Marcando el ritmo | El Nuevo Siglo
Martes, 1 de Octubre de 2019

Maduro ha sostenido que durante las próximas semanas desarrollará una agenda estratégica muy impactante y diversa. 

Y lo cierto es que con la asesoría del ingenioso aparato diplomático cubano, la ejecución de esa agenda le permitirá seguir manteniendo la ventaja en la contienda hemisférica.

1- A nivel militar, los ejercicios en la frontera le han dado impulso a la idea de que defiende a su país de una intervención extranjera;

2- Ha conseguido implantar la noción de que apoya a las Farc-Eln porque son grupos obligados a “rearmarse” debido al “incumplimiento” del gobierno colombiano ante los acuerdos de La Habana;

3- En lo interno, pronto lanzará la iniciativa de adelantar las elecciones parlamentarias, so pretexto de que la Asamblea Nacional ha perdido su legitimidad, con lo cual, materializará el zarpazo con el que busca tomar el pálido control que allí tiene Guaidó.

4- Se deshizo de los incómodos diálogos mediados por sus aliados de Noruega, en su aliada isla de Barbados, obligando a que Guaidó admitiera lo que sus propios copartidarios le advirtieron: que no hay nada que dialogar, ni negociar.

5- Ha logrado desmitificar la inocencia de Guaidó y, sin necesidad de apresarlo para convertirlo en mártir, lo ha puesto en entredicho con las fotografías en las que el presidente interino y legítimo abraza con particular efusividad a unos adustos jefes paramilitares en la frontera, y

6- Se ríe en la cara de quienes votaron a favor de activar el TIAR, porque si algunos cancilleres del área ya han salido a decir que no se usará la fuerza contra Maduro, ¿qué sentido tiene semejante trámite?  

Adicionalmente, si Duque ya demostró en la ONU lo que siempre se ha sabido, o sea, que el régimen de Maduro es un patrocinador del terrorismo, ¿cuál será el siguiente paso que dará Colombia en defensa explícita de su soberanía?

Está claro, entonces, que a pesar de su fragilidad moral y estructural, la pérfida dictadura de Maduro tiene la habilidad para sobrevivir y mantener la iniciativa, en buena parte por lo que hace, pero, sobre todo, por lo que los demás no hacen.

Primero, porque los demás se niegan a expulsarlo mediante el uso legítimo de la fuerza.

Y segundo, porque evaden, con pasmosa timidez, la responsabilidad de defender su propia soberanía ante la agresión del dictador y sus secuaces.