Perspectivas. La taruya no es tan mala como la pintan | El Nuevo Siglo
LA TARUYA, que era vista como una planta problema en la represa del Guájaro, se convirtió en esperanza porque con ella se fabricarán ecoproductos.
/C.R.A
Sábado, 15 de Octubre de 2022
Redacción Medio Ambiente

En uno de sus ratos de ocio, Emilse Pérez descubrió que la odiada por los pescadores taruya no solo era un problema, sino que podía convertirse en parte de la solución y generar ingresos extras, entre otras razones, porque prolifera en los cuerpos de agua y “es gratis”.

Hoy esta mujer de 70 años, que lidera la Fundación Manatí en el corregimiento de Antequera, municipio de Tamalameque, en el departamento del Cesar, comparte su descubrimiento con los pescadores de los poblados de Aguada de Pablo y La Peña, en Sabanalarga, Atlántico, para que aprovechen el buchón, flor de bora, camalote o taruya, que cubre las aguas de la ciénaga o represa del Guájaro, para hacer papel, jabón orgánico, suplementos alimenticios, briquetas y artesanías.

En cumplimiento de compromisos adquiridos por la Corporación Autónoma Regional del Atlántico (CRA) con los pescadores, se avanza en la implementación de un programa de limpieza y aprovechamiento de la taruya.

El proceso consiste en jornadas teórico-prácticas que se desarrollarán con los pescadores para capacitarlos sobre aprovechamiento de la planta como una oportunidad y fuente de ingresos económicos.

Para Ayari Rojano, bióloga de la CRA, existe una proyección de esta planta acuática, desde el punto de vista de mercados verdes, por lo que se promoverá un proceso de entrenamiento para la puesta en marcha de emprendimientos a partir de la utilización de la taruya. Sin embargo, aclara que no es posible eliminarla definitivamente, sino “realizar un mantenimiento y controlar su proliferación, teniendo en cuenta la importancia que representa para el cuerpo de agua, al actuar como filtradora y salacuna de muchas especies de peces”, aseguró.

El proyecto

Adalberto Sarmiento, quien reside en el corregimiento La Peña del municipio de Sabanalarga, cambió la pesca por el comercio y forma parte de la Cooperativa Agropesquera Protectora de los Recursos Naturales (Coaperpe).

“Tenemos una vida jurídica de 22 años. Coaperpe fue creada en el 2000 para organizar a los pescadores artesanales y el objeto social es la protección de todo lo que tenga que ver con la naturaleza. Hacemos capacitación, limpieza de las playas, muchas actividades en pro del embalse del Guájaro, que es nuestro emblema del departamento”, dice este hombre de 62 años de edad, bachiller con énfasis en artes aplicadas, casado y padre de cuatro hijos.

Además, es defensor de la taruya. “No veo que sea dañina, porque la produce la naturaleza, sirve para proteger algunas especies, no diría que sea perjudicial, sino algo que regula la calidad del agua. Algunas personas la ven como amenaza porque les interrumpe la actividad de pesca, pero es algo de la naturaleza”, señala.

Añade que “los pescadores se quejan porque la taruya los afecta. Hemos buscado propuestas, entre ellas producir artesanías con este vegetal, que sea una fuente de ingreso más para muchas familias que solo tienen la pesca para generar recursos para sobrevivir”.

Reconoce que “todo en exceso es malo” y en el Guájaro abunda el buchón de agua. “No entendemos cómo cada año es mayor el volumen, va invadiendo algunos espacios que son puntos de pesca. Por ese lado sí afecta. En este momento, cuando se llega a La Peña no ve agua sino taruya, por eso la propuesta acogida por la CRA y de ahí nace que se esté capacitando en aprovechamiento del recurso, cruzando experiencias quienes ya la trabajan en el departamento del Cesar. Ellos nos dicen que por ser un punto estratégico, porque este es un corregimiento turístico, que es un atractivo más y por eso esos productos que saquemos de la taruya nos abren una oportunidad”.

¿De dónde surgió la idea de aprovechar la taruya? “La señora que enseña a hacer las artesanías, Emilse Pérez, dijo que en un momento de ocio se puso a hacer algo con la taruya y ha ido produciendo cosas que le gustaron a la gente y ya es muy reconocida. Hay un equipo de artesanos, un ingeniero ambiental y los funcionarios de la Corporación, quienes hacen las capacitaciones para que las familias de La Peña y Aguada de Pablo aprendan a fabricar los productos”.

Son 50 personas por cada corregimiento. La mayoría son pescadores, el proyecto va dirigido a familias de pescadores, aunque hay artesanos que trabajan con otros materiales.

La “descubridora” de los beneficios de la taruya “tiene a manera de catálogo unos productos comercializados, como agendas, bolsos, cosas muy diferentes que se ven en otros materiales que no se hacían con el camalote, planta que abunda y por ende los productos salen más económicos”, dice Adalberto.



Apoyo

“La CRA es la que lleva a cabo este proyecto, organiza los artesanos, les facilita herramientas de trabajo para que exploten esta planta que abunda en el Guájaro”, señala Adalberto.

Por ahora se está en la segunda fase del proyecto y las expectativas son grandes, "porque ella (Emilse) dice que podría ayudar porque tiene un mercado muy amplio, ya es reconocida, produce para varias tiendas del país y nos podría abrir espacios”.

Por la misma razón, cuenta Adalberto, Emilse “es la que dice qué se debe producir y los resultados dependerán del entusiasmo de cada una de las personas involucradas en el proyecto”.

“Ya les explicaron cómo es la forma de extraer el material, prepararlo y de qué manera trabajarlo para sacarle el mejor provecho”, indica Adalberto.

Añade que “la idea es que esto se complemente con la pesca y las personas puedan tener otros ingresos, porque a veces la pesca no alcanza para sobrevivir”.

Explica que el también conocido como lirio de agua no se puede eliminar por completo porque “en sus raíces tiene mucho filamento y es como un filtro que capta las impurezas que lleva el agua, el lodo, y lo retiene. Ahí hay muchos microorganismos que sirven como hábitat para algunos animales, se crían y se vuelven alimento para los peces”.

Agrandando

Por su parte Miguel Cabrera, quien lleva 30 años como pescador y ahora está dedicad a las capacitaciones, asegura que “el problema es que la taruya invade el embalse todos los años y con el correr del tiempo se ha ido agrandando, se ha multiplicado” y lo atribuye a que no se le da buen manejo a la compuerta sur del Guájaro.

“Lo que nos incomoda a los pescadores es que como hay unos ocho kilómetros a lo largo y uno y medio a lo ancho, eso no permite salir ni pescar bien porque uno no sabe si va a poder llegar al puerto. Uno carga bastante herramienta, donde tenga que dejar la canoa botada, la taruya se lleva todo. Un pobre pescador que hace un compromiso en un banco, se descuida o se duerme, lo coge la taruya y se lo lleva, todo eso afecta”, manifiesta.

Recuerda que el Guájaro tenía 16 mil hectáreas en los años 80 y hoy solo unas 12 mil o 14 mil debido a la sedimentación. “Como no hay alcantarillado todas las aguas van al Guájaro, la basura, la gente la arroja a los arroyos y llega a la ciénaga. Estamos haciendo limpieza y eso incluye recoger la taruya, que ahora va a ser utilizada para las alternativas y producir algunos recursos adicionales”, señala.

“Nosotros como pescadores no teníamos la idea de lo que se podía hacer con la taruya, pero la CRA nos trajo unos muchachos de Tamalameque, a la gente le ha gustado y hemos visto que la taruya es un problema, pero a la vez es parte de la solución si le damos el uso que se requiere”.