¿Quién es el loco? | El Nuevo Siglo
Domingo, 14 de Octubre de 2018

La locura de la supuesta ideología de género, que tanto daño está haciendo, me recuerda unos apuntes de clase que, creo, son el otro lado de la moneda:

La mujer es sinónimo de amor; es incondicional, generosidad dulce y serena; es ternura, cariño y detalles finos que nadie ve; es transparencia, nobleza y valor; delicadeza y dedicación; es intuición. Es conciliación, espíritu de servicio; comedida y comprometida; es relacional; dialogal, amiguera, comunicativa, extrovertida; valiente, auténtica: vive de lo sencillo y lo bello.

La mujer contagia el sentido del amor; lucha y hace lo imposible por los suyos y por lo justo; nunca dejará de ser el centro de la familia y la sociedad. Sabe vivir para Dios, contagiar a Dios, hablar con Dios, hablar de Dios.

Es débil en lo físico pero fuerte en lo espiritual; es escucha, reflexión y vanidosa: cuida de su cuerpo sin ser superficial; es condescendiente y dócil. Es carácter, constancia, no se rinde. Es desprevenida y coherente, entiende el sentido del compromiso; es colaboradora, sacrificada, polifacética. Tiene inteligencia práctica y oportuna.

Cuida, por naturaleza, a los débiles y más necesitados; ve el dolor de los que sufren. Es maestra de fidelidad, misericordia y ternura: contagia con su vida, virtudes y valores a sus hijos, al marido y compañeros de trabajo. No olvida: tiene a la mano los recuerdos...

La mujer, en su día a día, a cualquier edad, en cualquier lugar, cada momento, confirma su impronta sexuada: siempre es amor y madre, hasta después de la muerte, esto la hace la creatura superior del universo. Por algo será que al lado de todo gran hombre siempre hay una mujer superior. ¿Cómo olvidar que el varón puede hacer lo que se proponga en la vida, sin la mujer, excepto una cosa: Vivir?

El varón es otra cosa, es sinónimo de hombría: el protector de su familia: la acompaña, la cuida, la apoya y respalda en sus sueños y sus deseos de estudiar y crecer. También es soñador, es ganador, triunfador, es el líder natural.

Es recio y valiente, no se da por vencido. Se apasiona por lo que se propone. Es cerebral, reflexivo, constante y luchador, es callado; es el estímulo y el alivio para su mujer frente a los hijos y la sociedad.

Es osado, aventurero, impetuoso; fuerte en lo físico, pero débil en lo emocional; su orgullo, dignidad, honor, son reflejo de su hombría; es monotemático, sicorrígido; es garantía de estabilidad para su mujer y sus hijos. A partir del matrimonio y del primer hijo es tierno, responsable, estable: donde esté es el padre de su familia;      

El marido es apoyo, modelo, seguridad, estabilidad, compañero, amigo, de su esposa y sus hijos, y, si es del caso, da la vida por estos. Así, en su cotidianidad, confirma su identidad sexuada.  

Ahora, a quienes les cuesta ver un futuro viable para la humanidad, desorientada y convulsionada, hay que recordarles que la esperanza de la humanidad está en el corazón, la coherencia y la fortaleza de la mujer, como se evidencia en estas líneas.