La princesa húngara y santa patrona de la Arquidiócesis de Bogotá   | El Nuevo Siglo
Capilla Santa Isabel de Hungría, Catedral Primada de Bogotá.
Cortesía Arquidiócesis de Bogotà
Sábado, 1 de Octubre de 2022
Redacción Nacional

No es poderosamente llamativo que la santa patrona de la Arquidiócesis de Bogotá, Santa Isabel de Hungría, fuera una princesa que regaló sus pertenencias a los pobres en el siglo XIII. Las arquidiócesis de las hoy modernas ciudades latinoamericanas que respondieron a los procesos de conquista y posterior colonización, tienen a santos y santas de origen o ascendencia europea, y fue mucho más adelante en su historia que tuvieron patronos propios.

No obstante, la historia de la patrona húngara de la Arquidiócesis bogotana es apasionante, en tanto que primero fue una princesa rodeada de riquezas que, aún con esa dignidad, dedicó su vida y sus recursos a los más humildes, a quienes atendió vendiendo todas sus posesiones.

Isabel, la princesa, jamás habría podido imaginar que parte de sus restos reposarían al otro extremo -más extremo- del mundo, cuando este aún era plano y tenía comienzo y fin, pues ese era el concepto científico de su época, previo a Galileo y al descubrimiento de América. Pero así fue y aquí terminó, patrona de la Arquidiócesis de una ciudad que en 1590 apenas comenzaba a perfilar su personalidad. Ahora, ¿cómo y por qué terminó aquí? Esa es otra historia. Y sin duda el cómo es más fácil que el porqué.

Su viaje a este nuevo e incierto mundo lo hizo con el arzobispo metropolitano de Santa Fe de Bogotá, Luis Zapata de Cárdenas, el sacerdote español nacido en Extremadura que recibió directamente de doña Ana de Austria, la cuarta esposa del emperador Felipe II y entonces reina consorte de España y de Portugal, el cráneo de la santa para que lo trajera a estas lejanías. Y cálculos indican que la reliquia llegó a tierras americanas alrededor de 1573.

El porqué, por su parte, es un poco más complejo, pues la figura misma de esta santa fue de extrema importancia para el continente y es muy llamativo que la dejaran irse de Europa.

Es que, incluso, hay que tener presente que después de una persecución terrible de los protestantes a todas las reliquias de la Iglesia, un descendiente de su esposo, Felipe de Turingia, fue quien recuperó sus restos, y fue entonces cuando pudieron ser entregados al arzobispo de Bogotá.

“Nuestra santa fue muy importante para la Europa Medieval en tanto que fue una figura que saltó del estrado público y monárquico al estado eclesiástico religioso. Ella se transformó de una gran princesa a una mujer dada a los pobres. Zapata, por su parte, estaba ayudando a darle estabilidad a la Iglesia en América Latina y por eso termina en este Nuevo Reino. La reina, de una forma hondamente piadosa, le pide al arzobispo que “lleve a esta nueva iglesia esta, nuestra reliquia, que es tan preciada. Pudo haber sido cualquier otra pero ciertamente Isabel de Hungría era muy importante para el reino europeo y el arzobispo, como una forma de comunión con la corona española, la trae y le dedica la arquidiócesis y la ciudad de Bogotá a este regalo”, comenzó por explicar el padre Nicolás Garzón, presbítero y delegado arzobispal para el Patrimonio.

Así fue como llegó a la capital colombiana su cráneo, que al día de hoy está cuidadosamente resguardado en la Capilla de Santa Isabel en la Catedral Primada, “y quien es piadoso de esta santa pide su intercesión por los hospitales, por los enfermos, por los pobres desvalidos y por quienes tienen graves enfermedades”.



Algo de su historia

Nacida princesa en el año 1207, sus padres: Andrés II, Rey de Hungría, y Gertrudis de Merania, la casan a los 15 años con Luis IV de Turingia. Él, cortesía de la plaga, muere cinco años más tarde, el 11 de septiembre de 1227 en Otranto (Italia), cuando se dirigía a unirse a la sexta cruzada y ella dio a luz, a finales de ese mismo mes, a su hija Gertrudis de Altenberg, quien sería abadesa.

Esto representará un punto de inflexión en su vida, pues es despojada de la dignidad de condesa. Esta es una dignidad que pierde a un sucesor de su marido, que inmediatamente la desaloja.

“Este sucesor echa a Isabel con sus tres hijos y después de un tiempo son recibidos por un familiar. Su padre hace que le restauren todos sus bienes, pero lo que ella hace y que ya venía haciendo de casada, es dedicar todos esos bienes a la construcción de un hospital para la gente pobre. Siendo esposa ella daba de comer a cerca de 900 personas a diario. Esta mujer dedicó sus últimos cuatro años de vida a pedir limosna, vestida con un hábito franciscano”, precisó el padre Garzón.

Apenas muere la santa, el 17 de noviembre de 1231, se comienzan a conocer sus milagros y sus leyendas y muy rápidamente, en 1235, es canonizada por el papa Gregorio IX.

El arzobispo la eligió por patrona, y una vez muere en 1590, el cabildo en sede vacante renovó aquella consagración a la santa, como lo testimonian las palabras de la solemne acta que se firmó el 11 de diciembre de 1593: "renovamos y revalidamos los votos y la promesa que hicimos a la gloriosa santa de guardar su fiesta para siempre jamás, el 19 de noviembre”, como dice la Arquidiócesis.

Desde entonces, la patrona de la Arquidiócesis vería cómo esta región pasó de ser parte de una corona a un Estado que se fue independizando. Vio cómo hizo parte del Virreinato de Nueva Granada, aunque ni siquiera en calidad de capital (1717-1819); vio cómo posteriormente se convirtió en la Gran Colombia (1819-1831), la Confederación Granadina (1858-1863), los Estados Unidos de Colombia (1863-1886) y la actual República de Colombia (1886-hoy).