Un cambio radical (III) | El Nuevo Siglo
Sábado, 3 de Octubre de 2020

Pensando pensamientos pensados, veo que ya hay precandidatos para nuestra próxima presidencia, en todas las esquinas y sus respectivos partidos están calculando cual tendrá más votos y simpatía: el que más le llame la atención a los electores. Del candidato poco interesan sus cualidades, su madurez, la experiencia, la preparación, transparencia. Nadie pregunta si este tiene un proyecto de país importante o si es capaz de llevar a Colombia a ser grande, soberana y libre. Esto es lo de menos, al fin y al cabo, los amigos del ganador tendrán puestos y contratos.

No importa si entiende la razón de un Estado de derecho: el bien común  (gobernar para todos en calidad de iguales); la solidaridad (reconocer la dignidad de cada uno de los ciudadanos dándoles la mano); la subsidiaridad (apoyar a los más necesitados, como hermanos); la justicia (el deber ser del Estado de derecho, tipificado en la Carta Constitucional; la paz (o todos en la cama o todos en el suelo: piensen lo que piensen). Pero, unos cuantos han endiosado ideologías atractivas sin pies ni cabeza, sin soporte racional o sólido, como el racionalismo irracional de los cínicos franceses (soberbios, fanáticos, irresponsables, egoístas), dejando por fuera la riqueza de la cultura milenaria occidental, que busca la verdad en el amor (vivir para el ser amado); de la libertad (señorío y autodominio, sobre  los desordenes y placeres egoístas), la verdad (la realidad: objetiva y subjetiva).

Este es el bien común, la razón de ser de una democracia. Pero han llevado a las masas ignorantes a creer en argumentos absurdos, inocuos, reduccionistas; botando por la borda siglos de maduración, de crecimiento intelectual, de enriquecimiento en cada disciplina: objetiva o subjetiva (espirituales). Hábilmente, acudiendo a palabras atractivas, como que el saber de ayer ya no tiene sentido, está quemado, desactualizado, trasnochado: es esclavizante: “hoy, parar vivir, no sirven la libertad de la verdad humana: esta es historia muerta”.     

 Aunque la verdad política nos dice que si estamos siendo gobernados por políticos improvisados, incapaces de hacer el cambio radical que colombiana nos pide a gritos, acabaremos, de todas maneras, con las mismas irresponsabilidades tradicionales, estaríamos al borde de una revolución. Y no hablo de la posibilidad de terminar de ser víctimas del marxismo o del neoliberalismo que son lo mismo. Sin un Cambio Radical el desastre será igual.

Desconocer los aportes de los grandes científicos y pensadores del pasado -sobre todo, de los creyentes de alguna fe, por ser creyentes- es una locura, una irresponsabilidad. Siendo que, el hoy es, necesariamente, el hijo del ayer. No es una pérdida de tiempo recordar a Galileo, Newton, Maxwell, Einstein (hebreo), Volta, Ampere, Max Planck, Copérnico, Kepler, Lemaïtre, Eules, Gauss, Riemann, Lavoisier, Pasteur, Alexis Carrel, Balmes, Mendel, Jonhn Eccles, Leibniz, Poincaré, Gaudi, Heisenberg, Jordán, Pauli,  Townes, Mott, Salam, Whtehead… Adenawae, Suman de Gasperi… (Y ¿quién se puede atrever a negar la necesidad de acudir a la genialidad y los aportes al mundo de Sócrates, Platón, Aristóteles, Jesús, Agustín, Tomás…, “cuando estos aún están vivos”?)