Brexit revive fantasmas del pasado en frontera entre irlandas | El Nuevo Siglo
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Sábado, 20 de Octubre de 2018
Agence France Presse
A los habitantes de Drummully Polyp, pequeño enclave irlandés en Irlanda del Norte, no les gusta que se vuelva a instalar controles fronterizos, una de las propuestas de Londres y la UE para desenredar las negociaciones
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A LOS habitantes de Drummully Polyp, pequeño enclave irlandés en Irlanda del Norte, volver a vivir con una frontera cerrada entre los dos países les parece imposible y les trae malos recuerdos de los tiempos sombríos de los puestos de control.

Este pequeño territorio de 10 kilómetros cuadrados de campo verde se adentra en territorio británico pero permanece conectado a la República de Irlanda por una estrecha franja de tierra de apenas un centenar de metros de ancho. 

Salvo si uno se calza las botas para cruzar campo a través, solo se llega a este enclave con forma de pólipo por la carretera nacional 54 que cruza la provincia británica de Irlanda del Norte.

"A nuestros ojos, no hay frontera porque es un camino que tomamos todos los días", dice Bernis McElwain, de 40 años, que siempre ha vivido en la región.

Solo una línea en el asfalto, un cambio en los carteles viales y el paso del límite de velocidad de millas a kilómetros por hora permite a los automovilistas saber en qué país se encuentran cuando conducen por esta carretera que cruza la frontera cuatro veces en diez minutos de viaje.

Pero en el momento del Brexit, previsto el próximo 29 de marzo, esta línea se convertirá en el nuevo límite externo de la Unión Europea, lo que podría conllevar la reinstauración de controles fronterizos.

"Francamente, no es factible, no lo queremos", dice John Connolly, un juez de 59 años que siempre ha vivido en Drummully, "la isla" como llaman los lugareños, y teme que la vida se vuelva "imposible".

"El ambiente no es bueno"

En sus negociaciones sobre el Brexit, Londres y Bruselas se han comprometido a mantener un tráfico abierto entre la República de Irlanda -país miembro de la UE- e Irlanda del Norte. Pero la fecha del divorcio se acerca y la cuestión sigue sin resolverse.

"Realmente no saben qué es esta frontera", lamenta Connolly. "Simplemente piensan que hay una carretera y una intersección, pero es una historia diferente cuando estás aquí", agrega.

Eamon Fitzpatrick dirige un comercio en la carretera, una ferretería que también vende gasolina. Las paredes de su local a veces tiemblan cuando pasan los pesados camiones.

La frontera pasa justo frente a la puerta de su tienda, pero un único elemento permite adivinarlo: una nota precisando que el establecimiento acepta los pagos en libras y en euros.

"Hoy, puedes subirte a un automóvil y conducir hacia el norte o hacia el sur sin ningún problema", afirma Fitzpatrick, que cruza la frontera hasta 25 veces al día, una libertad de movimiento que los lugareños temen se vea restringida por futuros controles.

"El ambiente no es bueno", reconoce McElwain, que nació en la República de Irlanda, pero creció en Irlanda del Norte antes de volverse a mudar al otro lado de la frontera. 

Su madre, que todavía vive en Irlanda del Norte, está pensando ahora en construirse una casa nueva en Irlanda por temor a que la frontera la separe de su familia.

Los habitantes de esta zona con una historia de conflictos recuerdan la época no tan lejana de la violencia entre republicanos, que querían la anexión de Irlanda del Norte a la República de Irlanda, y unionistas, que defendía el mantenimiento de la provincia en el Reino Unido. Entre católicos y protestantes.

Durante el sangriento conflicto, que terminó en 1998 con la firma del Acuerdo del Viernes Santo, la agricultura del enclave estaba infraexplotada debido al costo generado por el cruce de los controles fronterizos, vigilados por soldados.

La gente vivía sobre todo con miedo y aislados, dice Pat Treanor, concejal del Sinn Féin. "Han pasado los últimos 20 años reconstruyendo una vida normal, les gusta, quieren que continúe, no quieren que se vuelva a instalar una nueva frontera", afirma.

Sin embargo, este delicado momento, piensa, podría representar una oportunidad política para su partido, que defiende la reunificación en la isla de Irlanda. "Hablar del Brexit sirve para llamar la atención sobre esta línea ilógica y antinatural que atraviesa nuestro país", dice.