Hacer lo correcto | El Nuevo Siglo
Lunes, 22 de Octubre de 2018

“Lucha contra corrupción con hechos concretos”

¡Uf! El desafío diario. Para hacer lo correcto hay que tener un entrenamiento constante en la vida que día tras día nos ofrece oportunidades para ponernos a prueba. Se aprende desde la infancia y a través del ejemplo. Por eso es tan importante la paternidad y maternidad respetuosas y amorosas. No son las órdenes y las instrucciones que imparten los padres a sus hijos, sino su ejemplo. ¿Cómo manejan en el tráfico? ¿Cómo interactúan con otros adultos? ¿Se cuelan en las filas de los trancones o de los bancos? ¿Sacan cosas del supermercado sin pagarlas? ¿Se respetan en las parejas y relaciones con otros adultos de las familias? Eso lo aprenden los hijos y luego lo reproducen en sus vidas.

Hacer lo correcto en nuestra vida privada es no agredirnos a nosotros mismos, ni a nuestras familias. Respetar los espacios de cada cual, actuar con honestidad y ecuanimidad.

Un buen ser humano criado en el seno de una familia con valores, se convertirá en un buen ciudadano. No se necesita dinero para que haya buena educación. Es más, en muchas familias muy encopetadas hay  guaches indignantes que se comportan en la sociedad como verdaderos hampones. El problema de no aprender a hacer lo correcto aparece cuando alguno (o muchos) de esos personajes “malcriados y educados” tiene la oportunidad de gobernar a un colectivo porque la escala de sus antivalores los pone al servicio de pequeñas élites de poder que se alimentan, crecen y reproducen a través del trabajo de la gente que gobiernan, y que no tiene acceso a esos poderes tan encumbrados. Gente que, por lo general, somos la mayoría de los ciudadanos.

Hoy, a casi un año de haber sido despedida del SENA por denunciar una serie de hechos que suman casi un billón de pesos, observo con paz en mi corazón mi actuar. Enfrenté los poderes más poderosos y las ambiciones más patéticas, sabiendo que me exponía a que me amenazaran, persiguieran, ridiculizaran e inventaran mentiras indignantes sobre mi vida privada (a falta de argumentos) y sin embargo, nunca dudé en hacer lo correcto. Hoy en día tengo más que claro que un funcionario público debe anteponer el beneficio de la sociedad por encima de lo personal. Sé que es imposible que, entre 191 entidades del Estado, solo a mí me haya tocado una con temas muy graves de posible corrupción. Para hacer lo correcto hay que tener los pantalones bien puestos (en mi caso la falda) y aunque se sienta miedo, tener el coraje y la valentía de defender al país y sus instituciones de los corruptos. La lucha contra la corrupción se ejecuta con hechos concretos que ejemplifiquen y enseñen. Por eso hastían los exfuncionarios que pontifican de lo bello y lo maravilloso de su gestión y que cuando tuvieron la oportunidad, no actuaron de acuerdo con sus sermones. Lo que necesitamos son más personas al servicio de lo correcto: ciudadanos empoderados, educados con respeto y liderados por quienes con acciones, también hagamos lo correcto.