La segunda vuelta en Bogotá | El Nuevo Siglo
Domingo, 2 de Octubre de 2022

* A un año de elecciones para Alcaldía

* Cambio de fondo en estrategia política

 

En un año y escasas tres semanas los colombianos deberán asistir de nuevo a las urnas, esta vez para escoger gobernadores, alcaldes, diputados, concejales y ediles. La campaña ya empieza a tener sus primeros movimientos, sobre todo entre quienes tienen que renunciar a cargos públicos, cesar contratos, cambiar de partido y otras precauciones para no incurrir en violaciones al régimen de inhabilidades o incompatibilidades.

Si bien en el Congreso cursan sendos proyectos de reforma política y electoral que impactarían las reglas del juego para los comicios regionales y locales, dichas iniciativas son, en su mayoría, constitucionales o estatutarias, razón por la cual es incierto si estarán aprobadas antes de que termine esta legislatura a mediados del próximo año o si habrá suficiente tiempo para reglamentarlas o incluso superar el control previo de exequibilidad de la Corte Constitucional.

Sin embargo, ya hay unos cambios aprobados que modifican el escenario proselitista para dentro de doce meses. Uno de ellos tiene que ver con una modificación de fondo en la elección del Alcalde Mayor de Bogotá. El acto legislativo 03 de 2019 estableció la posibilidad de segunda vuelta en la escogencia del burgomaestre de la capital del país. Así las cosas, el mandatario distrital debe ser elegido para un período de cuatro años por mínimo el 40% de los sufragios ciudadanos, siempre y cuando dicho aspirante sobrepase al segundo más votado por 10 puntos porcentuales. Si ninguno de los competidores obtiene dicha mayoría, entonces se celebrará una nueva votación que tendrá lugar tres semanas después y en la que solo participarán los dos candidatos con más altas votaciones. En este balotaje será declarado Alcalde Mayor electo quien obtenga el mayor número de respaldos.

La posibilidad de que haya segunda vuelta en la capital del país cambia de forma profunda la contienda por el que es considerado el segundo cargo de elección popular más importante del país, obviamente después de la Presidencia de la República.

Es claro, entonces, que quien aspire a ocupar el Palacio de Liévano a partir del 1 de enero de 2024 deberá obtener un apoyo superlativo en las urnas. Para hacerse una idea de lo que este cambio significa baste con recordar que en octubre de 2019 Claudia López resultó electa con el 35,2% de los votos, seguida muy de cerca por Carlos Fernando Galán, que alcanzó el 32,4% de los respaldos ciudadanos, en tanto Hollman Morris se ubicó tercero con 13,9% y Miguel Uribe Turbay sumó el 13,5% de apoyos en las urnas. Es decir, que si en esa cita en las urnas se hubiera aplicado la figura de la segunda vuelta, López, al no obtener más del 40% de los votos ni sacarle 10% de ventaja a Galán, habría tenido que ir a balotaje con este último.

Visto lo anterior, es claro que para el próximo año los candidatos deben pensar en coaliciones multipartidistas y de movimientos ciudadanos más fuertes para tratar de llegar al cargo. Si se revisa el mapa político dejado por los comicios parlamentarios y presidenciales de este año se evidencia que no hay una colectividad que por sí sola domine el electorado de la capital del país.

La posibilidad de segunda vuelta, entonces, es muy alta y obliga a alianzas políticas y programáticas de amplio espectro, más allá de la mera calculadora electoral. Ello implicará, de paso, que los candidatos tendrán que presentar programas de gobiernos más amplios, participativos e incluyentes a los seis millones de ciudadanos que -a cifras de hoy- pueden sufragar en la ciudad.  Y, principalmente, esta figura llevará a que el nuevo inquilino del Palacio Liévano deba tener una mayor capacidad de representación política y electoral de los capitalinos y no apenas de un tercio de los que asisten a las urnas, circunstancia que afecta la marcha gubernamental en el día a día y profundiza la polarización política. Habrá que esperar cómo este cambio trascendental en la escogencia del alcalde capitalino genera una reingeniería política y partidista en la campaña que calienta motores y tiene un abanico de posibles candidatos cada vez más amplio.