Mahsa Amini y las demás | El Nuevo Siglo
Lunes, 26 de Septiembre de 2022

Mahsa Amini murió a sus 22 años luego de ser llevada a una comisaría para una “sesión de reeducación” por el porte de “vestimentas inapropiadas”, según el criterio de la “policía de la moral” iraní, conformada en buen número por agentes vestidas de negro y con velo integral. Tales circunstancias, y esas simples expresiones entre comillas, bastan para evidenciar la aterradora situación que viven las mujeres en ese y otros países en los que se les niega, entre muchos otros, el elemental derecho a decidir sobre su propia apariencia.

A partir de 1983 la ley les impuso llevar en público el hidjab y cubrirse con amplios ropajes, como una de las incontables maneras de mostrar la capitis diminutio a la que se encuentran sometidas, a nombre -o mejor sería decir, con la excusa- del respeto del Corán.

Desde entonces no son pocas las ocasiones y los escenarios dentro y fuera de ese país en los que las iraníes han protestado y se han negado a aceptar el indigno trato y la desigualdad frente a los hombres, a los que las autoridades islámicas las han condenado. Y son muchos  los casos de mujeres asesinadas  en las mismas circunstancias  que Masha Amini, o de la manera en que pereció   Hadis Najafi,  de veinte años,  a quien  los bassijs -una suerte de fuerza paramilitar- abatieron este sábado en nombre de la “moral”   y de la “seguridad nacional” con seis impactos de bala, por atreverse a participar de las manifestaciones;  o de  Neda Agha-Soltan, asesinada también en plena calle por las fuerzas  de seguridad en 2009; o  de las demás, tantas mujeres anónimas, sin  eco en la prensa mundial, que murieron en 2017 y 2019 en manifestaciones contra  un régimen que cada vez más acude  al terror para mantenerse en el  poder.

Solo que las ejecuciones, torturas, amenazas de muerte, y la vigilancia comunitaria organizada desde el poder, parecieran ya no surtir el mismo efecto disuasivo en una sociedad en la que particularmente la juventud, cada vez más, no encuentra sentido a una serie de restricciones y de símbolos, como el que se comenta, convertidos en ejes del control social de lo que no puede llamarse de otra manera que una dictadura religiosa, paradójicamente llamada “República islámica”.

Posiblemente sea muy poco lo que logre incidir la actual ola de indignación en los países occidentales. Basta recordar lo sucedido con las mujeres de Afganistán, y el abandono a su suerte en el que el mundo pareciera haberlas dejado bajo el régimen talibán. Posiblemente las luchas de poder entre reformadores y conservadores en Irán encuentren en estos episodios un capítulo más, y los derechos de las mujeres se conviertan solo en una moneda que terminen transando en nombre de la tradición. Posiblemente siga sonando en el vacío la declaración de la Unesco  de 2001, según la cual nadie puede invocar la diversidad cultural para atentar contra los derechos del hombre garantizados por el derecho internacional, ni para limitar su alcance pero, por lo menos, deberían  sonrojarse algunos incautos en Europa de  su vigorosa defensa de este supuesto signo de  identidad y de autoestima, y sin lugar a dudas, el líder ultraconservador Ebrahim Raïssi  al volver a decir, como cínicamente lo hizo en una reciente entrevista en Estados Unidos,  que las mujeres de su país llevan el velo por su propia voluntad.

@wzcsg