Aborto: ¿Dónde está el Congreso? | El Nuevo Siglo
Sábado, 20 de Octubre de 2018

 

  • Atender por fin llamado de la Corte Constitucional
  • Lo conservador y la responsabilidad social

 

Durante más de 20 siglos los cristianos han defendido el derecho a la vida frente a otros credos y costumbres que han estado, en menor o mayor grado, por justificar la eliminación de los más débiles. La gestación del ser humano en el vientre es uno de los hechos más conmovedores y maravillosos de la especie humana, puesto que desde el momento en que el hombre y la mujer se unen genéticamente para la reproducción, una nueva persona comienza a ser y existir. Hoy la ciencia nos muestra cómo la vida evoluciona lenta y de manera maravillosa en el seno materno donde el nuevo ser se nutre de cuanto la madre le trasmite, en lo espiritual y material.

Es por supuesto antinatural predicar la eliminación de la vida humana en las entrañas del vientre materno. En Colombia sigue siendo delito, salvo las tres excepciones contempladas en la ley. Cualquier caso diferente constituye una conducta típica, antijurídica y culpable. El cristianismo, que nació como la religión de los más débiles en plena vigencia del Imperio Romano, enaltece a la madre y su descendencia, como el centro vivencial de nuestro universo. Son los mismos dictámenes inscritos en la Constitución colombiana. Esa voluntad se consagra en el derecho natural a la vida, el más sagrado y esencial de todos los derechos, sin el cual los otros serían letra muerta. Es allí donde surge la familia, la sociedad, dando lugar a la eventual armonía social. Atentar contra el ser inerme que dentro del vientre materno lucha instintivamente por sobrevivir, es un acto a todas luces gravemente lesivo de la humanidad entera y, por tanto, para un ser racional y justo, indefendible.

En Colombia, como se dijo, la ley reconoce los casos excepcionales en los cuales es posible interrumpir voluntariamente el embarazo: cuando está en peligro la salud física o sicológica de la mujer, una grave malformación del feto y si hubo violación o incesto. Un sector de la Corte Constitucional es partidario de abolir esa posibilidad a partir de la semana 24, según propuesta de la magistrada Cristina Pardo, que por desgracia no prosperó. Una postura que, sin embargo, fue el incentivo para una campaña en algunos medios de comunicación y en las calles dizque como mecanismo de aborto generalizado. Nada más falso. Si bien la Corte dejó ir la oportunidad de pronunciarse sobre los términos en que pueden llevarse a cabo las salvedades, dentro de las semanas de gestación, en la misma medida instó al Congreso para que lo haga. De tal manera se escudó en una aparente falta de atribuciones, pero de todos modos dejó en claro que son los representantes del constituyente primario quienes deben legislar en la materia. El debate está abierto.

Así las cosas, se espera que las tendencias conservadoras en el Congreso, representadas mayoritariamente en los diversos partidos, entren a defender el derecho a la vida, tal como se entiende en las cláusulas inmodificables. La familia es el pilar de nuestra sociedad y el Estado tiene el deber de preservarla. Porque es el conservatismo en las diversas vertientes parlamentarias, no importando el origen partidista, el que defiende el derecho a la vida y la dignidad humana, como pilares esenciales de la humanidad. En ese orden de cosas la mujer y la madre tienen un lugar primordial en la cúpula social, como esenciales en la empresa de la familia, educada y defensora de los valores que garantizan la sana evolución social.

Los conservadores, en general, entendemos que la familia debe estar dotada de una serie de garantías estatales que le permitan preservar y fomentar su unidad, con la misión de formar en su seno gentes con amplia proyección social y espiritual. En ese orden de ideas el derecho a la vida es sagrado. En esta ocasión, cuando existe una restauración universal de los valores, el Congreso no puede pasar agachado. Sería cohonestar la desidia que ha acompañado tan trascendental tema, lo cual ha servido para la entronización del desorden y la nociva interpretación de los fundamentos constitucionales y espirituales del país.