Alerta global por salud mental | El Nuevo Siglo
Miércoles, 28 de Septiembre de 2022

* Dramáticos costos de una “pandemia silenciosa”

* Es imperativo un plan de contingencia eficiente

 

Poco a poco el planeta entra en la era de la pospandemia de covid-19, aunque el virus continúa cobrando vidas a diario. Esa circunstancia ha permitido que gobiernos y autoridades multidisciplinarias empiecen a evaluar las consecuencias a mediano y largo plazos de la crisis sanitaria, diagnóstico que es prioritario para poder proyectar los correctivos que eviten que el mundo vuelva a registrar una emergencia de estas dimensiones.

Uno de los asuntos que más está preocupando en cuanto a las secuelas en salud es el relativo a las afectaciones mentales que provocó o profundizó la pandemia. Las cifras sobre este tipo de patologías son impactantes. Según dos informes conocidos esta semana la depresión y la ansiedad generan una pérdida de 12 mil millones de días de trabajo cada año, con un costo superior al billón de dólares a la economía mundial.

Hablando específicamente del coletazo del coronavirus a nivel global, se encontró un aumento del 25% de los casos de ansiedad y depresión, al tiempo que se puso al descubierto el bajo nivel de preparación de los sistemas sanitarios para enfrentar estos trastornos. De hecho, los citados informes señalan, por ejemplo, que en 2020 los gobiernos solo destinaron un promedio de 2% de los presupuestos sanitarios a la salud mental. Más grave aún es que en los países de renta media-baja, la inversión no llega ni al 1%.

Las investigaciones dadas a conocer por las agencias de la ONU para la salud y el trabajo alertan que en entornos como los laborales la situación es cada vez más preocupante y se requiere que gobiernos, empresarios y trabajadores adopten medidas concretas para enfrentar un fenómeno que, además del impacto personal familiar y social, tiene los altos costos económicos ya anotados. Esos planes de contingencia deben enfocarse en disminuir riesgos asociados a posibles afectaciones a la salud mental como las cargas de trabajo excesivas, los comportamientos negativos y otros factores que generan angustia en estos ámbitos.

Otras investigaciones también han prendido las alarmas en cuanto al incremento de los casos de suicidio o de los intentos de quitarse la vida durante la crisis pandémica. Igual estudios en algunos países también advierten un alarmante aumento de la violencia intrafamiliar así como de las consultas con especialistas en sicología y siquiatría. Las incapacidades por cuadros severos de depresión, estrés, ansiedad y otras patologías también se han multiplicado. Los entornos escolares y colegiales tampoco han estado exentos de esta clase de impactos en los comportamientos anómalos de los jóvenes y adolescentes… De hecho, algunos expertos han catalogado este pico de afectaciones a la salud mental como una especie de “pandemia silenciosa”.

Obviamente Colombia no es la excepción. Hace un par de meses el Ministerio de Salud ponía sobre la mesa cifras de alerta sobre la salud mental en nuestro país. Por ejemplo, dada la ruptura de espacios sociales y el aislamiento por la pandemia, se incrementaron en más del 25% trastornos de ansiedad y depresión. De hecho, esta última es la segunda causa de carga de enfermedad a nivel nacional, tan solo superada por las patologías cardiovasculares. A ello se suma que casi un 45% de las niñas y niños tienen indicios de algún problema mental. En cuanto a los adolescentes, alarma que los trastornos más frecuentes son la ansiedad, fobia social y depresión. Todo esto mientras que la ideación suicida se presenta en el 6,6 % de esta franja poblacional…

Como se ve, no se está aquí ante una problemática menor en el ámbito mundial o el nacional. Por el contrario, el nivel de afectación a la salud mental es cada día mayor y exige un esfuerzo coordinado, eficiente e integral de los gobiernos y sus sistemas sanitarios, tanto en el campo preventivo como de tratamiento de baja, mediana o alta complejidad. La pandemia profundizó muchos trastornos o aumentó su incidencia, y se requiere un plan de contingencia urgente para enfrentarlos. Dado que los costos en calidad de vida, productividad y salud pública son dramáticos y cuantiosos, es imperativo contrarrestar esta “epidemia silenciosa”.