“¡Y bien vividos!” (II) | El Nuevo Siglo
Viernes, 25 de Septiembre de 2020

Cuando iniciaba la primera parte de este tema, en columna anterior, a propósito de importante columna del P. Llano Escobar,  concluía con la exigencia a los religiosos de cumplir sus votos de castidad, pobreza y obediencia, a lo cual hay que agregar la acentuación de este último al Santo Padre, así como también hay comunidades que se han destacado por la pobreza y humildad, que buscó el jesuita Jorge Bergoglio cuando lo llamó la Iglesia, y el propio Jesucristo, a ser su Vicario en la tierra. 

Quise echar una rápida  mirada al libro del P. Llano Confesión de fe critica”, y me detuvo la presentación que se hace del autor como de alguien que  se dice: “trata de llevar un poco de espíritu y de sentido cristiano a la sociedad cansada y alejada de Dios”. He compartido las últimas palabras, pues algo de ello  existe en el pasado, pero hay también experiencias entusiasmadoras de fe y vivencia cristiana, sin sacarnos del tradicional mensaje como nos exigen connotados Doctores de la Iglesia del ayer y del hoy. Son tantos y nos dan gran serenidad, al lado de un torrente de expresiones bíblicas que hacen reflexionar sobre la necesidad de vigilancia en todos los momentos y edades de la vida.  Esa fe, sin las novedades que a su modo ofrece el P. Llano y sus inspiradores, nos dejan un gozo indecible, al saber que, permaneciendo en una fe sencilla, seguiremos en manos de “un Señor  infinitamente bueno”, nuestro Padre que nos creó y que: “inquieto está nuestro corazón hasta que descansemos en Él”

Admiro, y creo en  la alegría y serenidad de espíritu del P. Llano, porque se examina y siente que ha “obrado de buena fe”, y creyendo prestarle un buen servicio a la Iglesia y a la  humanidad. Se apoya en su tranquilidad en haberse propuesto “hacer  la voluntad de Dios”, y, por eso, siente que todo lo ha vivido lleno de amor, “y teniendo a Jesús como la razón de ser”. Pero, advierto, que esa frase  de ese fuego de amor hacia Jesús, como fue S. Pablo, a mí me ha servido, y creo que al P. Alfonso, y a infinidad de buenos corazones, pues nos ha templado para presentarnos como seres limitados ante el Señor, como hijos  confiados en El, pero precavidos de todo peligro que nos ha manifestado. Me lo expresaba un destacado profesional que la afirmación de la Escritura “el principio de la sabiduría es el tema de Dios” (Prov. 1,7), entendida como amor, había sido su firme apoyo espiritual.  

 Muchas fueron, en su momento, mis reparos a varias afirmaciones del P. Llano,  en su mencionado libro Confesión de fe critica”, y no he echado reverso en ellos, pero lo sigo mirando, y hoy, después de su nonagenario artículo, escrito de buena fe, y, que, por lo demás, fuera en algún aspecto, propio del ámbito universitario, en donde cabría exponer cosas como “pronunciamientos de algunos estudiosos”. Pero, de todos modos, al final de la jornada, terminaremos dando vivas a la fe sencilla, en cuyos infinitos misterios, y en el mismo de Dios, tendremos una eternidad para gozarlos y aún con mayor claridad. 

 

*Obispo Emérito de Garzón 

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