo del año hay días en que el ingreso es gratuito y que se buscar llegar al público de todas las edades.

Y, a parte de las refinadas e invaluables objetos que allí reposan, que son orgullo de Taiwán y que para recuperarlos debió lucharlos, llama la atención la cantidad de jóvenes que a diario visitan el museo.

No son los únicos, los colegios y especialmente los jardines infantiles, llevan a sus alumnos para contagiarlos del amor por su museo y para que conozcan su historia, mucha de ella llegada de la China continental o rescatada del Japón.

Los 300 dólares taiwaneses que vale el ingreso al museo resultan más que compensados con la belleza y riqueza histórica del mismo y la imponente edificación en la que funciona desde 1965. Por algo es uno de los cinco mejores museos del mundo.