Brasil se juega su futuro | El Nuevo Siglo
Viernes, 30 de Septiembre de 2022

* Un pulso de continuismos políticos muy distintos

* Da Silva ni Bolsonaro ganarán en primera vuelta

 

 

Las elecciones presidenciales en Brasil, que tendrán mañana su primera vuelta, concentran toda la atención de ese país, el continente y la comunidad internacional. El presidente Jair Bolsonaro, de centroderecha, y el exmandatario de izquierda Inácio Lula Da Silva se miden en las urnas. Las últimas encuestas evidencian una ventaja de este último, pero no alcanzaría la mitad más uno de los votos, lo que implica que habrá balotaje y allí todo el escenario de probabilidades proselitistas cambiaría.   

Si mañana ganara el exmandatario de izquierda, el mapa político de Hispanoamérica señalaría que por primera vez en la historia gran parte de las naciones estará en la órbita del llamado “Socialismo del Siglo XXI”. A nivel interno, la izquierda demostraría una fidelidad inconmovible con el veterano dirigente sindical, sin importar las acusaciones y procesos penales por presunta corrupción que lo llevaron a la cárcel.

Por el contrario, Bolsonaro representa y abandera la estabilidad y el desarrollo, atendiendo la diversidad del país y el énfasis en los más vulnerables. Defiende los valores tradicionales, el respeto a la propiedad privada, el cristianismo y, sobre todo, la voluntad política de avanzar en el desarrollo agrícola e industrial.

Está en juego el futuro de una nación que, por su tamaño, riquezas naturales, industria y agricultura, así como por su capital humano (más de 215 millones de personas) no solo es la potencia latinoamericana, sino que compite en diversos aspectos con Estados Unidos, China o India. La banca internacional señala que si Brasil continúa en su sendero de desarrollo competirá de nuevo con las economías más potentes. Un pronóstico que peligraría si retorna Lula, quien ya gobernó en dos periodos, pero luego fue condenado por corrupción y fue a prisión.

Sin embargo, en un sorprendente giro judicial, la sentencia fue anulada, lo que aprovechó el astuto político para rencaucharse y lanzarse a buscar un tercer mandato. La gran incógnita de millones de brasileños sobre un eventual triunfo suyo radica en si moderará sus programas y propuestas de corte populista y socialista o si, por el contrario, profundizará el modelo recomendado por él mismo a terceros países en torno a anular la empresa privada y aumentar el gasto público, tesis que en no pocas naciones desembocó en un despilfarro descomunal de las finanzas públicas y politiquería, como ocurrió con quien fuera su sucesora, Dilma Rousseff, que terminó destituida.

En la otra esquina y aspirando a la reelección está Bolsonaro, cuyo gobierno se caracteriza por un férreo nacionalismo y una sensibilidad social en medio de la crisis pandémica. Su actitud frente al impacto a la pandemia del covid-19, tratando de minimizar sus efectos, le acarreó muchas críticas que respondió, invariablemente, asegurando que su país superaría esta emergencia, lo que al final se comprobó, aunque con un costo muy alto.

Bajo el actual gobierno, Brasil consiguió ventajosos arreglos con China y Rusia, países con los cuales tiene un intenso comercio. De igual manera, se distinguió por una política internacional de defensa de los intereses soberanos. Los analistas económicos más imparciales califican positivamente la gestión, por el ritmo de la reactivación sin descuidar el apoyo a la clase media y los sectores más vulnerables.  

Las campañas han mostrado no solo una diferenciación política e ideológica muy marcada, sino estilos políticos disímiles. En realidad, los dos ofrecen un alto grado de continuismo de sus respectivos mandatos, siendo el balance de Bolsonaro más positivo, en el sentido de que otro periodo suyo garantizaría mantener el ritmo de crecimiento económico, la independencia de su política internacional, la política social y la defensa de la democracia en la región en contrapeso al expansionismo creciente de la izquierda, que ha llevado a tantos países a la ruina, el desgobierno y a crisis políticas, económicas, sociales e institucionales.

Precisamente, las mentes más lúcidas de Brasil conjeturan que de no ganar Lula mañana en la primera vuelta, en la segunda lo rebasará Bolsonaro, al tener más posibilidad de sumar apoyos de múltiples sectores de centro que, ante un dilema electoral y político tan grande, se inclinarían por la estabilidad gubernamental y no un incierto regreso al convulso pasado.