La marea centroamericana | El Nuevo Siglo
Sábado, 27 de Octubre de 2018
  • Reto a política migratoria de EU
  • El coletazo electoral ineludible

 

 

La caravana de migrantes que arrancó en Honduras semanas atrás y que a lo largo de su recorrido ha ido sumado a millares de personas más que ya ingresaron a territorio mexicano y se dirigen a la frontera con Estados Unidos, se ha convertido en un problema geopolítico para Centroamérica y uno interno para el gobierno norteamericano. La cantidad de personas, que algunos calcula superior a 10 mil, es vigilada por satélite, en tanto la prensa muestra a verdaderos enjambres humados que encaramados en camiones o por muchos tramos a pie no se detienen.

Es una movilización organizada y disciplinada. Todos comen a la misma hora y  mantienen el paso. No se trata, en consecuencia, de un hecho aislado como tampoco de migrantes desprevenidos. Las autoridades centroamericanas y el gobierno Trump han advertido que se trata de una acción calculada para permear la frontera sur de la potencia y desafiar a la Casa Blanca en la antesala de los comicios legislativos. Se habla, incluso, de misteriosos financiadores de la caravana, incluso desde los propios Estados Unidos.

El gobierno hondureño es el primero en advertir que hay móviles ocultos detrás de la marcha y que si bien al comienzo muchos eran nacionales de su país, con el pasar de los días se sumaron personas de múltiples países. Hoy se sospecha que la caravana tiene conexión con países suramericanos y hasta se teme que pueda ser infiltrada por elementos radicales árabes. Incluso se rumora en algunos sectores de la prensa que hasta desde Venezuela se estarían movilizando fondos para financiar la marcha.

En estrategia es común desde tiempos inmemoriales propiciar mareas humanas que desafían las autoridades locales o regionales con el fin de permear sus fronteras y crear un problema de alto calado. Por lo mismo, algunos analistas sostienen que los civiles que hacen parte de esta caravana están siendo utilizados como carne de cañón, sin importar la presencia de niños y mujeres. Se busca, según observadores, forzar de las autoridades fronterizas de EU una represión violenta que impacte el escenario electoral interno, dado que la Casa Blanca y la oposición demócrata tienen posturas distintas en materia migratoria.

No hay que perder de vista que esta marcha se da precisamente cuando se aproxima el relevo presidencial en México, en tanto que en Estados Unidos los partidos Republicano y Demócrata disputarán en las urnas el dominio de la Cámara, en unos comicios que marcarán las posibilidades de Trump para reelegirse.

Es claro que si México no contiene la marcha, la misma llegará a la frontera estadounidense, donde ya las autoridades de ese país preparan un plan de contingencia para impedirles el paso. No será nada fácil. Se debe actuar con sumo cuidado, sin tener que acudir a la fuerza pero dejando en claro que su soberanía territorial no se puede soslayar. Si ingresa esta marea humana, en cuestión de semanas otras similares se activarán por toda Centroamérica, eso es claro. También es claro que hay un drama humanitario que sopesar, pero también es evidente que la bandera del gobierno Trump ha sido una férrea política migratoria que no parece dispuesto a reversar o flexibilizar ahora.

México también se juega mucho en esta coyuntura. Aunque intenta demorar la marcha so pretexto de darles categoría legal de refugiados, sabe que dejarla llegar a la frontera norte tendrá consecuencias. Ya en Honduras, El Salvador y Guatemala se organizan otras movilizaciones y si las naciones centroamericanas no toman cartas en el asunto podrían obligar a la Casa Blanca a tomar medidas drásticas para frenar una oleada migratoria que podría tomar ribetes más graves que la causada en los últimos dos años por el régimen dictatorial venezolano. Incluso algunas hipótesis señalan que Trump podría dejar entrar la caravana, asistirla humanitariamente pero luego proceder a deportaciones masivas y automáticas. Una solución que tendría un enorme costo económico y un efecto político incierto.

Por todo lo anterior es que los expertos sostienen que la marcha es una prueba de fuego para evaluar la reacción de Washington. También podría llevar a recortes de la ayuda estadounidense a los países centroamericanos. Igual crece la presión de los sectores pro-inmigrantes según los cuales se requiere más fuerza laboral en Estados Unidos en momentos en que la economía despega con fuerza por las mismas medidas de Trump. Mientras que algunos sectores sostienen que cerrarle la puerta a la caravana debilitaría las posibilidades de una reelección de Trump, otros recalcan que su electorado proviene en gran parte de los sectores nacionalistas de su país.

Habrá que esperar, entonces, el desenlace de esta compleja situación que, como se dijo, representa un duro pulso geopolítico e interno para Estados Unidos.