Educación, desarrollo y pandemia | El Nuevo Siglo
Domingo, 27 de Septiembre de 2020

La dramática situación mundial no sólo tiene y tendrá consecuencias en términos económicos.  Los de mayor preocupación son los efectos sociales que la pandemia traerá a la sociedad global.

En términos de Educación, por ejemplo, se requiere toda la atención de los organismos multilaterales y por supuesto de cada nación, atendiendo su particular contexto.

No es un asunto de poca monta.  Para 2014, de acuerdo la Unesco, había más de 58 millones de niños fuera del sistema escolar primario y el mismo número a nivel de secundaria no asistían a clase.  Al revisar el Informe sobre desarrollo humano de 2018 presentado por el Banco Mundial (BM), cerca de 260 millones no estaban asistiendo a ningún tipo de escuela.  En términos relativos, en los países más avanzados, sólo un 50% de menores entre 3 y 6 años asistía a centros preescolares mientras que en los países de ingreso bajo sólo lo hacía 1 de cada 5.

Ahora, con la emergencia sanitaria que ha llevado al mundo a literalmente “recluirse”, se ha producido, en palabras del BM, una de las crisis mundiales masivas de la educación más importantes. Según ese organismo hay al menos 171 países que han cerrado sus sistemas escolares -la gran mayoría completamente- lo que ha dejado a unos 1600 millones de niños -más del 80%- fuera del sistema. 

En términos de Desarrollo las consecuencias serían catastróficas si se considera que, como es sabido, a partir de una educación universal y de buena calidad se generan oportunidades en igualdad de condiciones sin distingo de raza, credo, género, condición social, económica o política. 

Por eso, la coyuntura actual debe producir como resultado que se exploren todas las formas posibles para minimizar los impactos negativos sobre los aprendizajes.  Por supuesto, la implementación de la educación remota o virtual es una alternativa de la mayor importancia que implica ciertas dificultades necesarias de superar.  La interacción estrecha entre los maestros, las familias y los niños se convierte en fundamental.  Los retos son descomunales, pero no por ello pueden ser esquivados o retardados por los estados.  Al contrario, buscar la manera de que cada niño tenga los medios necesarios: un computador, el acceso a la conectividad que el proceso educativo remoto requiere y una buena alimentación, es una tarea urgente.  Ello podría potenciarse utilizando medios masivos como la televisión y la radio para ofrecer contenidos realmente educativos. De esta manera se reduciría el riesgo, no sólo de dejar sin educación a millones de menores, sino de que los jóvenes de secundaria e incluso universitarios se desvinculen del sistema educativo y por tanto aumenten los niveles de deserción argumentando precarios recursos, necesidad de trabajar y falta de infraestructura adecuada para continuar su proceso educativo de forma remota.

Como lo señalara la joven Malala Yousafzai al recibir el Nobel de Paz en 2014, la educación de niños y jóvenes garantiza la oportunidad de construir sociedades sobre la base del respeto a la dignidad y por ende pacíficas. Ciertamente la única manera de transformar la debilidad, el miedo y la desesperanza de las poblaciones en fuerza, poder y coraje para seguir adelante y buscar ser artífices de la convivencia pacífica, adecuados niveles de desarrollo, promotores de valores y así evitar que las nuevas generaciones sean utilizadas e instrumentalizadas en función de fines perversos, es a través de la educación.

Por @cdangond