La paradoja alimentaria | El Nuevo Siglo
Jueves, 22 de Septiembre de 2022

* América Latina: potencia agrícola con hambre

+ Reconversión productiva, social y económica

 

América Latina es, definitivamente, el subcontinente de las paradojas. Difícilmente se puede encontrar una región en todo el planeta que tenga las potencialidades socioeconómicas, riqueza en recursos naturales, reserva de biodiversidad y capacidad poblacional resiliente. Sin embargo, he ahí la paradoja, también alberga varios de los lastres más graves en materia de necesidades básicas insatisfechas, violencia de alta y baja intensidad, el drama migrante más grave de este siglo y, como si todo lo anterior fuera poco, es una de las zonas más golpeadas por los efectos lesivos del cambio climático y que aportó más muertes y contagios por la pandemia de covid-19.

Lamentablemente esta no es una realidad nueva. Por el contrario, son muchos los informes a cada tanto recuerdan que Latinoamérica es una especie de hemisferio de oportunidades perdidas. La última prueba de ello la puso sobre el tapete la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), tras advertir que esta región es una potencia agrícola pero, a la vez, ha sufrido un fuerte aumento del hambre y la desnutrición en los últimos años.

De hecho, tras la crisis sanitaria el diagnóstico es más que alarmante: en América Latina y el Caribe las economías se redujeron dos veces más que el promedio mundial, la pobreza aumentó a su nivel más alto desde 2006, se perdieron millones de trabajos y 65,6 millones de personas pasaron hambre.

Otros informes de agencias globales también han advertido que el subcontinente, pese a contar con el más alto porcentaje de suelos fértiles, diversidad de productos, variedad climática y población rural, no ha podido posicionarse como la principal despensa agrícola del planeta, resignándose en no pocos casos a ser un exportador de materias primas sin mayor valor agregado ni capacidad de manufactura.

Esa falencia ha quedado más que comprobada en medio de la escasez de alimentos y agroinsumos producida por la invasión rusa a Ucrania que cumple ya siete meses. América Latina debería estar en capacidad de suplir una parte de la oferta de trigo, maíz y otros productos cuya oferta se vino al piso por la citada confrontación bélica. Por el contrario, el subcontinente americano es uno de los más afectados por la cresta inflacionaria y el duro coletazo social y económico de la guerra. De hecho, su capacidad exportadora se está viendo afectada por el alto costo de los agroinsumos, gran parte de los cuales provienen de las naciones en conflicto.

De acuerdo con la FAO resulta urgente transformar los sistemas agroalimentarios en Latinoamérica para que sean más eficientes, inclusivos, resilientes y sostenibles. Ello llevaría no solo a mejorar los índices de seguridad y soberanía alimentarias en muchos de los países de la zona, frenando así el aumento del hambre, pobreza y malnutrición, sino que aumentaría su capacidad exportadora y competitiva en el mercado global de víveres.

¿Qué hacer? Son muchos los diagnósticos frente a cómo repotenciar la capacidad agrícola del subcontinente y aumentar la calidad de vida de sus habitantes, sobre todo de los de más bajos recursos. De hecho, desde finales del siglo pasado y corridas más de dos décadas del actual son múltiples las estrategias que se han formulado e incluso implementado al respecto, sin que el objetivo principal se haya conseguido.

Ahora la FAO plantea cuatro áreas prioritarias que necesitan una acción acelerada. En primer lugar, considera urgente proporcionar apoyo inmediato a las personas vulnerables a través de los sistemas de protección social, especialmente en las zonas rurales y entre los grupos vulnerables. En segundo término, debe impulsarse la producción agrícola garantizando que los agricultores familiares tengan un acceso asequible a semillas y fertilizantes, capital de trabajo y asistencia técnica, y vínculos con los mercados. A ello se suma el facilitar el comercio de productos e insumos agrícolas para evitar más interrupciones en la producción de alimentos. Y, por último pero no menos importante, se requiere invertir en una agricultura resistente al clima para afrontar y revertir los efectos de la crisis climática. La pregunta, sin embargo, es una sola ¿Cuándo se pasará de la teoría a la acción?